Conferencia “La hipótesis holográfica”

31 marzo 2023

Conferencia dictada por el Dr. Luis Chiozza el 31 de marzo de 2023 en la Fundación Luis Chiozza


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REUNIONES CIENTÍFICAS DE LOS DÍAS VIERNES

Conferencia: “La hipótesis holográfica”
Autor: Dr. Luis Chiozza
Fecha: 31 de marzo de 2023

Comencemos por decir que el origen y el futuro están vivos en el presente. Y que el presente, otorgando un sentido al origen y al futuro, es lo único que permite interpretar o, mejor aún, el único intérprete posible del origen y el futuro.

Lo que hoy conversaremos, surgido en íntimo diálogo con mis colegas dotados con experiencias ricas, conforma también, aunque parezca extraño, un diálogo para principiantes. Porque lo establezco convencido de que la mente progresa y que para nada sirve recorrer caminos perimidos. Leyendo Juvenilia, de Miguel Cané, nos enteramos de que el teorema de Pitágoras se enseñaba en aquella época a los alumnos de quinto año del colegio secundario. Luego se aprendió en el primer año. Pero hoy se enseña -lamentablemente no en la Argentina- en la escuela primaria. Abriendo el ciclo lectivo del año pasado, hablamos de “El mundo en que vivimos y la necesidad del psicoanálisis”. Cerrando el ciclo lectivo del año que pasó, presenté “Bases para una teoría coherente”. Allí procuraba exponer lo que me parecía medular dentro del psicoanálisis y, al mismo tiempo, reconocer que otras teorías eran respetables. Y que, entre el cúmulo de concordancias y discrepancias, era posible colaborar, es decir, trabajar juntos, cuando se compartía un suficiente núcleo teórico. Convencido de que las distintas etapas del arte y de la técnica del psicoanalizar, que en distintas épocas hemos recorrido, constituyen experiencias que nos han enriquecido y que continúan vivas, configurando un caudal apreciable, escribí “Jalones en la evolución de la técnica psicoanalítica”. Desde ese rico caudal surgen en cada colega, y frente a los avatares de cada tratamiento, recursos valiosos que ayudan a mantener el rumbo cuando la tormenta arrecia.

El próximo paso fue cobrar consciencia de que Psicoanálisis de los trastornos hepáticos, La peste en la colmena y Hacia una teoría del arte psicoanalítico, contenían hipótesis que conducían a las correspondientes tesis. Y que esas tesis, en sesenta años, se habían mostrado valiosas, contempladas desde la experiencia acumulada por numerosos colegas, en tratamientos psicoanalíticos, en ejercicios teórico-clínicos, en estudios patobiográficos y en nuevas investigaciones. Desde esa nueva consciencia, escribí dos compendios. Uno se llamaba “Tres hipótesis fundamentales” y el otro “Psicoanalizar, arte y teoría”. Este último luego se transformó en un libro que aparecerá dentro de poco. La hipótesis Prometeo generó investigaciones en fantasías específicas que fueron muy elaboradas dentro de esta institución. La hipótesis colmena, tanto la hipótesis “macro” como la hipótesis “micro”, es decir… la hipótesis “macro” es que todos los seres humanos formamos parte de la colmena humana que es la humanidad, que tiene sus propias intenciones, desconocidas para nosotros, personas individuales. Y la hipótesis “micro” es que cada uno de nosotros, cada ser pluricelular, es una colmena de millones de células procariotas que, de alguna manera, ignoran también de qué están formando parte. Después surgió la hipótesis holográfica, que en realidad deriva de un libro, Hacia una teoría del arte psicoanalítico, que se detuvo en 1998 y al cual le faltan muchas de las conclusiones a las cuales llegamos posteriormente. Hoy nos centraremos en la hipótesis holográfica por una sencilla razón, sería demasiado tiempo dedicarse a las tres. Entonces nos centraremos en lo que sería el arte y la técnica de psicoanalizar y procuraremos luego conversar sobre este tema.

El primer apartado, “Hacer consciente algo inconsciente”, me parece, como título, una buena definición de lo que es psicoanalizar. Psicoanalizar es, esencialmente, hacer consciente algo inconsciente. Esto tiene un epígrafe de Jean Gebser, de su libro Origen y presente, y él dice algo muy bien dicho, que es muy conmovedor, porque coincide, no sólo con la física cuántica, también coincide con el psicoanálisis, en cuanto el psicoanálisis insiste mucho en que el inconsciente funciona dentro de un presente atemporal. Veremos luego un poco mejor a qué nos referimos. Por de pronto, citemos el epígrafe.

Hacer consciente algo inconsciente

El origen siempre está presente. No es un comienzo, puesto que todo comienzo está ligado al tiempo.
Y el presente no es el mero ahora,
el hoy o el instante. No es una parte del tiempo, sino un resultado integral y,
en consecuencia, siempre originario.
Quien es capaz de llevar a efecto y a la realidad
el origen y el presente como integridad, quien sea capaz de concretarlos, superará el principio y el fin,
y el mero tiempo actual.

Jean Gebser
Origen y Presente

Los orígenes

Freud y Breuer implementaron la “talking cure”, “la cura que se realiza hablando”, un proceso durante el cual, hablando, sus pacientes histéricas mejoraban sus síntomas recuperando recuerdos reprimidos y expresando afectos que permanecían ligados con esos recuerdos. Denominaron a lo que sucedía abreacción del afecto.

Para lograrlo era necesario vencer una fuerza que en el paciente se oponía a la prosecución del proceso, una fuerza que pasó a constituir, con el nombre de resistencia, uno de los conceptos fundamentales del psicoanálisis.

Así nació, pues, el psicoanálisis, como un conjunto de conceptos vinculados con un procedimiento técnico, que se dirige hacia vencer las resistencias opuestas al hacer consciente algo inconsciente, y que fue evolucionando en sucesivos jalones.

El primero de esos jalones fue la hipnosis, que Freud utilizó muy poco tiempo. El segundo fue la sugestión en estado de vigilia, que realizaba oprimiendo fuertemente, con sus dos manos, la cabeza de la enferma, y asegurándole que, cuando él retirara sus manos, le surgiría a la paciente una idea que debía comunicarle.

La asociación libre y la transferencia

El tercer jalón alcanzado, denominado asociación libre, continúa incólume hasta nuestros días.

Todas nuestras asociaciones, lejos de ser “libres”, están condicionadas por distintas circunstancias (por ejemplo, por su contigüidad en el tiempo o el espacio), pero cuando Freud solicitaba asociaciones libres. se refería a libres de toda crítica, es decir que deberían ser comunicadas a pesar de que el paciente pensara que sus ocurrencias “no venían al caso”.

Si bien la asociación libre continúa siendo el principio básico de la técnica psicoanalítica, y su regla fundamental consiste en que la sesión de psicoanálisis debe comenzar “desde el paciente”, sin que el psicoanalista interfiera ese proceso con intervenciones prematuras, la técnica psicoanalítica ha recorrido etapas importantes. Una de las más fundamentales ha consistido en recomendar, para el psicoterapeuta, un equivalente de la asociación libre, denominado atención flotante.

Muy pronto Freud descubrió lo que designó con el vocablo “transferencia”: una tendencia a sustituir una persona anterior con la persona del médico. El paciente, dirá Freud, en lugar de recordar, tiende a revivir en su relación con el psicoterapeuta (que excita, en ese momento, los signos de cualidad que denotan una presencia sensorial) precisamente algo de aquello que no recuerda. Descubrió así, por vez primera, la transferencia, en una de sus formas, aquella que se manifiesta como un “cese” en la comunicación de asociaciones libres. Es decir, en otras palabras, que la transferencia era el sustento de una resistencia. Se propone, entonces, interpretar la transferencia sólo cuando “desaparezcan” las asociaciones libres.

El epílogo del historial de Dora

Años después (en 1905, en el epílogo del historial de Dora) reconoce su error, y será Melanie Klein quien asumirá la consigna que de allí ha surgido, sosteniendo el permanente análisis de la transferencia, ya desde el primer instante en el cual se inicia el tratamiento.

Una nueva actitud derivó del haber comprendido que, en una estratificación múltiple, la transferencia, como resistencia, ocultaba otra transferencia resistida. Los analistas “de aquel entonces”, se dividirán, a partir de ese punto, en los kleinianos y los “mal llamados” freudianos (porque asumieron la posición que Freud sostuvo antes de escribir el epílogo del historial de Dora). Mientras unos analizaban permanentemente el “aquí y ahora conmigo”, los otros interpretaban, en el material de la sesión, la relación del paciente con los personajes significativos de su entorno.

La contratransferencia

Surge una próxima etapa cuando Racker desarrolla sus investigaciones sobre los significados y usos de la contratransferencia, centradas especialmente en que, tanto las ocurrencias como las posiciones contratransferenciales, evidenciaban una contrarresistencia que dificultaba la tarea psicoanalítica. Subrayó, entonces, que todo lo que ocurre en la sesión de psicoanálisis, es el producto de una bipatía que deberá ser superada por ambos integrantes del vínculo analítico.

Pero serán Cesio y su grupo de discípulos, quienes propugnarán el uso permanente de la contratransferencia durante el tratamiento psicoanalítico.

Algunos de sus discípulos sostuvimos qué la contratransferencia, dado que el paciente la percibe antes de que el analista hable, es el verdadero agente terapéutico (“por detrás” de la interpretación formulada verbalmente). Esto condujo a comprender que las transferencias recíprocas constituyen la esencia de un proceso que sólo puede ser auténtico a través de un crecimiento compartido.

Alcanzamos un próximo jalón, procurando utilizar una interpretación nominativa que, dirigida a nombrar los afectos reprimidos (que, pugnando para acceder a la consciencia, constituían aquello que denominamos el punto de urgencia) intentaba acercarse al presente atemporal que rige lo inconsciente.

Nombrando a los afectos que “habitaban” al paciente, nos proponíamos evitar una excesiva delimitación cronológica.

