Luis Chiozza: “Tras la cuarentena y la pandemia vendrá una nueva Humanidad”
26 marzo 2021
A los 90 años, el psicoanalista avizora un nuevo modelo de civilización y advierte sobre la tecnología.
Por Pablo Calvo / Revista Viva – Clarin.com
https://www.clarin.com/viva/luis-chiozza-cuarentena-pandemia-vendra-nueva-humanidad-_0_B_dvz5v4y.html
El deseo de resucitar a las personas es el primer recuerdo que tiene Luis Chiozza de su vocación por la medicina. Su abuela había muerto y él, un niño con el espíritu movilizado, quería inventar una fórmula para devolverle la vida.
A los 15 años maduró, perfeccionó su oralidad, ordenó sus pensamientos en la escritura y empezó a publicar artículos en una revista donde llamaban la atención sus descubrimientos sobre el bienestar emocional de la gente y, más aún, su seudónimo secreto: firmaba como el “Doctor Futuro”.
Hoy, este médico y psicoanalista argentino tiene un currículum de 42 páginas, una obra completa condensada en 22 tomos y otros tantos libros que escribió después, porque en sus 90 años nunca paró de reflexionar sobre el mundo que viene.
Y lo dice en este reportaje con la revista Viva: “Después de la cuarentena, la pandemia y las transformaciones sociales que se han disparado, vamos hacia una nueva Humanidad”.
Ninguno de los datos consignados hasta aquí figuran en ese currículum, porque la charla se escapa por caminos informales, viaja al tiempo donde Chiozza jugaba al básquet en Independiente o diseñaba palabras cruzadas para los lectores de la revista Sucesos técnicos.
“De adolescente publiqué textos sobre la fauna submarina, las hojas de los árboles, la fotosíntesis o las colecciones de mariposas. Me interesaba la biología y la vida de los insectos”, evoca el autor de un libro sobre este tiempo de enfermedad global, La peste en la colmena, donde trata de asomarse a las incertidumbres que se aproximan.
Puesto a ver la película El dilema de las redes sociales, Luis Chiozza quedó hipnotizado, tuvo que ver el documental tres veces y un colega le desgrabó lo que allí se decía. Luego se convenció sobre el poder de las redes y sintió temor sobre su expansión adictiva y el desafío que esto representa para la sociedad.
¿Qué recuerda de su etapa como médico tradicional?
Que en los primeros años de la Facultad no me sentía muy cómodo. Encontrarme con los cadáveres… Estudiábamos los 4 tomos de anatomía del profesor francés Leo Testut. Cuando entré al hospital sí, me vino con fuerza el deseo de trabajar como médico, estuve 4 años como practicante mayor en la guardia del Argerich. Ejercí la medicina clínica seis años, inclusive llegué a hacer cirugía, que me gustaba, pero dejé por el psicoanálisis. Mi maestro en gastroenterología decía que había distintos orígenes de la enfermedad: cáncer, piedra o neurosis.
Ahí me encargaron que diera la parte psicosomática y me interesó muchísimo.
¿Qué es la medicina psicosomática?
Es una orientación que debería tener toda la medicina. El hombre es psicosomáticamente indivisible: cuando usted mastica un caramelo, ¿lo hace con el cuerpo o con el alma? Es inseparable una cosa de la otra.
Cuando dos amantes se besan, el cuerpo es inseparable del alma, un beso sin el cuerpo no es un beso y sin el alma, tampoco. Si a un beso usted le saca el alma, puede ser respiración boca a boca, pero no es un beso.
Los sentimientos no están en el corazón, pero el corazón tiene una participación tan importante que se usa como símbolo.
Tampoco el alma está en el cerebro, que es importantísimo para pensar, pero el alma está en el cuerpo entero, las emociones son sacudimientos de las vísceras. Y el hígado es importante porque simboliza la inteligencia práctica, la capacidad de materializar objetivos.
Antes, a una persona con capacidad de acción se le decía “tiene mucho hígado”. Estos tres órganos representan en forma simbólica la manera de ser, de la manera de vivir.
¿Y cómo hacemos para armonizar corazón, cerebro e hígado?
Bueno, es muy difícil, porque casi ninguno de nosotros los tenemos igualmente desarrollados. Hay personas con mucho corazón y poca cabeza. El negociante frío tiene mucha inteligencia, pero poco corazón, y le va mal en la familia, con los afectos. Todos tenemos una pata de este trípode más corta que las otras dos.
En el libro La peste en la colmena usted plantea que “encarar bien la vida da más ganas de vivir”. Ahora, ¿qué es encarar bien la vida?
Es un círculo beneficioso. Yo diría que más fácil que acertar, lo bueno es tratar de no equivocarse. Es más fácil evitar el error grosero que acertar con el camino más logrado. Las personas que han tenido éxito en la vida no ha sido de un saque, ha sido por un conjunto de correcciones.
El modelo de Henry Ford fue 10 por ciento de inspiración y 90 por ciento de transpiración, esfuerzo y corrección sobre la marcha. Los senderos naturales nunca son en línea recta, se abren paso, buscándoles las vueltas al camino, hay que ir adaptando los proyectos sobre la marcha.
Para ser feliz, hay que renovar permanentemente la lista de objetivos de acuerdo a las circunstancias. Es como cuando se traza una trayectoria en el mar: hay que tener en cuenta el viento y el agua, que corre y nos saca del rumbo hacia donde apuntamos.
Hay que tener en cuenta ese ángulo de derrota, palabra que viene de “fuera de la ruta”. A cada rato tenemos que recalcular la ruta de la vida, actualizar el objetivo y trazar la corrección del rumbo.
