La verdadera pandemia fue la psicosis colectiva que generó el coronavirus
27 junio 2022
Entrevista realizada al Dr. Chiozza para el diario Infobae.
Por Adriana Schmorak / Infobae
https://www.infobae.com/leamos/2022/06/27/luis-chiozza-la-verdadera-pandemia-fue-la-psicosis-colectiva-que-genero-el-coronavirus/
El médico psicoanalista argentino Luis Chiozza, autor de títulos mundialmente conocidos como ¿Por qué enfermamos? (2007), Cuerpo, alma y espíritu (2010) y La peste en la colmena (2020), lanzó su último libro, titulado Soñar y decir también es hacer (Libros del Zorzal, 2022), el segundo de la serie “Apuntes de todos los días”.
“Apuntes de todos los días” es una serie compuesta por tres textos que se gestaron en la cuenta de Instagram del autor (@luischiozza). El primero, Lo que nos hace la vida que hacemos, ha sido publicado por Libros del Zorzal en 2021.
El segundo, Soñar y decir también es hacer, título que nos ocupa en esta entrevista, fue publicado por la misma editorial y se encuentra en venta en librerías tanto físicas como digitales. El tercer libro titulado Lo que no puedes hacer…debes contarlo aún está en proceso de gestación y sin fecha de lanzamiento, por ahora.
En sus libros, especialmente en Soñar y decir también es hacer, aparecen temas de enorme diversidad, tales como la oposición entre materia e idea, las enfermedades psicosomáticas, los cambios en la comunicación humana post-pandemia y la naturaleza del “yo”. Además, Chiozza reflexiona sobre el duelo, la culpa y la importancia del acto creativo con el propósito de darle un sentido a nuestras vidas.
– ¿Cuál es el motivo del título de su último libro, “Soñar y decir también es hacer”?
– Es obvio que hay una diferencia muy grande entre decir y hacer, una cosa es decir algo y otra es el esfuerzo para convertirlo en material, en realizarlo. Una vez que uno acepta esa diferencia fundamental, después puede volver a reflexionar sobre la cuestión para darse cuenta de que todas las cosas empiezan como sueños, como proyectos.
“Tengo un sueño” dijo Martin Luther King para referirse a un deseo muy importante y, al mismo tiempo, difícil de cumplir. Muchas de las cosas que se han logrado en la humanidad han comenzado de esa manera, como sueños, que muchas veces se consideraban casi imposibles y, sin embargo, se realizaron.
De manera que, construir ese sueño, tener ese deseo, ser capaz de hablar de cosas importantes también es una actividad que no sólo requiere un esfuerzo, sino que rinde un fruto. Por eso el título Decir y soñar también es hacer.
– Usted dijo que “La peste en la Colmena” surgió de la cuarentena del Covid-19. ¿Podemos decir que “Soñar y decir también es hacer” es un texto post-pandemia?
– Sí, también, porque evidentemente todo esto nos llevó a un cierto aislamiento de lo que es la presencia, intentar comunicarnos a través de las videoconferencias y de plataformas como Instagram. Entonces aparecieron muchísimos temas de esos que surgen todos los días.
Nosotros vivimos una situación muy traumática, el aislamiento social, sus consecuencias y sus secuelas. No fue ninguna cosa banal, generó muchísimo malestar y esto, de algún modo, generó la necesidad de comunicar muchas cosas que se nos fueron gestionando adentro, como la necesidad de comunicar sentimientos. Un poco es como si cada publicación en Instagram fuera como lo que pasa en una olla a presión, cuando sale un poco de vapor por la válvula.
– ¿Puede explicarnos a qué se refiere en su último libro cuando escribe sobre el cerebro, el corazón y el hígado como los tres centros principales del organismo?
– El corazón, cuando usted siente, tiene una alteración de su funcionamiento muy evidente. Por ejemplo, usted puede tener palpitaciones, puede tener taquicardia, el corazón se puede acelerar, puede sentir sensaciones distintas. Como aquella expresión: “Tener el corazón en la boca”. De alguna manera lleva a que todo el mundo simbolice lo que siente a través del corazón.
Pero los sentimientos no están sólo en el corazón. Con el cerebro pasa lo mismo. Todo el mundo cree que los pensamientos están sólo en el cerebro, pero no es así. Cuando una célula establece la diferencia que hay entre un tóxico y un alimento, esa diferencia es una percepción de la realidad que establece un juicio. Lo mismo cuando un bebé acepta o rechaza un alimento. Si nuestras células hepáticas o nuestras células renales no discriminaran, no podríamos vivir.