La práctica continua de la actitud kleiniana, caracterizada por la permanente referencia, en el aquí y ahora, a las vicisitudes de la relación entre el paciente y su psicoanalista, condujo muy pronto a que, durante las sesiones, ambos copartícipes sólo hablaran de esa relación, y a que esto se manifestará en una creciente “clausura” del campo que así se constituía. Un campo dentro del cual, la situación creada en ese vínculo se parecía demasiado a las relaciones con los personajes que en ambos (el paciente y su psicoanalista) configuraban su personal historia.

La interpretación indirecta

Intentando evitar la clausura, propugnábamos una interpretación indirecta de la transferencia que, además de permitir que la magnitud del afecto convocado fuera suficiente y al mismo tiempo tolerable, permitía también que el paciente pudiera elegir el momento en que podía admitir la presencia, en el aquí y ahora, de algo fuertemente resistido.

Comprendíamos también que, dada la profundidad del vínculo inconsciente que se establecía en toda sesión psicoanalítica, el punto de urgencia, que orienta la dirección de la tarea, siempre sería un punto de urgencia compartido.

Es necesario reparar ahora en algo que, lamentablemente, sucedió. Una cosa es interpretar indirectamente una transferencia que permanece consciente en el psicoanalista (fundamentando el método indirecto); y otra, muy distinta, es que la interpretación indirecta conduzca a que el psicoterapeuta, mientras interpreta con representaciones indirectas que son metáforas de la transferencia actual, incurra insensiblemente en una inconsciencia progresiva de la transferencia operante, porque eso lo lleva a coincidir con aquella actitud de la que Freud se arrepiente en el famoso epílogo.

Un episodio en la relación Dora Freud

Vale la pena recordarlo con cierto detalle, porque (tal como lo exponemos en Hacia una teoría del arte psicoanalítico), constituye una espléndida ilustración del proceso terciario y del presente atemporal.

  1. Dora llegó a experimentar intensos deseos en su relación con el señor K y reprimió dichos deseos porque la consciencia de los mismos se hubiera acompañado de un afecto displacentero, debido a las vicisitudes de su vida que configuraron su historia. Esos deseos reprimidos permanecieron insatisfechos, y Dora experimentó, entonces, intensos sentimientos de venganza hacia el señor K, a quien ella atribuye, inconscientemente, tanto el origen del deseo como el origen de su sufrimiento por la insatisfacción.

Tales impulsos de celosa venganza que también fueron reprimidos fueron los que la condujeron a propinarle una bofetada al señor K. El acontecimiento de la bofetada y los mismos sentimientos de venganza debido a los deseos amorosos que dora experimentaba hacia el señor K reactivaron en ella sentimientos de culpa y deseos de autocastigo que también fueron reprimidos, no solo por su carácter penoso, sino también para mantener inconsciente los otros elementos del mismo complejo asociativo.

  1. Durante el tratamiento psicoanalítico esos sentimientos de venganza en lugar de ser recordados fueron repetidos de manera inconsciente. Inconscientemente adheridos a la figura de K, fueron transferidos sobre las representaciones preconscientes que Dora tenía de Freud, porque en el momento en que amenazaban a hacerse conscientes mediante el tratamiento, Freud era la única persona que “estaba allí”, es decir, la única persona cuya representación, en el preconsciente de Dora, poseía los signos de cualidad sensorial que diferencian la percepción del recuerdo.

Dicha transferencia fue simultáneamente reprimida por las mismas razones que determinaron la represión anterior, y permaneció desde entonces inconsciente, ya que Freud comprendió sus vicisitudes cuando Dora ya había abandonado el tratamiento. Todas estas fantasías pasaron a formar parte del complejo asociativo original inconsciente, y al remordimiento por la bofetada propinada a K, se añadió, entonces, el remordimiento por la misma transferencia sobre Freud, de los sentimientos de venganza.

  1. Quince meses después de interrumpido el tratamiento, Dora leyó en un periódico noticias acerca del nombramiento de Freud como profesor, hecho que debió ser interpretado por ella como auspicioso y placentero para él. Se reactivaron entonces en Dora los sentimientos de venganza, y con ellos todo el complejo consiguiente.

Mientras la idea original que constituye este complejo permanece como actualidad en el inconsciente de Dora, el quantum del impulso, en lugar de descargarse en la forma o configuración del afecto original celos- venganza-culpa, se deriva, o descarga, a través de un fenómeno distinto, el dolor en la cara. Es decir, que dicho afecto original desaparece de la consciencia, y sólo permanece, descargado de cantidad, como “estructura afectiva disposicional inconsciente”.

El deseo de venganza y de castigo se realiza así de manera simbólica en la descarga sustituta que posee los componentes de acción motora que corresponden al afecto. El dolor, que Freud consideraba, en sentido amplio, un afecto, es el producto de otra idea inconsciente o “clave de inervación” que constituye la “puerta de entrada” del suceso que se registra como somático.

Pero en esta distinta estructura disposicional afectiva inconsciente, que corresponde al dolor, participa ahora, y en este caso particular, la huella de un suceso que se realizó como un acto materialmente ejecutado, a plena cantidad, sobre el señor K, y sensorialmente percibido por Dora: la bofetada que explica la localización del dolor. Y participa también la huella de otro suceso, que se representó en el terreno del pensamiento, a pequeña cantidad, sobre la imago de Freud, y fue “sabido”, o conocido, por Dora: la noticia leída, que explica el momento de aparición del dolor. Uno y otro fenómeno quedan vinculados a través de un tercero, la transferencia, que participa sí en la producción del síntoma. Vale la pena anotar aquí, de paso, que la transferencia se manifiesta también en los síntomas, y no sólo a través del discurso verbal del paciente.

Dos semanas después de aparecido el dolor, en una fecha que Freud no consideraba indiferente, Dora acudió a consultarlo. El motivo manifiesto de la consulta consistía en solicitar ayuda a causa de una neuralgia facial del lado derecho, que la atormentaba día y noche. Freud pregunta, entonces, ¿desde cuándo? Y Dora responde: exactamente desde hace dos semanas. Freud consigna que, en este punto, no puede reprimir una sonrisa, porque estaba en condiciones de demostrarle qué, precisamente hacía dos semanas, qué ella había leído noticias sobre él en los periódicos, lo cual es confirmado por Dora.

En el preconsciente de Freud, determinadas representaciones reciben la transferencia (contratransferencia) de ideas inconscientes distintas que continúan reprimidas y que son reactivadas mediante su contacto con Dora y la transferencia que ella realiza.

Las ideas que permanecen inconscientes en Freud, y que fueron reactivadas por el contacto con Dora, son el receptor con el cual se capta lo inconsciente del paciente, o el arpa que resuena de manera acorde con él. Esas ideas inconscientes determinan, oscuramente, la pregunta ¿desde cuándo? que pertenece al mismo complejo asociativo del cual deriva también la emergencia del recuerdo sobre las noticias que el periódico publicará, y la ocurrencia de que Dora debía haberla leído.

No es aventurado suponer que, cuando Freud, ante la respuesta de Dora, no puede reprimir una sonrisa, sucede que esa sonrisa se halla sostenida, desde lo inconsciente, por la reactivación de la satisfacción que el niño experimenta, frente al pecho gratificante, durante la relajación que sobreviene después de la mamada, y que esa satisfacción es reactivada por otra actual, en la que participa la típica vivencia de descubrimiento, que se agrega a la ocurrencia, y a la poderosa convicción que la acompaña, y que se extiende luego a la interpretación.

Tampoco es aventurado suponer que Freud intenta reprimir esta sonrisa por los sentimientos de culpa que experimenta frene a una satisfacción que, debido a la necesidad inconsciente de compensar los anteriores sentimientos de fracaso, queda convertida en triunfo y equiparada, de este modo, con su propia venganza ante el abandono de Dora.

Las distintas vicisitudes de una misma clave de inervación, en el territorio preciso de un nervio, dan testimonio de la riqueza expresiva de la vida. La bofetada sobre la cara de K conduce a la neuralgia sobre la cara de Dora, que conduce a la sonrisa sobre la cara de Freud. En un crescendo significativo, que se independiza bruscamente de toda secuencia temporal, cuando el círculo se cierra, comprendemos, de pronto, que esta sonrisa de Freud satisfecho no sólo representa, sino que es, aquella misma, eterna y revivida en cada hombre, que merece la bofetada de Dora en la cara de K.

Precisamente aquella que Dora, durante su lectura de las noticias del periódico, ya sabía que vería, y ya “había visto”, en la cara de Freud.

Este diálogo inconsciente de las caras constituye, aquí, un representante circunscripto de aquel otro, igualmente atemporal, de la venganza, de la culpa y la expiación, que hermana, en lo inconsciente, y en un mismo “punto de urgencia”, a Dora y a Freud.

Cuatro lenguajes

Otro de los importantes jalones que recorrió la técnica psicoanalítica, fue la rotunda afirmación de que debíamos abandonar, con el paciente, la jerga y las muletillas de la especialidad, e interpretarle, siempre, en “el lenguaje de la vida”, que no es otro que el que utilizamos, durante nuestra convivencia, cotidianamente.

Consignemos, ahora, lo que afirma Lewis Thomás en su magnífico libro The Fragile Species, porque constituye un apoyo fundamental para llegar a lo que Cesio decía que “habría que pensar”. Lewis Thomás distingue entre cuatro tipos de lenguaje.

El primero se constituye con pequeños enunciados dedicados a indicar una presencia, marcar un territorio, o demandar una acción.

El segundo, producto de una misteriosa mutación de la consciencia humana que evoluciona hacia diferentes idiomas, es el lenguaje ordinario, lleno de sentido, inseparable de una manera de concebir al mundo, que logra una cooperación, y un intercambio de pensamiento, mediante un conjunto de palabras que funcionan como una metáfora que procura transmitir lo esencial de la experiencia que transcurre en la actualidad de lo enunciado.

EL tercero es una forma nueva, proveniente de recientes milenios, que ensambla piezas de lógica en un lenguaje científico y universal, que alcanza en las matemáticas su mejor paradigma, y en la mecánica cuántica una formulación accesible para unas pocas personas.

