Luis Chiozza: «La pandemia, las redes y los lazos sociales»

17 agosto 2021

Entrevista a Luis Chiozza publicada en Página 12


Por OSCAR RANZANI / Página 12
https://www.pagina12.com.ar/357917-la-pandemia-las-redes-y-los-lazos-sociales

A esta altura, decir que el mundo está cambiando no es una novedad: más bien se puede afirmar que es la consecuencia de la pandemia. El prestigioso médico y especialista en psicosomática psicoanalítica Luis Chiozza vivió el confinamiento durante muchos meses escribiendo un libro. Se trata de La peste en la colmena (Libros del Zorzal), donde este profesional, también presidente del Instituto di Ricera Psicosomática-Psicoanalítica Arminda Aberastury de Perugia (Italia), va entrelazando conceptos vinculados al mundo de la pandemia. Y el tema de las redes sociales aparece como uno de los grandes ejes. La pandemia le permitió a Chiozza experimentar una nueva forma de escribir, desde un aspecto hiperrelacional y expansivo. “Una cosa es que uno se imagine una crisis en el progreso de la civilización humana, de la tecnología y la necesidad de adecuar estos adelantos tecnológicos a otros parámetros, y otra es encontrarse con una crisis mundial tan generalizada y que golpea tan fuerte”, plantea el autor sobre los motivos que lo impulsaron a plasmar en escritura su modo de entender este mundo.

La colmena representa esta nueva organización social. Se podría agregar que es un símbolo. “Durante muchos años hemos creído que las abejas, las hormigas eran insectos sociales. Y nos imaginábamos las relaciones entre estos insectos entre sí, dentro de su especie. Y pensábamos que la reina era la que gobernaba la colmena. Por eso la llamábamos ‘la reina’”, sostiene Chiozza. Pero de pronto, con el desarrollo de la biología se ha dado un salto epistemológico enorme y se descubrió que, en realidad, ninguna hormiga ni ninguna abeja podrían tener la capacidad y la inteligencia para organizar el hormiguero o la colmena. “De manera que ya no se piensa más en que la colmena es una agrupación social de las abejas. Se piensa que la colmena, como el hormiguero, es un superorganismo con una inteligencia propia que se puede comparar con lo que pasa, por ejemplo, con las neuronas y el cerebro. Las neuronas no tienen la inteligencia que surge del conjunto del funcionamiento cerebral. Y, hoy en día, sabemos que en el cerebro no hay ninguna neurona que sea la ‘neurona presidente’”, asegura Chiozza.

Es que se trata de una red que funciona con nodos y un desplazamiento funcional. “Y lo más interesante es que hay un encuentro muy profundo entre el psicoanálisis –que ha investigado mucho en el fondo del inconsciente– y la biología, que ha desarrollado toda una rama llamada la biosemiótica, en donde se ve cómo los organismos biológicos están integrados por organismos más pequeños. El organismo humano es como si fuera una colmena y la inteligencia que tiene un ser humano no es la misma que la inteligencia que se manifiesta en la sabiduría de la célula, que sabe lo que tiene que hacer para sobrevivir. Sabemos que los seres humanos desde nuestra conciencia nos consideramos un individuo. Y somos un individuo, pero adentro estamos constituidos por estas células”. Al mismo tiempo, Chiozza destaca que los seres humanos viven “cableados” unos con otros, que sólo se puede ser siendo con otros. “En nuestra vida cuenta muchísimo el grupo de pertenencia, no sólo la familia, también las agrupaciones espontáneas para una determinada actividad. Y todo esto genera una especie de entramado muy importante. Hay quien habla de la Tierra como un organismo vivo, como si nosotros fuéramos órganos. Y empezamos a entender que la vida es mucho más compleja que lo que nos imaginábamos”, subraya.

–Usted dedica una buena parte del libro a las redes sociales. ¿Cree que son más los efectos negativos que positivos que tienen las redes?