Vivir es como navegar, hay que ir corrigiendo permanentemente el rumbo.
En la película El dilema de las redes sociales, el creador del botón “me gusta” se arrepiente de haberlo hecho…
De lo que él está arrepentido es de la superficialidad que esto adquirió. Esa tecnología se ha convertido en una enorme adicción, un “chupete”, dicen allí, para los niños, también para adultos atrapados tres o cuatro horas al día por el celular.
Y está generando un cambio imprevisible que el inventor no sabe si será para bien o para mal. Yo nunca estuve desconectado de la tecnología, pero al ver esa película me di cuenta de la importancia de la transformación que está ocurriendo en la actualidad.
Se recuerda allí, también, que transcurren las últimas generaciones que conocieron las dos épocas, la “real” y esta “virtual”, pero que pronto serán todos nativos digitales y que quizás no noten la diferencia…
Bueno, está sucediendo que los niños ya no juegan juntos. Ni hablar de mi infancia con el balero, el yoyó, competencias con las bolitas, las figuritas, la rayuela, el elástico. Hoy juegan a distancia, en red, el teléfono los chupa.
La otra cosa impresionante es que las noticias falsas se difunden seis veces más rápido que las verdaderas, porque es un mundo realizado de acuerdo a la fantasía de los deseos.
Es un circulo vicioso: usted le indica al teléfono qué le gusta, el teléfono lo descubre y le produce la noticia o los contenidos que a usted lo complacen.
¿Cómo se evita la deshumanización?
En 1950, en Suiza, eruditos de distintas disciplinas decían que estaba ocurriendo un cambio en la historia de la civilización, tan importante como cuando se pasó del predominio del pensamiento mágico al predominio del pensamiento lógico y nació la edad moderna.
La religión se separó de la ciencia y apareció este desarrollo científico y tecnológico maravilloso que le permitió al hombre un crecimiento muy grande. En ese simposio de Saint Gallen apareció la importancia de la vida personal, el famoso “ciudadano”, el valor individual, la persona, la libertad de ese individuo.
Hoy es difícil concebir que, en una tribu, no existía una noción de la vida individual, es difícil vivir sin esta idea del “yo”. Pero ahora el “yo” se expandió demasiado, se transformó en egoísmo y esto genera una cantidad de perturbaciones enormes.
La distribución de las vacunas, las desigualdades sociales, los desempleados de la pandemia…
Lo que pasa hoy es que la gente quiere resolver cuestiones parciales, pero estamos en un problema global. No se puede salir de un problema global y complejo con soluciones parciales. Suele aparecer alguien y dice: “Yo quiero solucionar este pedazo del asunto”.
La ministra de Salud quiere solucionar esto, el de Trabajo, esto otro, y se produce la colisión. Esto se ve con claridad en tres sectores, la política, la economía y la medicina.
Me puedo equivocar en los porcentajes, pero, a grosso modo, yo diría que la medicina resuelve con éxito un 30 por ciento de los problemas de salud. En el otro 70 por ciento, la intervención médica generalmente empeora la cosa, no la mejora.
La medicina resuelve con éxito un 30 % de los problemas de salud. En el otro 70 %, la intervención médica generalmente empeora la cosa.
¿Y cuando el estado de ánimo afecta el sistema inmunitario?
Ahí usted tiene el “efecto mariposa”, las realidades complejas dependen de tantos factores que algo muy nimio, como el movimiento del ala de una mariposa en Pekín, produce un terremoto en Florida.
Entonces, en este tipo de situaciones tan complejas, la intervención empeora, por eso se producen las grandes discrepancias, las grietas.
¿Cómo se podría mejorar esta situación?
Siendo muy prudentes y tratando de ser conscientes (y lo que traté de hacer con este libro) de que hay que entender que esto no se entiende aún, y que está pasando algo de fondo.
Entonces, es tan grande lo que está pasando, que nuestra intervención puede que no modifique nada o empeore la cosa. Yo planteo que tratemos de ver cuál es el fondo de la cuestión.
Lo que vendrá
En una esquina de Núñez, los libros de Chiozza tienen olor a tabaco. Envuelven las cuatro paredes de su estudio, su colección de pipas y sus maquetas de barcos, con las que mantiene a flote su espíritu navegante.
En el mural del patio con parrilla tiene pintado un yate, con el que sale en busca de nuevas aventuras.
Al timón, suele ponerse a pensar. Y elabora conceptos que ponen en duda la continuidad de la actual organización de la sociedad.
“De hecho, la familia como institución va a ser sustituida por nuevas formas de convivencia aún desconocidas. Vivimos en una época en la que la familia está desapareciendo como estructura social y ya hay indicios de que va a ser reemplazada por alguna otra forma”, predice.
Y los grupos de pertenencia que nos constituyen serán diferentes , anuncia el “Doctor Futuro”.
Su último libro
En La peste en la colmena analiza el impacto del primer confinamiento mundial de personas sanas. El psicoanalista Luis Chiozza aprovecha la atmósfera de la pandemia y la cuarentena para plantear que, si no cambia, la Humanidad marcha hacia el colapso.
Con enfoques multidisciplinarios, miradas médicas y de analistas del mundo tecnológico en constante irrupción, este pensador propone “replantear continuamente nuestros fines y adaptar nuestros intentos a conjeturas siempre actualizadas.
Así vemos crecer la rama en el lugar que le permite el muro, sin resignar totalmente sus proyectos y sin mantenerlos, a todo trance, con absoluta terquedad, fracasadamente invariantes”.
Editado por Libros del Zorzal, este ensayo recuerda que “junto a las pandemias ‘biológicas’, también hay pandemias psicológicas” y que no se trata de buscar culpables, sino de reenfocar rumbos.