El cuarto es la poesía, o poiesis (creación) que, lejos de lo que llamamos versos, y libre de condicionamientos como la rima o la cadencia (y tan difícil de explicar cómo la música) se diferencia, como las matemáticas, del lenguaje ordinario y nace, como las canciones de cuna, de la necesidad de transmitir un estado afectivo.

El lenguaje de la interpretación

Sabemos que durante la sesión psicoanalítica el lenguaje uno sólo se utiliza para comunicar asuntos tan concretos como saludar o despedirse´, que el lenguaje dos es el que, deliberadamente, siempre se ha usado como centro de la actividad interpretativa que constituye nuestra labor; que el lenguaje tres ha intervenido, de un modo subyacente y en forma de teoría, en él background de la interpretación, y que el lenguaje cuatro, que debería ser nuestro objetivo, sólo ha sucedido algunas veces, sin haber sido un producto que procurábamos lograr.

Si bien el lenguaje cuatro suele utilizarse, en la vida cotidiana, de una manera involuntaria y casual, en algunas ocasiones hay personas, entre las cuales se cuentan los grandes oradores, que pueden disponer de esa capacidad en una forma deliberada que ingresa a veces en la psicopatía.

Una vez obtenido el significado… las palabras sobran”

El anzuelo existe para el pez. Una vez obtenido el pez, puedes olvidar el anzuelo.
La trampa para conejos existe para el conejo. Una vez obtenido el conejo, puedes olvidar la trampa.
Las palabras existen para el significado. Una vez obtenido el significado, puedes olvidar las palabras.
¿Dónde puedo encontrar un hombre que haya olvidado las palabras para poder hablar con él?

Chuang Tzu (398- 286 aC).

Acerca del aquí y ahora

Repasando el camino que nos condujo hacia el lugar en el cual hoy nos encontramos, cabe reproducir ahora unas palabras escritas por Cesio en 1974 (en Mi contribución al psicoanálisis). Allí reconoce la necesidad de una interpretación inclusiva (qué “habría que pensar”, decía) que respete el presente atemporal (contrariado en la cronología implícita en el “aquí ahora”), con las siguientes palabras:

Las características que posee la transferencia, tal como se presenta en la clínica, nos señalan el objeto de la interpretación y las reglas de la formación de la misma […] [se] ha difundido entre nosotros la idea de que la interpretación debe hacerse en el aquí y ahora, sin embargo la idea del aquí y ahora implica temporalidad, mientras que la transferencia- contratransferencia es en parte inconsciente y por ello atemporal. ¿Cómo resolver entonces este problema? Habría que pensar en una formulación conceptual que pudiera incluir este carácter atemporal de la transferencia- contratransferencia, ya que la interpretación en términos del aquí y ahora, al suponer un tiempo muy definido, implica una negación parcial de la temporalidad de lo inconsciente que buscamos hacer consciente. Por eso creo valioso sustituir la formulación conceptual en términos del aquí y ahora por otra que integre de alguna manera la idea de la atemporalidad de lo inconsciente que se manifiesta en la transferencia-contratransferencia. Para expresar esta conceptualización considero útil el empleo del tiempo presente, ya no con el valor del presente temporal del aquí ahora, sino con el valor del presente atemporal que atenúa los límites entre los tiempos y entre el tiempo y lo atemporal inconsciente.

La interpretación inclusiva

Lanzados en la dirección que Cesio, en cierto modo, preanuncia, comenzaremos por establecer dos conclusiones.

La primera es que el psicoanálisis siempre se ha dedicado, de manera deliberada y explícita, a interpretar los derivados de lo inconsciente desde un proceso secundario que culmina en interpretaciones racionales y explicativas.

La segunda es que ese método condujo a los jalones que anteriormente describimos y que nos trajeron hasta aquí. Llegamos así, como resultado de un largo periplo, a la conclusión de que es necesario interpretar con la participación del proceso primario. Hacerlo de ese modo lleva implícito un proceso terciario que se convierte, desde una nueva consciencia, en algo deliberado que no debe ser abandonado a la casualidad, y que puede ser facilitado por algunos lineamientos.

Es muy importante tener en cuenta que los jalones de la técnica que, en distintas épocas, hemos recorrido, constituyeron experiencias que nos han enriquecido dentro de inevitables avances y retrocesos, y que, dado que continúan vivas en nuestro interior, podrán y deberán ser utilizadas, “en el buen saber y entender de cada uno”, junto a la “nueva” modalidad inclusiva, en los momentos en que parezca conveniente.

La ubicuidad del presente atemporal

Volvamos ahora a la interpretación inclusiva, que apunta a la ubicuidad del presente atemporal (que más allá de ser kairológico, es ucrónico), para subrayar que, cuando logramos “cortar camino” de ese modo, y accedemos en forma directa a un sentimiento ubicuo (obteniendo la convicción que lo acompaña), evitamos, al mismo tiempo, que el paciente desoiga lo que siente, refugiándose en la racionalidad de un argumento.

Desde la ubicuidad que constituye lo fundamental de esta técnica, cada sesión configura una oportunidad, “en sí misma”, que funciona como un representante del punto de urgencia compartido y, para trabajar con esta técnica (que denominamos “inclusiva” por su privilegio de la ubicuidad), es necesario que el psicoanalista comprenda que él también deberá concentrarse en hacer uso de una oportunidad que es única en cada sesión, dado que, si interviene para corregir o ampliar lo que ha dicho, formulando una segunda interpretación, además de quitarle a la primera el grado de convicción necesario para ejercer un suficiente efecto, en realidad la sustituye.

El uso de la oportunidad

Llegamos de este modo a comprender que la oportunidad que una sesión otorga, una vez utilizada, ya no deberá ser corregida. Sólo una vez que ha transcurrido el tiempo de decantación que media entre una sesión y la que sigue, recuperaremos la oportunidad de interpretar nuevamente.

El proceso digestivo nos otorga una adecuada metáfora que contribuye a esclarecer lo que planteamos en el párrafo anterior. Así como resultaría imposible, luego de un excelente almuerzo, volver a comer dos horas después, antes de haber digerido lo incorporado poco tiempo antes (dado que no sólo faltará el necesario apetito, sino que la comida provocará desagrado), es imposible pensar en que el paciente estará en condiciones de recibir interpretaciones sin que haya transcurrido el tiempo de decantación imprescindible para procesar aquello (sea satisfactorio o indigesto) que ha recibido.

Esto nos conduce a reflexionar acerca de hasta qué punto puede llegar a ser inconveniente realizar dos sesiones sucesivas de psicoanálisis, si no trascurren separadas por un intervalo suficiente que, de acuerdo con lo que dijimos, debería ser, por lo menos, de veinticuatro horas.

La verdad sobre Sancho Panza

En Psicoanálisis de los trastornos hepáticos, cuyo contenido corresponde a la hipótesis Prometeo, que fundamenta las relaciones “psicosomatológicas” entre idea y materia, y que precedió en más de 50 años, a una exposición “ordenada” de lo que hoy denominamos la hipótesis colmena (acerca de nuestro organismo y nuestro pueblo), citábamos las siguientes palabras del Prometeo de Kafka, tituladas La verdad sobre Sancho Panza: Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales, empero, por falta de un objeto predeterminado y que precisamente hubiera debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a Don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

Cabe recordar aquí lo que señala Borges: cuan poco importa la realidad de sus presuntas hazañas, frente al maravilloso encanto de la amistad que sentimos hacia ellos.

La vocación psicoanalítica

Si reflexionamos sobre la última e irreductible “razón” que motiva el ejercicio de nuestra actividad profesional psicoanalítica, nos encontramos con la inevitable necesidad de insuflar vida y contorno en los indefinidos fantasmas (angelicales y demoníacos) que necesitamos externalizar y contemplar para seguir viviendo.

Acuden a nuestra memoria algunas de las frases con las cuales Bécquer introduce sus Rimas: Fecunda, como el lecho de amor de la miseria […] mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de mi cabeza […] Sus creaciones […] pugnan […] disputándose los átomos de la memoria como el escaso jugo de una tierra estéril. […] No quiero que, en mis noches sin sueño, volváis a pasar por delante de mis ojos […] pidiéndome […] que os saque a la vida de realidad, del limbo en que vivís semejantes a fantasmas sin consistencia.

Tanto Simenon como Fellini se han ocupado de una cierta ubicuidad de la derrota (en el inexorable derrotero de toda vida humana) y lo han hecho hasta el punto en que llegaron a considerar explícitamente (de acuerdo con lo que surge de la correspondencia epistolar que recíprocamente sostuvieron), que constituye la motivación primigenia y esencial de toda creación artística.

La cuestión no acaba sin embargo en las importantes conclusiones con las cuales los dos aceptan la inexorabilidad de la derrota y su valor como musa inspiradora de la creación artística. Sus conclusiones pueden aplicarse al ejercicio psicoanalítico que se realiza motivado por una genuina vocación, que surge de la necesidad de encontrar allí, proyectado en el paciente, y en el punto de urgencia compartido, precisamente aquello que necesitamos resolver en nuestra propia vida.

Cuando las palabras “sobran”

Porchia señala: Lo que dicen las palabras no dura. Duran las palabras. Porque las palabras son siempre las mismas y lo que dicen no es nunca lo mismo.

A pesar de que las palabras parecen ser siempre insuficientes, es cierto que necesitamos decir, y que, con frecuencia, para decir hablamos. Esta condición del ser humano nos permite ingresar en algunas consideraciones, que atañen al psicoanalizar en un tratamiento psicoanalítico.

Durante años pensamos que lo esencial consistía en la precisión y el cuidado con el cual “elegíamos” las palabras acertadas en nuestra tarea de hacer consciente lo inconsciente que, permaneciendo reprimido, formaba parte del punto de urgencia “estando allí”, necesitando un pequeño empujoncito para entrar en la consciencia (como una verdadera transformación, muy distinta de lo que Freud consideraba una doble inscripción, una copia que coexiste con el original inmodificado que persiste en lo inconsciente).

Ya no pensamos así. Recordemos las impecables palabras de Bion: En este punto del camino, el psicoanalista que se equivoca enseña a su paciente psicoanálisis, en lugar de otorgarle una experiencia emocional irreversible.