–Es muy difícil decir si son más los negativos que los positivos, pero una cosa es cierta: se ha medido que las noticias falsas se difunden seis veces más eficazmente que las noticias verdaderas. La pregunta es: ¿y esto por qué puede suceder? Esto sucede porque las redes sociales se adaptan al gusto del consumidor. Están construidas para tener éxito, para difundirse. ¿Y cuál es el gusto del consumidor? En general, nosotros nos deleitamos con las cosas que nos satisfacen emocionalmente, no sólo con las cosas racionales. Entonces, las redes nos están ayudando y lo mismo el uso de la maravillosa tecnología que tenemos: las estamos usando muchas veces para satisfacer contenidos emocionales que no son positivos. Están reprimidos, son inconscientes, pero de alguna manera predominan. Y muchas veces nos damos gustos que los pagamos muy caros.

–¿Qué es lo que lo virtual no va a lograr sustituir? ¿Sólo los sentimientos u otras cosas?

–El significado. Por más inteligente que sea un mecanismo informático, para entender el significado de un dolor de oído, la computadora debería tener un oído y que, alguna vez, le haya dolido. Si no, no entiende lo que significa en el mundo humano un dolor de oído. Tampoco entiende lo que significa tener un hijo. Uno se puede imaginar lo que es tener un hijo, pero recién cuando lo tiene comprende el sentimiento en verdad. Uno se puede imaginar lo triste que es que se le muera la madre, pero recién cuando a uno se le muere la madre comprende lo que es todo eso. Y la computadora nunca entiende. Y esto no lo digo yo. Esto lo ha dicho el mismo creador de la cibernética Norbert Wiener, que en un libro muy chiquito y muy sabio, llamado Dios y Golem S.A, él explica que la computadora cumple los deseos humanos de manera literal, pero no entiende bien lo que es un deseo humano porque no tiene el cuerpo para sentirlo.

–¿Cómo cree que serán los lazos sociales pospandemia?

–No sé cómo serán, pero seguro que no van a ser nunca más los mismos. La idea que tanto se oye de la vuelta a la normalidad me parece un deseo muy comprensible, pero absolutamente descaminado. El mundo no va a ser de nuevo lo que fue porque el mundo está cambiando. Cuando se cierra una empresa o los aviones permanecen semanas detenidos en los aeropuertos, no se puede volver al mundo como era antes. Va a haber una transformación enorme. Es muy difícil de imaginar, pero una cosa es segura: esto va a ser un cambio y no va a ser una vuelta atrás, sobre todo porque esta normalidad, en realidad ya no era una normalidad. Ya veníamos sufriendo sus efectos. Lo que pasó con la pandemia fue como si usted viviera en la ladera de un volcán y sintiera los temblores, pero de pronto el volcán explota y empieza a bajar la lava fundida por la ladera. Y la cosa es distinta.

–A sus 90 años, ¿cómo imagina, entonces, el futuro de la humanidad cuando la pandemia sea un mal recuerdo? ¿Cree que el mundo va camino a la deshumanización?

–No lo sé, pero pienso que es muy probable que no sea así porque hemos vivido ya en la humanidad períodos de caos muy pronunciados y porque tanto los físicos como la química biológica muestran que muchas veces del caos surge un nuevo orden, y completamente sorpresivo. Y ha pasado muchas veces. Un cambio como éste surgió cuando empezó la Edad Moderna. El arranque fue el Renacimiento como símbolo y apareció ahí la ciencia ocupando el lugar que antes tenía la magia. Y durante mucho tiempo esto primero fue una crisis que llevó no menos de mil años. Mire lo que fue la caída del Imperio Romano, por ejemplo. O la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, donde la humanidad retrocedió en la cultura, pero después avanzó de nuevo. Entonces, estos son movimientos que, de alguna manera, no sabemos muy bien cómo evolucionarán, pero es muy probable que de esto surja una situación nueva. De lo que sí estoy convencido es que no hay vuelta atrás.

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