Nosotros somos un conjunto de células en el que cada una de ellas piensa y siente en sentido riguroso. Estas ideas fueron desarrolladas por disciplinas relativamente nuevas, algunas de las cuales nacieron hace unos 70 años, como la bio-semiótica, el estudio de los signos biológicos, al nivel de las células.
Como decía un gran médico e investigador estadounidense, Lewis Thomas: “Cuando yo salgo a pasear para respirar, no sé si estoy sacando a respirar a mis mitocondrias o si son mis mitocondrias las que me sacan a pasear a mí para respirar”.
– Otra frase que se reitera en sus libros menciona un principio del budismo que sostiene que “no hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales”.
– La idea que todos tenemos es que primero existe el “yo” y después ese “yo” empieza a vivir. Algo así como que primero somos y después convivimos. En realidad, esto no es así. El “yo” se constituye conviviendo desde el primer momento y en ese convivir no hay nada en el “yo” que sea absolutamente propio.
Hay una frase muy linda de Antonio Porchia, ese gran pensador que ha sido traducido a todas las lenguas, que dice: “Nadie está hecho de sí mismo”. Quiere decir que nosotros nos sentimos “yo”, pero ese “yo” es el entretejido de todas las cosas que nos han sucedido con otros seres vivos, que convivieron con nosotros.
Cuando uno nace a la vida, nace sin querer y también se irá de ella sin querer. De la misma manera se puede decir que el “yo” existe en la convivencia desde el primer momento. No es que primero hubo un “yo” y después comenzó a hacer cosas, sino que el “yo” se fue constituyendo mientras sucedían esas cosas.
Cuando vivimos de manera espontánea, no vivimos para adentro, vivimos para afuera, entonces vemos cosas, vemos mundo, vemos paisajes, sentimos la sensación del tiempo. No pensamos en “yo”, ni acude esa palabra a nuestros labios, excepto en los momentos en los que algo no nos está saliendo bien. Cuando hay un grupo de amigos que salen a cenar, en el momento en el que alguien dice “yo” es cuando esa persona está tratando de resolver un problema. Si están todos pasándola bien, la palabra “yo” no aparece.
– ¿Usted cree que ese vínculo con el otro cambió en los últimos años, especialmente después de la pandemia de Covid-19?
– En este momento estamos pasando una época pésima, pero muchas épocas como ésta surgieron en la historia de la civilización. Han llegado y se han ido muchísimas veces. No me refiero en Argentina, me refiero en el mundo.
Piense usted que hace muy poco tiempo, durante la Segunda Guerra Mundial, toda Europa vivió una pesadilla espantosa que dejó secuelas y consecuencias muy graves. En estos momentos estamos viviendo cosas muy penosas. La verdadera pandemia no fue solamente el coronavirus, fue la psicosis colectiva que generó.
La gente sucumbió al facilismo de pensar que había un solo enemigo en la vida y desconoció todo lo demás. Ya no importó ni la pobreza, ni la economía, la gente se moría de otras enfermedades por miedo a ir al médico y contagiarse de coronavirus.
Esta fue la verdadera pandemia. El virus afectó negativamente, pero también hubo una gripe que mató a mucha gente. La enfermedad de Chagas sigue matando gente, la malaria, el dengue. Sin embargo, en un momento determinado parecía que la gente hubiera creído que el único problema, que el único enemigo. era el coronavirus.
Además, hubo cosas muy absurdas, como ponerse el barbijo y andar en motocicleta. También se ha exagerado mucho. Con la excusa de tomar precauciones, muchas veces ha sido más el daño producido que el beneficio.
La pandemia hizo surgir en la gente otros tipos de conductas psicopáticas, como por ejemplo alguien que denunciaba a otro por cualquier motivo y le generaba placer. Cuando se producen estos movimientos, todo se revuelve y se generan diversos perjuicios.
Lo importante es poder poner al mal tiempo buena cara y sacar de ahí cosas positivas.
– ¿Cómo enfrentar un mundo así, tan complejo?
– La primera cuestión importante es la prudencia. Hay un conjunto de relaciones que se llaman lineales, porque la relación entre las causas y los efectos tiene una característica muy particular. Los efectos se producen por una causa predominante muy importante y muy bien identificada.