Hoy hemos aprendido que, cuando un significado, sea penoso o agradable, nos inunda con una riqueza plena de matices inefables, no nos faltan palabras, porque, ofendidos o complacidos, acuden a nuestros labios en sucesivos y expresivos borbotones. Lo esencial reside en mantener nuestra permeabilidad a la contratransferencia. Es lo que quiso, hace más de dos mil años, trasmitirnos Chuang-Tzu: El anzuelo existe para el pez. Una vez obtenido el pez, puedes olvidar el anzuelo. La trampa para conejos existe para el conejo. Una vez obtenido el conejo, puedes olvidar la trampa. Las palabras existen para el significado. Una vez obtenido el significado, puedes olvidar las palabras. ¿Dónde puedo encontrar un hombre que haya olvidado las palabras para poder hablar con él?

Reparemos en la pregunta con la que su mensaje culmina, porque es allí, en esa imprescindible e inconsciente necesidad de quien ha decidido recurrir al psicoanálisis, en donde reside la auténtica tarea del paciente y su psicoanalista.

La hipótesis holográfica

Junto con la constatación de la importancia que posee una interpretación ubicua que, trascendiendo las limitaciones del aquí y ahora, respeta la operatividad del presente atemporal y logra apresar la significancia de lo que trascurre más allá de las palabras, descubrimos que, utilizando las hipótesis Prometeo y colmena, progresamos, poco a poco, en una técnica que (pensando en que una holografía “pone fuera”, de manera tentadora e inaferrable, algo propio que “necesitamos ver”), podemos representar “gráficamente” con el nombre que elegimos: hipótesis holográfica.

DISCUSIÓN

Dr. Gustavo Chiozza: Bueno, muchas gracias por la conferencia. Hay dos puntos sobre los que quería preguntarte, uno es bastante más sencillo y el otro es un poco más complejo, no sé por cuál empezar. Bueno, empiezo por el más complejo.
Vos hacés todo un repaso de la técnica y, claro, ha pasado tanta agua abajo del puente que uno vuelve a leer las primeras cosas y le suscitan pensamientos desde una posición obviamente distinta. Hace bastante tiempo, cuando… no creo que fue cuando di el seminario de interpretación de los sueños, a lo mejor fue después, pero pensando en el tema de los sueños, quizás en algún grupo de estudio o cuando comenté la película “Abre los ojos”, que tiene tanto de los sueños, tuve como una cierta revelación, de que, cuando uno estudia lo que plantea Freud de qué son los sueños y cómo se constituyen… voy a ir más específicamente, Freud habla del trabajo del sueño y los mecanismos del trabajo de sueño, que son la condensación, el desplazamiento, el miramiento por la figurabilidad, y a veces incluye la elaboración secundaria y otras veces la deja como un efecto posterior. Entonces él explica que el camino interpretativo, si bien no tiene que seguir los mismos pasos, tiene una dirección inversa a la del trabajo del sueño. Y entonces, inevitablemente -vos has destacado muchas veces que Freud tenía un carácter bastante obsesivo, y sobre esto también voy a volver-, uno se queda con la sensación de que interpretar un sueño básicamente consiste en volver a su lugar lo que está desplazado, expandir lo que está condensado, transformar en pensamientos, en palabras, lo que está vertido en imágenes, y bueno, deshacer la elaboración secundaria, y que entonces, resultado de este procedimiento, te quedaría en el fondo del vaso la interpretación. Y yo me di cuenta de que no es así, de que uno interpreta un sueño cuando lo entiende. Y, cuando lo entiende, después utiliza estos argumentos para decir la interpretación estaba allí. Releyendo ahora todo el tema de la interpretación de la neuralgia facial de Dora -en parte repasando lo que vos traés de lo que dice Freud, y en parte repasando lo que vos traés de lo que decías vos en otro momento-, también a la luz del tiempo transcurrido, tuve la sensación de una cosa completamente innecesaria. Es decir, bastaba imaginarse a K sonriendo, a Dora dándole un bife, a Dora vengándose, abandonando el tratamiento de manera prematura, a Dora leyendo la noticia, a Freud teniendo la ocurrencia de que esto debe haber tenido que ver con el diario, y la confirmación, y ya estaba todo dicho. Y uno lo puede decir de esta manera que lo dicen ustedes o de cualquier otra, porque no importa la manera, lo que importa es lo que estaba dicho, y esto va al tema de que las palabras sobran. Pero, al mismo tiempo, puedo recordar en ese “yo del pasado”, cómo nos tuvimos que adaptar a entender esta sustancia con la que nosotros trabajamos, y entenderla desde una manera de pensar donde esto no estaba, y cómo de alguna manera el trabajar tantos años con esta sustancia, que no es el inconsciente, que es el psiquismo, digamos, y su manera de funcionar, nos empieza a generar un hábito y que a veces uno ve este hábito cuando se encuentra con alguien que no lo tiene, y que le parece todo muy ajeno. Y entonces pensaba, todo ese pensamiento causal contenido en la explicación del episodio Dora-Freud, que es razonamiento, es un razonamiento que en su momento fue necesario para generar una convicción, una convicción que es un afecto. Entonces, también lo intelectual es un poder, otra frase de Freud. Entonces pensaba, si bien yo estoy de acuerdo con el tema que vos llamás “interpretación inclusiva”, esta cuestión de no suscitar tantos pensamientos me da un poco la sensación de que, en la manera en que vos lo expresás, es como si fuera una cuestión muy blanco y negro. Y yo tengo la sensación de que una cosa es plantear el norte -no para llegar, sino para dirigirnos- y otra cuestión es decir “esto sí y esto no”. Nosotros tenemos que hacer lo que necesitamos hacer, y, si bien es cierto que hay interpretaciones que tienen una formulación más afín a ciertos procesos de razonamiento, igual me siguen pareciendo que son bastante buenas. Seguramente alguien podría sustituirla por una mejor, pero mientras yo no la pueda sustituir por una mejor, no me parece tan mala. Y si yo me voy a atemorizar de que mi supervisor me rete porque estoy haciendo pensar al paciente, me parece que esto de alguna manera también constituye un impedimento.
El otro tema es que vos le das mucha importancia a esta cuestión de la interpretación, del lenguaje de la vida y finalmente el tema del lenguaje inclusivo, la poesía y la poiesis, y yo comparto esta cuestión. Pero también comparto esta otra cuestión, de que la contratransferencia es el genuino agente terapéutico, y que entonces, ¿cuál es el valor de la interpretación formulada cuando, de alguna manera, nos salimos de este proceso racional de que nosotros tenemos que identificar lo que le pasa al paciente y decírselo de una manera que él comprenda lo que a él le pasa, cuando nos salimos de este modelo, y pensamos en un vínculo, que, en la medida en que cambia alguno de los dos del vínculo, ya también el vínculo opera un cambio? Entonces pensaba que no está muy dicho por Freud qué es lo que le interpretó a Dora. Él menciona que él la perdonaba, cosa que me imagino yo que a Dora tampoco le debe haber caído muy bien. Pero, no cabe duda de que el hecho de que Freud haya comprendido y haya, primero incurrido a la sonrisa, pero también en el hecho de perdonarla, que considero… no sé cómo lo formuló, pero independientemente de cómo lo formuló, el hecho de que él haya podido sonreír y después darse cuenta de su triunfo y su necesidad de perdonar que también es un perdonarse, debe haber tenido una influencia terapéutica en la cuestión. Entonces… yo tengo la sensación de que desde que vos empezaste a hablar de la importancia de la interpretación inclusiva y a señalarla en los materiales o a señalar su falta en los materiales, yo, desde otro lado, he recibido una inmensa persecución de la gente que supervisa con vos, que me parece, de alguna manera, en lugar de estar facilitando la comprensión, hace que muchos analistas, en lugar de estar con sus pacientes, estén con su supervisor durante la sesión. Entonces esta es un poco la primera cuestión. Creo que la poesía, cuando comunica… yo por ejemplo no soy una persona muy afecta a la poesía, soy más de la prosa. Reconozco que, en algunas poesías, hay cosas que están dichas de una manera que son insuperables. Y muchas de esas cosas que me parecen insuperables ni siquiera las puedo explicar, pero me conmueven. Pero también es cierto que hay muchas cosas que no me llegan de la poesía porque no las entiendo. Y, cuando no las entiendo, me dejan muchísimo más frío que la prosa o que inclusive un discurso más racional que a veces también me conmueve, un buen pensamiento, ¿no? O cuando una cosa que no la hubiera podido aceptar, a partir de una buena explicación, ahora se me hace verosímil o se me hace comprensible. Entonces creo que también ambas cosas son importantes. Esta era la cuestión que me resultaba un poco más compleja de transmitir, no sé cuán efectivo he sido, cualquier cosa puedo volver a intervenir.
La segunda cuestión, un poco menor, es esta cuestión de esta metáfora que vos utilizas de la digestión para hablar de la elaboración y el procesamiento de una interpretación, con la que estoy de acuerdo, pero que lleva a un número de veinticuatro horas, ¿no? Y esto también me ha llegado… no porque yo piense que las cosas que me llegan son las que vos decís, pero es lo que los otros entienden de lo que vos decís. Y me llega particularmente con un paciente que viene del interior y entonces lo tengo que ver, en poco espacio de tiempo, hacer más de una sesión. Lo cual yo estoy seguro de que vos estás de acuerdo que, independientemente de lo cierta que pueda ser esta cuestión de la digestión, también está el tema de que variará aquél que come una vez por mes con el que come todos los días. Y, por otro lado, también es como… por empezar, que no en todas las sesiones yo puedo producir algo para digerir. Y, muchas veces, cuando puedo producir algo para digerir, a veces son unos canapés. No es que yo en todas las sesiones estoy listo para servirle un plato o una comida completa, porque considero que eso es muy difícil y no ocurre siempre y que parte de la frecuencia, de la frecuencia elevada, uno de los sentidos, no es que yo tengo toda la cocina, toda la comida preparada y necesito que el paciente venga rápido para ir liberando el freezer. Yo necesito contacto para poder producir que el vínculo se desarrolle, entender qué es lo que está pasando, cuál es mi situación y a veces lleva tiempo cambiar. Entonces a lo mejor si en la sesión de la mañana no produje nada, y el paciente -este en particular- viene a la tarde, me parece muy bien que venga. Yo igual estoy de acuerdo en que, por ejemplo, atender a un paciente doce sesiones semanales, de lunes a sábado, a la mañana y a la tarde me parece un exceso. Tal vez si tuviera que justificar o si tuviera que llegar a un número ideal, me costaría decir por qué cuatro o por qué cinco o por qué tres. Tengo la experiencia de que dos es muy poco y me cuesta mucho trabajar, y tengo la experiencia de que, con cuatro, trabajo mejor, y con cinco también trabajo bien, no me parece un exceso. Y que muchas veces un vínculo muy frecuente genera otras formas de resistencia, la idea de continuar con lo de la sesión anterior y este tipo de cosas que pienso que no vale la pena abundar. Pero… entiendo yo que vos no lo pensás de una manera tan concreta, pero por eso cuando acá llegás a la conclusión de veinticuatro horas me parece que es un tipo de concreción que a mí me genera un poco el temor de que el espíritu se transforma en regla y que, de alguna manera, el significado se transforma en las palabras, y no las palabras en el significado. Bueno, estas son las cosas que se me ocurrieron ahora, muchas gracias.

Dr. Luis Chiozza: Bueno, te voy a contestar primero a vos, porque has dicho un montón de cosas y no vale la pena que se acumulen. Lo primero que hablás, del blanco y negro, y lo que hay que hacer y la persecución por lo que hay que hacer, bueno, quiero volver a leer el párrafo, que -entre paréntesis- está con negrita. Dice así: “Es muy importante tener en cuenta que los jalones de la técnica que en distintas épocas hemos recorrido, constituyeron las experiencias que nos han enriquecido dentro de inevitables avances y retrocesos, y que, dado que continúan vivas en nuestro interior, podrán y deberán ser utilizadas en el buen saber y entender de cada uno, junto a la nueva modalidad inclusiva en los momentos en que parezca conveniente”. Si algún alumno chupamedias dice que para que para tener mi afecto tiene que interpretar en inclusiva, es problema de él. No es que yo le estoy diciendo a los alumnos que tienen que interpretar en inclusiva, les estoy diciendo esto es una manera de interpretar que considero valiosa, pero también considero valioso que cada uno sepa, a su mejor saber y entender, qué es lo que puede usar. Entonces, de alguna manera también, yo creo que hay un poco de tremendismo en este asunto de decir, “ah bueno ahora la nueva moda es así y si no hacés eso, perdés el afecto y perdés el aprecio”. Entonces a mí me parece que este es un punto central, y bueno, creo que estoy expresando claramente que no me parece mal que alguien interprete como le sale, es más, le he dicho concretamente a mis amigos que yo no me la paso interpretando en inclusiva. Y las personas que se analizan conmigo lo saben, porque yo interpreto como puedo y no siempre voy a interpretar en inclusiva. Voy a interpretar a veces de una manera, a veces de otra, y bueno, esto no significa que esto no sea un elemento que puede ser valioso, pero que, como vos mismo decís, usando la metáfora conocida, el norte no es un lugar para alcanzar, sencillamente es un lugar que marca una dirección hacia donde te encaminas.
Otro tema muy interesante que vos planteás es el tema de ¿por qué entonces si lo que cura es la contratransferencia, tanta palabra? Bueno, por una sencilla razón, por la misma razón que no conozco cancha de fútbol en donde se hagan goles y no se grite “gol”. Es decir, porque lo que mete la pelota en el arco no es la palabra “gol”, es la patada, pero la patada se acompaña de la palabra “gol” de una multitud. Es decir, que de alguna manera forma parte de un proceso casi indivisible. Entonces yo no diría que es la verbalización lo que cura, es más, vos mismo lo citas que lo he dicho muchas veces, lo que cura es la contratransferencia que llega antes que la interpretación; pero resulta que la interpretación casi siempre la acompaña, es como si fuera un fenómeno natural, por así decir. Es muy difícil imaginarse que se podría vivenciar completamente un partido de fútbol en silencio, en donde ocurriera el fenómeno, se hiciera el gol y no hubiera una multitud estremecida que está gritando “gol”. Bueno a mí me parece que esto es parte de la cuestión, porque ¿de dónde surge el hablar? También cuando un sujeto está enamorado siente que, de alguna manera, le surge la palabra.
Por otro lado, cuando vos hablás de la poesía y la prosa, quiero aclararte que cuando yo hablo de poesía, digo explícitamente que no me refiero a la cadencia y al ritmo de una poesía en verso, me refiero a la poiesis, a la creación, a lo que pone emoción acompañando lo que se verbaliza. Uso la palabra “poesía” como poiesis, no como versificación. Este es un punto también importante. Esto con respecto a la parte más compleja que creo que tiene que ver mucho con este párrafo que está en negrita.
Y después, el tema de la digestión. Es muy interesante porque vos decís cosas que de alguna manera me hacen pensar que no he logrado transmitir bien la cuestión. Siempre pasa algo, no es que, como vos decís, en una sesión el sujeto, sí, recibió alimentación, pero es un canapé. Ah, bueno, pero si es un canapé, le está sucediendo dos cosas. Primero, que come un canapesito, y segundo, que lo que no ocupa en su estómago una comida gratificante, está presente como hambre y frustración y está lleno igual de eso; y está lleno, o de amor y de gratificación, o está lleno de resentimiento; está lleno igual. Es decir, por eso yo muestro que cuando dos novios se encuentran y la novia se fue a la peluquería y está toda bien peinadita, y viene el novio y en lugar de decirle “qué linda que estás”, se le ocurre decirle “te cambiaste el pelo, no te queda tan bien”, la noche está arruinada. Es decir, ahora habrá que esperar que se le pase. Esto es lo que llamo “tiempo de decantación”. Porque lo que no se llena con gratificación, se llena con frustración. No es que no pasa nada, en las sesiones que no pasa nada, lo que pasa es que no pasa nada, y esto también pasa. Entonces a mí me parece que este es el punto que aclara la cuestión. Cuando yo no produzco algo para que el paciente digiera, estoy produciendo insatisfacción, y esto también se le tiene que pasar. Ahora, ¿por qué, vos decís, digo veinticuatro horas? Y, no serán exactamente veinticuatro horas, pero tampoco es tan lejos de veinticuatro horas, ¿sabés por qué? Porque hay una cosa que se llama ritmo circadiano. Cuando nosotros decimos que el paciente no es lo mismo que haga una sesión por semana, a cuatro o tres por semana, ¿qué decimos? Decimos es un ritmo biológico esto. Para hacerse un entrenamiento tiene que ser no menos de tres veces por semana, para rehabilitar un músculo es la misma historia, para aprender un idioma es la misma historia, es un ritmo biológico. Pues las veinticuatro horas es un ritmo también, es un ritmo circadiano, es un ritmo en donde aparece toda una especie de hábito que se le mete al sujeto adentro, la sucesión del día y de la noche y del día siguiente. Y esto da un tiempo de elaboración que no se puede hacerlo igual. Es cierto que hay gente que vive en el interior y le cuesta venir y cuando viene quiere hacer dos sesiones ese día. Pero, Gustavo, vos mismo has dicho muchas veces que cuando una persona está enferma, necesita un tratamiento y si no lo puede hacer, se tendrá que mudar de lugar, pero las necesidades del tratamiento no tienen nada que ver con el lugar donde el sujeto reside. Por lo mismo decimos que el tratamiento presencial es mejor que el tratamiento por video videoconferencia. Hacemos el tratamiento por videoconferencia, lo tratamos de hacer lo más parecido posible, pero sabemos que la presencia es la presencia. Con esto pasa lo mismo, es decir, es muy diferente el resultado. Esto es lo que intento decir. Y, por supuesto, ustedes dirán esto lo procesaremos. Tal vez… no me ha pasado, pero me podría pasar que tenga que desdecirme de algo que dije, en general no me sucede, porque cuando digo lo que digo es porque me ha vencido lo que digo, no lo digo porque sencillamente es producto de la última ocurrencia. Y por ahora sigo convencido de que en realidad si no se puede hacer de otra manera, probemos como quieran, pero es mejor que no haya dos sesiones en un día. Esto es lo que me parece, que es independiente de otras condiciones, como son independientes tantas cosas en el tratamiento médico. Me acuerdo que vos me has dicho que si un sujeto vive en un lugar húmedo, que le hace mal a sus pulmones, es inútil que insista en vivir ahí, porque estaría mucho mejor si viviera en un lugar con aire menos húmedo. Bueno, esto es lo que puedo decir de lo que dijiste y te agradezco muchísimo toda la profundidad con que has analizado lo que digo y tus inteligentes participaciones.

Lic. Liliana Casali: Bueno, yo también te agradezco el tema que vos traés y que hayas hecha una brevísima introducción cuando hablaste de que, bueno, hoy nos traés la tercera de las hipótesis, desde un trabajo que venís haciendo de estructurar las bases fundamentales del psicoanálisis en la forma de tres hipótesis fundamentales. Y no puedo dejar de recordar que es una necesidad que surgió hace un tiempo, cuando algunas de nosotras intentamos una revisión panorámica a partir de tratar de ubicarnos hoy en cuales eran los conceptos fundamentales y distintos de aquellos que llevaron a reunir al primer grupo de Cesio. Y que, de alguna manera, esto que vos traés como hipótesis que sintetiza jalones o etapas fundamentales en la teoría de la técnica, a mí me parece que es algo importante que necesitamos comprender, esclarecer entre todos, comprender mejor, y bueno, en este sentido te lo agradezco.
Respecto a esto que vos nos traes, a mí me da la impresión de que la manera en que vos desarrollás las notas esenciales, si bien nosotros conocemos muchos de los conceptos, en la manera en que vos lo desarrollás, traes cuestiones esenciales que están, a mí gusto, como yo lo entiendo, me pareció que era una especie de metálogo de lo que traes de Gebser de “Origen y presente”. Porque en la misma cita -que yo también había reparado- que vos subrayás en negrita, decís que todos los jalones de la técnica, independientemente de sus orígenes, están vivos en cada analista y cada uno los puede usar según su buen saber y entender. Y en todo está, me parece, presente esta idea, que a mí me resignificó algunas cuestiones originarias. Por ejemplo, cuando Freud habla de que fundamentalmente el paciente es un semejante, cuando Freud dice, por ejemplo, que la primera forma en que aparece lo reprimido es a través de la proyección, me hizo pensar que esto que vos traes, como otra metáfora, de la necesidad de externalizar los propios fantasmas, demonios, o ángeles, en Freud estaba implícito en el pensamiento originario, dicho de otra manera; y así muchas otras cosas. También me resultó interesante cuando vos decís que esta era una inquietud de Cesio, que buscaba una manera de interpretar que se acercara más a la idea de Freud de cómo funciona lo inconciente, sin tiempo. Y que esta manera de interpretar que vos traés, que sería un nuevo jalón que estamos tratando de entender -que despierta inquietudes, dudas, resistencias-, trae una cuestión que es muy interesante, para pensar, para seguir elaborando, discutiendo, en fin… Yo quería hacerte algunas preguntas, porque son muchas las cosas que vos traés.
En una parte vos decís que en la evolución de la técnica fue predominando -y traías lo que dice Freud- la interpretación explicativa, más racional, más en términos de por qué sucede lo que sucede; podríamos decir un predominio de la intelectualización, cuando funciona mal. Y vos decías de la importancia de prestarle atención al proceso primario. Entonces, yo te quería pedir si pudieras hablar algo más, en el sentido de esta cuestión que traía también Gustavo, en el sentido de la importancia de la contratransferencia, pero como captación directa, emocional, de lo que el paciente siente, como lo que de alguna manera conceptualizamos como la intuición. ¿Qué es lo que dificulta el desarrollo, por decir así, de esta capacidad? ¿Tiene que ver con el carácter?, ¿con la formación psicoanalítica que tenemos o que hemos recibido? Si vos nos pudieras hablar un poco más de ese tema.
Después también te quería preguntar, porque, bueno, sabemos que, en la evolución de la técnica, la importancia pasó de la comprensión del síntoma al análisis del carácter. Y en una época, o como muchos de nosotros nos formamos, empezó a resultar importante prestarles atención a los rasgos neuróticos del carácter del paciente desde el vamos, como si fuera el hilo rojo, el norte al que apuntábamos en el trabajo psicoanalítico. Ahora, a la luz de todas las cuestiones que se van resignificando, los conceptos nuevos que, de alguna manera, se desarrollan más en lo que sería la “hipótesis colmena”, que también sería interesante que en algún momento la pudieras traer para comprenderla mejor, por ejemplo el tema de la ilusión del yo, la idea de que lo que existe primaria y fundamentalmente es la relación, uno es uno con uno y es otro con otro… ¿Cómo podríamos definir cuál es el norte, el centro de nuestra atención, en el proceso analítico? En algún momento hablaste de los puntos de urgencia compartidos, pero te quería preguntar si podías hablar un poco más de ese tema.
Y otra cuestión que creo que vos lo has tratado en algunos escritos, pero no tuve posibilidad de revisar, es el tema del arte y el psicoanálisis. Tu último libro, el que nos vas a traer en pocos días, “Psicoanalizar arte y teoría”. Entonces pensaba, porque recordaba el trabajo de Freud sobre el creador literario y el fantaseo, donde habla del tema de la creación artística, que vos volvés a traer con Simenon, con Fellini, y esta cuestión de que alguien se hace artista o se hace psicoanalista porque necesita externalizar o poner afuera sus demonios y sus ángeles. Pero pensaba, aparte de la diferencia en la técnica, ¿qué es lo que diferencia al psicoanalista? ¿La necesidad de comprender qué se oculta detrás de sus ángeles y sus demonios? Es decir, ¿el significado inconsciente? ¿eso sería lo esencial que diferencia una vocación, o una elección u otra? Te quería preguntar si podías también hablar un poco sobre eso y, bueno, muchas gracias.

Dr. Luis Chiozza: Bueno, si es un metálogo de Origen y presente, sí. En realidad, debo decir que lo he cambiado un poco, no sé qué pensaría Gebser si me escuchara y si no es un poco de arrogancia mía frente a un autor tan profundamente erudito y bien fundamentado, cambiarle un poco el título, ¿no? Pero para mí, yo prefiero Origen y futuro, en el presente, porque para mí el presente atemporal no es solamente lo que todavía no terminó de ocurrir y continúa ocurriendo, sino también, no lo que va a venir, sino lo que ya comenzó. Y esto no es una pavada, cuesta meterse con esto, estoy convencido de que no lo voy a poder transmitir con suficiente éxito en la vivencia de ustedes, pero sí quiero decirles que a mí ya me empieza a funcionar así un poco, porque para mí el tiempo cambió. Para mí el tiempo no es solamente el tiempo kairológico, en el cual suceden cosas no suceden cosas, sino también es algo así como que… un poco como si el tiempo desapareciera y fuera algo… es un eterno presente. Y que es la única, diríamos… bueno, Einstein lo dijo de una manera que cuando uno lo lee, uno entiende lo que dice, pero una cosa es entender y otra consentir con lo que dice. Einstein le dice a la viuda de un amigo “para nosotros, físicos convencidos, pasado, presente y futuro, en el sentido cronológico, son una ilusión». Y bueno, llega un momento en que uno se empieza a dar cuenta de que no puede vivir de otra manera que en un presente y que todo es interpretado desde ahí. Es más, hasta el día de ayer lo interpreto hoy distinto de como lo interpretaré mañana. Entonces ¿qué sucedió? ¿lo que pensé ayer que había sucedido? ¿o lo que pienso hoy que sucedió ayer? Y no puedo recurrir a la cuestión de decir “ahora sí, ahora sí ya sé lo que sucedió”. No, ahora sé lo que sucedió desde hoy. ¿Y mañana? Y mañana no sé, ¿no? El autor más parecido -aparte de algunas cosas de Borges, que esto lo dice de una manera u otra, porque Borges era enormemente profundo-, donde se ve muy bien esto es en Porchia, cómo se mueve como pez en el agua con estas cuestiones que, de alguna manera, son profundizaciones del sentido. Por eso hay cosas que uno no entiende y un buen día dice “¡ah! ¡era esto!”. Bueno esto con respecto a los metálogos de Origen y presente.
La cuestión de que la proyección es la primera consciencia de Freud y que esto está implícito en lo que estoy diciendo yo de la hipótesis holográfica, pero por supuesto, yo creo que se trata de lo mismo, dicho de otra manera. Creo que cuando Freud dice la primera manera de hacer consciente algo es proyectarlo y hacerlo retornar como percepción exterior, o sea que antes de darme cuenta de que soy egoísta, lo voy a ver en él. Y un buen día me daré cuenta de que lo que yo veía en él, en realidad era mi propio egoísmo. Pero claro, darle esta imagen gráfica, cuando uno ve una holografía, ve algo muy diferente que cuando uno se mira la cara en el espejo. Forzando un poco las cosas, podría decir que la cara en el espejo tiene algo de esto. ¿Qué es esa cara en el espejo? ¿Existe? ¿No existe? El que existe soy yo, la cara es nada más que una imagen. Bueno, mucho peor es si acá está flotando en el medio una mujer, un hombre, un elefante, un monstruo, algo que parece existir y que, cuando uno lo quiere agarrar, la mano pasa por arriba y no lo agarra, pero resulta que está. Es como las brujas, que no existen, pero que las hay, las hay. Esto me parece que es una imagen metafórica. Cuando hablo de la hipótesis holográfica, para nada estoy pensando en la holografía como luz polarizada y como que la imagen se repite en cada pedazo, pero más débil. Esto es la teoría física de luz polarizada, etcétera etcétera, de la holografía. No, yo me refiero a la holografía como hemos visto en las exhibiciones, que hemos visto una persona que está ahí y parece que está, y uno pasa a través y no está. Y me parece que es una buena imagen de esta proyección, que se presta mucho más para nuestra vocación psicoanalítica. En realidad, lo que yo estoy diciendo acá rotundamente es que para mí la vocación psicoanalítica es eso, fundamentalmente y nada más que eso. Que nosotros somos un tipo particular de sujeto que ha necesitado resolver sus cosas viéndolas en otro. Y que no hay otra forma de interpretar que no sea… que yo no puedo ver en el paciente lo que no es el punto de urgencia compartido, no lo voy a ver. Es decir, yo analizo al paciente y yo soy, es decir, yo no analizo a un paciente, a ver si me explico, se produce una dupla en donde hay un proceso que es una pareja analítica, y es como un matrimonio. En un matrimonio ninguno de los dos es como era. Y, si cambia el matrimonio, cambia cada uno de ellos. Si dos personas se divorcian y se casan con otros, los que van a ser, como decimos muchas veces, el otro va a soplar en otro lugar del farolito chino. Y uno, con otro, va a ser distinto de como era con el primero. Bueno, esto, por un lado.
Después, lo que vos decís de Cesio y la inclusiva. La palabra “inclusiva” la usa Cesio. Ahora, yo, si tuviera que subrayar, diría que me parece más importante el concepto de “ubicuidad” que el concepto de “inclusivo”. Claro que, cuando hablo de ubicuidad, estoy incluyéndolo. Pero lo que importa es que, al ser tan ubicuo, desaparece el ‘aquí y ahora conmigo’ como el ‘allí y entonces con él’, cada una de estas cosas es como si hubiera que irlas sumando. Y, vuelvo a insistir, no me parece mal que uno interprete así, porque yo mismo, como dije un montón de veces, me la paso interpretando de todas las maneras que puedo, y no todos los días puedo de la misma manera. Pero sí me parece que, cuando uno logra esta ubicuidad, el poder de convicción es totalmente otro, al paciente ni le pasa por la cabeza la idea de que esto no es así, porque es como si sintiera de pronto que se le junta todo y que se siempre ha sido así. Esto de lo cual se habla. Y ahí aparece lo atemporal. Aparece de una manera concreta, sin que le pongamos la palabra “atemporal”. Y, dicho sea de paso, la peor cosa que pasa con el proceso terciario, es llamarlo “proceso terciario”. Porque esto supone que hay tres: primario, secundario y después viene el terciario. ¡No! El terciario es el único que existe, y al llamarlo “terciario” es como si le diéramos existencia a los otros dos. Y lo describimos diciendo que es una combinación de primario y secundario, pero esto, no sé cómo decirlo, es como si describiéramos la cara como una combinación de la nariz con las orejas y los ojos. Pero la cara es la cara, no es la combinación de la nariz con los ojos y las orejas. Y el proceso terciario es el único que hay, los otros dos fueron un invento prediluviano del proceso terciario. Una vez obtenida la idea del proceso terciario se acabaron los tres procesos, hay uno solo. Fue siempre ese, hasta hoy. Porque no sabemos qué pasará mañana.
El otro tema que trajiste también es importante, lo subrayo porque me acuerdo muy bien de la forma explícita en que Freud se defiende, tal vez exageradamente, cuando dice “el psicoanálisis no es que le da legitimidad al proceso primario, lo que hace es agarrarlo y transformarlo en secundario”. Y esto me parece que es un error, porque transformarlo en secundario es precisamente negar el terciario.
Después está el tema de la intuición. Vos preguntás qué la dificulta. La respuesta es tan sencilla que probablemente es casi un malentendido, porque te voy a decir: la contrarresistencia. Es decir, lo que dificulta que vos puedas ponerte en contacto con eso es que, de alguna manera, es lo que tenés reprimido y te genera una enorme dificultad enfrentarlo, llevarlo de nuevo a la consciencia, que es lo que le pedís al paciente que haga. Y el paciente ¿por qué no lo quiere hacer? Porque ya las pasó negras cuando tuvo que reprimir, ahora hay que convencerlo de que tal vez reprimió y el precio que está pagando es muy alto. Entonces ¿qué es lo que le propone el psicoanalista? Llévelo de nuevo a la consciencia, a ver si ahora se le ocurre una solución mejor, ahora que usted tiene 45 años y no tiene 18 como cuando lo reprimio, o 5. Bueno, tampoco se lo podemos asegurar. Es decir, nosotros no sabemos, nosotros hacemos consciente lo inconsciente pero el que resuelve el problema después de qué es lo que va a hacer con lo que hizo consciente es siempre él. Como yo digo siempre, usando una metáfora, nosotros lo vendamos al paciente, pero el que pone la carne en la herida es él. Y si él no pone la carne de la herida, por más que lo vendemos, no va a pasar nada.
El otro tema, el asunto del carácter. Bueno, el tema del carácter es una cuestión muy complicada porque en realidad todo paciente viene como va una mujer a la cirugía estética: “Quiero que me toque un poquitito la nariz, pero quiero seguir siendo la misma”. Y bueno, y no va a seguir siendo la misma, aunque se toque un poquitito la nariz, Y además no se trata de tocar un poquitito la nariz, se trata de que uno no sabe. Uno ¿qué le dice al paciente? Pero esto que usted dice tiene que ver con lo que usted no quiere cambiar. Es decir, en realidad nadie lo va a obligar a cambiar, pero tiene que darse cuenta de la relación que existe entre una cosa y otra. Bueno, en última instancia, palabras más, palabras menos, estamos hablando de que no solamente psicoanalizarse, vivir es duelar. Sin duelar no se vive. Y, de alguna manera, entre los duelos, existe este de la transformación del carácter.
El tema que vos traes, muy importante, es que la hipótesis colmena lo que está diciendo es que las cosas no existen nada más que en su relación. En esto los físicos cuánticos insisten del derecho y del revés. ¿Qué sentido tiene decir que algo existe, si la única vez que se manifiesta es cuando choca con algo? Si no choca con nada, nadie puede asegurar que existe. Esto es lo que dice Rovelli, lo dice del derecho y del revés y lo dice muy bien. Esto es una cosa muy conmovedora, ver como un tipo que está en la física cuántica puede hablar de manera tan vivencial y habla de cosas metahistóricas, como la revolución de Anaximandro, cuando Anaximandro imaginó que la Tierra era esférica y flotaba en el espacio sin arriba ni abajo, cuando toda la humanidad pensaba que era plana y que estábamos arriba, y que abajo no había nada más que algo que la sustentaba. Y bueno, esto también es un misterio, ¿no? cómo pudo un tipo como Anaximandro pensar eso en esa época. Bueno. Siempre ha sucedido.
Después está el otro tema, ¿cuál es el norte? El norte, el norte al cual no se llega, pero al cual uno se dirige, que señala… nadie se compra una brújula porque quiere ir al polo norte, uno se compra la brújula para saber para adónde va. No es que está decidido a ir al Polo Norte cuando se compra la brújula, pero la brújula marca el norte, al marcar el norte, todos los puntos cardinales se ubican. Entonces el norte es hacer consciente de nuevo lo que una vez reprimí, para ver si ahora se me ocurre otro tipo de represión que pague un precio menor. Si lo consigo, me sentiré mejor, si no lo consigo, me resistiré, volveré otra vez a la misma represión, abandonaré el análisis, esto pasa todos los días.
Después, otra cosa importante, vos decís, “Psicoanalizar. Arte y teoría”, te referiste al nombre y tal vez pase desapercibido que no se llama el libro “Psicoanálisis. Arte y teoría”, se llama “Psicoanalizar. Arte y teoría” ¿Por qué pone el acento en la acción? Porque al principio fue la acción; el verbo. Y el psicoanalizar creó el psicoanálisis, no es el psicoanálisis el que creó el psicoanalizar. Es decir, la primera que eso lo sabe es la abuelita que, cuando entra a visitar al nieto y lo encuentra con un amiguito, parte el chocolatín. La abuelita no estudió psicoanálisis, pero ahí está psicoanalizando. ¿Qué quiere decir psicoanalizando? Comprendiendo lo que es el deseo del niño, entendiendo la situación. Y en ese sentido, volvemos a lo mismo, el arte precede a la ciencia, sin duda. Sófocles precedió en el complejo de Edipo a Freud. Y esto lo volvemos a ver nuevamente, porque nosotros hacemos una hipótesis sobre el cáncer y sobre la cuestión del incesto y todo esto y nos encontramos después con que tiene el artista… Así como lo que dijo Freud del Edipo apareció en Sófocles muchos siglos antes, lo que decimos de la relación del incesto, el cáncer y todo este tema, aparece ya en Sturgeon. Es decir, el arte siempre precede, y no es casual que Sturgeon, teniendo los trabajos, los retrasó veinte años antes de publicarlos, porque sabía el problema que iba a tener. Este es otro tema interesante, porque Goodwin dice si usted está diciendo algo que el ambiente no está acorde con esto, póngalo en un cajón y espere, espere a que los tiempos estén maduros. Y Mandelbrot, el que hizo la teoría de los fractales, hizo una versión de su libro sacándole todo lo que podía molestar. Y una vez que su libro fue aceptado, publicó la otra versión, donde puso todo lo que había sacado, y lo dice explícitamente.
Bueno, el arte precede a la ciencia, pero ahora está sucediendo una cosa muy interesante. Dos cosas quisiera subrayar. La primera es que el psicoanálisis reúne arte y ciencia. Y las reúne de una manera muy particular, así como la hipótesis colmena está generando una nueva ciencia para una nueva religión, y una nueva religión para una nueva ciencia; en donde ambas se reúnen para nacer distintas. Ustedes me preguntarán ¿y qué diferencia hay entre la religión que todos conocemos y esta nueva que surge de la hipótesis colmena? Es muy sencilla. Sencillísima. Para las religiones tradicionales, Dios creó el mundo. Para la nueva religión el mundo es Dios. Sencillamente, no hay diferencia entre el autor y la creación, es todo lo mismo. Esto es lo que de alguna manera surge, y ya está cuando escribimos hace muchos años la hipótesis sobre el Dios marciano, que decíamos que las raíces de Dios nacen de la misma trama mineral y viva del universo y de todas las sustancias, en fin. Gracias.

Lic. Mirta Dayen: Bueno, muchas gracias, Luis, por la conferencia, por este trabajo que nos traes. A mí me ha resultado muy útil, muy claro, me parece que esta enumeración tan prolija que vos haces desde los comienzos de la técnica nos viene bien a todos. A mí incluso me ha motivado también para ir a buscar, por ejemplo, trabajos que vos escribiste hace muchos años, por ejemplo, el de la localización y el momento de la enfermedad, hablando de Dora, pero ese otro trabajo era anterior. Yo ordené nueve jalones, algunos con sub-jalones, digamos, a) b) c), y fue una cierta sorpresa también darme cuenta de que, cuando empecé mi formación, muchos de los trabajos que en aquel momento no eran tan viejos, supongamos alrededor de los años 70’ ya estaban escritos muchos trabajos en colaboración y otros solo, como los trabajos del 66’, ¿no? ¿Por qué digo esto? Porque en realidad ya desde los primeros trabajos está clarísimo que el objetivo es hacer consciente lo inconsciente -me refiero incluso a Freud ahora, ¿no?- y encontrarse con el afecto que ha sido reprimido, pero en todo… Liliana hablaba de Origen y presente, a mí se me había ocurrido como un espiral, en donde ahora podemos decir exactamente lo mismo, el objetivo sigue siendo el mismo, pero ha pasado tanto, tantos años y tantos jalones y tantos cambios, que a mí me parece importantísimo registrarlo. Y que, por ejemplo, a partir de, sobre todo de los estudios sobre la contratransferencia, empiezan todos tus trabajos y todos los conceptos posteriores.
Por ejemplo, a mí me resultó conmovedor volver a encontrarme, dicho como decías recién, con otras palabras, cuál es la vocación psicoanalítica de encontrar en el otro algo que está en mí. Siempre se ha dicho que incluso ir a estudiar psicología es para ir encontrar cómo resolver los problemas personales y familiares, y después vendrá el atender al paciente. Pero entonces pensaba también que es una situación muy diferente la que se encuentra -con esto va una pregunta que te quiero hacer-, la que uno encuentra, como resistencias diferentes, la del analista que tiene muchos años de experiencia y va siguiendo los cambios en la técnica con sus propias resistencias, los va incorporando o no… vuelvo a destacar el párrafo ese que vos destacaste y también Liliana, el de la negrita, porque es cierto que uno después con cada paciente hace lo mejor que puede, a veces puede interpretar una sola cosa en la sesión, a veces no, a veces ni una, en otras se habla mucho, en fin, depende también con cada paciente. Pero vos dijiste al comienzo que una cosa es ir recorriendo los jalones de la historia de la técnica y otra cosa es el principiante. Entonces, claro, la cuestión que a mí se me plantea es cómo enseñar, ¿no? Cuando en el 2012, trajimos para la escuela el plan de estudios nuevo, los seminarios sobre técnica fueron muy diferentes a los que había antes, en los que se seguía prolijamente Freud 1, Freud 2, después Klein, la escuela inglesa, después Chiozza. En esos programas tratamos de integrar, pero claro, son diferentes resistencias y diferentes ventajas, ¿no? El que va entendiendo de a poco… por ejemplo, yo fui siguiendo estos cambios casi con mi formación. El alumno que empieza hoy primero estudia la teoría, después tiene el paciente, después tiene la dificultad de integrar lo que hace con el paciente con lo que estudió en la teoría, pero además vos decías ¿cómo enseñar ahora? ¿no? Porque uno puede partir de lo último e ir integrando lo anterior que es importante conocerlo también, y vos decías no es necesario seguir paso a paso, prolijamente, tal como ocurrió. Esta es una cosa que te quiero preguntar.
Y la otra tiene que ver con el tema del afecto y la palabra. Porque a mí me parece que es importante que admitamos que la palabra, cuando estamos hablando con el paciente -y no me refiero a cuando logramos alguna interpretación inclusiva, que es muy difícil y estamos tratando de aplicarlo-, me parece que también se puede entender cuando uno captó el significado, captó el afecto, lo puede decir de diferentes maneras, pero creo que también está implícito en lo que estás diciendo que a veces uno habla por hablar. Porque a veces la palabra, al revés de que puede servir para traer elaboraciones o para hacer más consciente aquello de lo que se está hablando, sustituye eso. Y creo que eso es una resistencia que vemos a menudo, cuando no nos está saliendo o no se está comprendiendo, entonces se llena ese vacío o ese silencio incómodo con palabras que no son interpretaciones que van al punto.
Bueno, creo que esencialmente quería referirme a estas cosas. Agrego una más, que conversábamos antes con Hilda, que yo creo que otra cosa que se trasunta del trabajo que nos traes, es que uno, al fin y al cabo, o uno con el paciente, o uno en la vida con las distintas personas con las que convive, es de algún modo, no sé si usar la palabra “personajes”, porque “títeres” no me suena muy linda palabra, pero algo así como que uno actúa complejos y conflictivas, tal como lo mostrás por ejemplo en el análisis de Dora, ese hilo que recorre las distintas cosas que suceden en la cara, van más allá de esos tres personajes también, es como una temática que se va a repetir y que nos va a usar, eso es lo que quiero decir. Bueno, muchísimas gracias.

Dr. Luis Chiozza: Bueno, ¿por qué repasar los jalones? Volvemos sobre el punto, ¿no? Porque están vivos y porque uno no puede desconocer lo que está vivo. Están vivos, están actuantes, influyen, pesan. Todos nos psicoanalizamos por lo mismo: porque no lo pudimos resolver dentro de la familia, muy sencillo. ¿Por qué? Porque ahí es donde intentamos resolverlo, después lo intentamos resolver con la familia de mi amiguito, y al final terminamos diciendo voy a intentar salirme de esta situación insoportable. Ahora vayamos a un punto que es importante, porque además aparece a cada rato y es un fenómeno continuo. ¿Por qué se produce este malestar en la supervisión? Porque, de alguna manera, suele suceder que una vez que uno encontró el significado, ya es muy… por así decir, ya no depende más de los detalles. Es decir, cada sesión tiene su punto de urgencia y el punto de urgencia es compartido y es una dramatización que está ocurriendo en una bipatía, como dice Racker. Entonces cuando esto aparece y aparece el tercer elemento, que es el llamado “supervisor”, que no se debería llamar “supervisión”, porque supervisión es cuando es en un estudio patobiográfico, porque el que supervisa, firma. Pero en lo que llamamos supervisión el que firma es siempre el que viene a supervisar, el otro no supervisa nada, el otro hace un ejercicio teórico-clínico. De alguna manera, es como si dijéramos es un contemplador que va a formar una unidad más. Esto lo saben muy bien las personas que supervisan el mismo material con un analista y después lo supervisan con otro, las cosas que surgen son otras. Aunque evidentemente uno podría decir que hay un elemento común, importante, que hace de esto una ciencia, ¿no? Ahora lo que ocurre generalmente es que una vez que uno le encontró lo que vendría a llamar lo fundamental que pasa en esa sesión y cuanto más rápido lo encuentra, más inconfortable se hace la supervisión. Porque viene el supervisado con el material que le costó desgrabarlo, tiene siete páginas; resulta que en las primeras diez palabras ya está el punto, y surge y uno ya tiene una cierta convicción: “esto no va a cambiar’”. Es más, lo puedo decir con conocimiento de causa, porque más de una vez me someto al deseo desesperado del que escribió siete páginas de que yo lea las siete páginas. Y termina por ser que una vez que uno lo encontró, lo encontró. A menos que se haya equivocado, pero bueno. Pero inmediatamente después se produce como si dijera “¿y cómo? me costó tanto trabajo desgrabar todo esto y ahora con los cinco primeros párrafos ya está?”. Y bueno, sin embargo, Racker lo mostraba muy clarito, cuando hacía la microcopia psicoanalítica, la hacía con pocas palabras. Y ha mostrado que es un método perfectamente justificable, ¿no? Esto genera siempre un malestar. Y bueno, entonces al que viene a supervisar se le acaba el material y entonces, en lugar de traer más material, que a veces pasa, que me traen tres pacientes y los vemos los tres, dice “bueno, pero tengo que también desgrabar tres pacientes, esto es un poco hincha”, ¿no? Bueno, esto, por un lado.
Después está el tema de las palabras. A mí me parece que hay un prejuicio bastante generalizado de que importan las palabras exactas. Y las palabras exactas nunca importan, importan cuando están acompañadas por todo lo que está detrás. Cuando uno no encuentra las palabras, hay una razón por la cual no las encuentra, y esa razón por la cual no las encuentra hay que atenderla, porque es muy importante por qué no encuentra las palabras. Pero sino las palabras sobran, nunca faltan. Es decir, cuando uno está compartiendo una experiencia, sea, como dije, de gratificación o de indignación, y está en contacto con esa experiencia, las palabras acompañan, sobran, es decir, son, como dije antes, la palabra “gol”, lo que pone la pelota en el arco es la patada, ¿no?
Bueno, el tema que decís Mirta de hablar por hablar es obviamente una actuación contratransferencial enormemente frecuente. Muy pocas veces logro convencer a la gente que viene a supervisar de que más importante que hacer una buena interpretación, mucho más importante es no hacer una mala. Y lo peor de todo es usar la sesión para hacer cuatro interpretaciones distintas porque la primera no anduvo, pruebo con la segunda, la segunda no anduvo pruebo con la tercera, y de alguna manera esto es como si hubiera venido el mecánico del auto y te dice “son las bujías”, pero el auto no arranca, después dice “debe ser que la nafta viene mala”, y tampoco arranca, a la tercera vez que el tipo dijo eso, uno dice “pare, pare, voy a llamar a uno que sepa”. Bueno y estas interpretaciones contradictorias las vemos muy a menudo: como esta interpretación no anduvo pruebo con esta otra. A mí me parece que, en realidad todo empieza porque uno no entiende. Lo primero que uno tiene que darse cuenta, como lo muestra muy bien el comisario Maigret, es que todo buen entender al paciente empieza porque uno entiende que no entiende. Después que uno entendió que no entiende, uno ya está mucho mejor; y sobre todo si uno aprende que no tiene la obligación de entender. Y yo cito para eso siempre a Freud, cuando dice “antes de poder decirle algo, tengo que saber mucho de usted”, como si dijera “mire, no me pida lo que no estoy en condiciones de dar”. Pues esto es lo que dice el comisario Maigret cuando todo el mundo espera que el sabio de Maigret, en cuanto entra, ya sepa quién es el asesino; y tiene una teoría el juez y tiene otra teoría el comisario local y cuando le preguntan a Maigret, Maigret dice “yo no sé”. Y bueno, en realidad por ahí empieza la cosa, por saber que no se sabe.
Y en cuanto al tema este de vivir, es importantísimo comprender que vivir es revivir permanentemente el drama. Y que este tema de que exista un drama tan misterioso como el Edipo, que nos lleva a preguntarnos: ¿cómo puede suceder esto de que una convivencia humana esté tan infectada desde el inicio por un conflicto que parece insoluble? Porque es siempre -aunque no llegue a la muerte física-, matar o morir, es la rivalidad, es una sensación que además es una rivalidad que se ejerce cuando el producto por el cual se rivaliza sobra. Esto es lo peor de todo, que la rivalidad suele ser absolutamente innecesaria, pero está necesitada porque es la repetición de un drama que hay que revivirlo. Bueno, pero, por otro lado, viene la otra cuestión, si no hubiera disconformidad, no habría ni siquiera vida. Esto se me hizo evidente cuando yo, leyendo a Porchia, dije ¿pero este hombre de dónde saca todo esto? E inmediatamente me di cuenta: de su disconformidad. Él vive disconforme, y en esa disconformidad está continuamente tratando de encontrar un modo de que sea más tolerable.
Gracias.

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