Una persona atraviesa un vidrio, se corta la arteria femoral. Usted sabe que, si no sutura la herida y para la hemorragia, el paciente se muere en 20 minutos. Allí hay una relación lineal entre la causa y el efecto que permite actuar con muchísima eficacia. Aquí estamos en el terreno de las causalidades lineales.
Pero hay relaciones causa-efecto que son pluricausales y que son muy complejas. Este fenómeno se popularizó con el nombre de “efecto mariposa”. Si una mariposa mueve sus alas en Pekín ocurre un terremoto en la península de Florida, en los Estados Unidos. Pequeñísimas causas producen cambios enormes.
Es lo mismo que si no construyera una pirámide con piezas del Lego, y de repente sacara una pieza chiquita del fondo y se vienese todo abajo. Esto sería una estructura compleja. Las estructuras complejas son impredecibles, justo por eso, lo que suele suceder es que la humanidad tiende, por automatismo, a cometer un error garrafal que es tratar a las estructuras complejas como si fuesen lineales.
Esto conduce a que la intervención, en lugar de producir un beneficio, produzca un perjuicio inesperado, que hace que sea peor el remedio que la enfermedad. No solo por la tarea de los médicos, sino también por la presión de los enfermos, lo dicho ha conducido a que la medicina, cuando trabaja con causalidades lineales tenga un éxito maravilloso, pero cuando trabaja con realidades complejas, suceda lo contrario y casi siempre empeore lo que intenta corregir. Sería mejor, muchas veces, cumplir con algo que decía Hipócrates: “Primero no dañar”.
– Su libro “Soñar y decir también es hacer” habla, entre muchos otros temas, de la culpa que puede producir ser próspero en un entorno de pobreza. ¿A qué se refiere con exactitud?
– A veces esa culpa es neurótica, porque el sujeto próspero no daña por ser próspero, daña si es inescrupuloso. Al contrario, mi prosperidad es lo que me permite generar bienestar y crear fuentes de trabajo.
El sujeto próspero es cierto que, si ve a alguien muriendo de hambre y no lo puede ayudar porque no es aquello a lo que él se dedica, se puede sentir incómodo. Pero una cosa es sentirse incómodo y otra cosa es sentirse responsable de lo que está ocurriendo.
También es cierto que hay gente que acumula innecesariamente, en su prosperidad, una actitud cruel que produce daño. Pero no todo el mundo es así, hay gente que ha producido cosas muy prósperas, ha creado muchas fuentes de trabajo y genera un bienestar enorme. No podemos confundir una cosa con otra, porque si no, nos hundimos en una especie de nivelación pareja en la que nadie hace nada.
– En el capítulo sobre “El efecto Titanic”, usted explica que los duelos penosos nos absorben de forma similar a los efectos del naufragio de un barco. ¿Me daría un ejemplo?
– Los recuerdos hiper líquidos en un duelo aparecen, invaden, interrumpen los pensamientos en todo momento, generan muchísimo malestar hasta que poco a poco, a medida que el dolor se prolonga, interviene un mecanismo muy importante que es la costumbre.
De algún modo uno se va acostumbrando a la idea de que las cosas cambiaron y el dolor empieza a mitigarse poco a poco. Los duelos son como las heridas, necesitan un tiempo para curarse.
Ahora bien, nosotros sabemos que una herida superficial en la mano se cura en unos siete días. La recuperación de una herida profunda o de una cirugía para extraer un riñón, ya se conoce que puede demorar unos 18 meses.
Los duelos por la pérdida de una persona querida, o duelos por una emigración a otro país, sentida con mucho dolor por haber abandonado el propio lugar, donde uno vivió durante toda la vida, esos duelos pueden durar entre cinco y diez años. El duelo es como una herida infectada, no sabemos a ciencia cierta cuándo se va a resolver.
En cuanto a la muerte de un familiar cercano, una cosa es verlos cerca del final y otra distinta es cuando se mueren de veras. Cuando el miembro de la familia es una figura muy importante, su muerte genera muchísima conmoción.
Además, estos duelos generan efectos multilaterales, es decir, no sólo uno tiene que elaborar el duelo por la pérdida de este familiar, también tiene que elaborar el duelo por el cambio que se produce en el vínculo con los otros familiares quienes, por su parte, atraviesan su propio duelo.
Aquí usted tiene un ejemplo de una situación no lineal, una situación compleja. Nosotros vivimos cableados, vivimos en una red. Esto mismo ocurre con el cerebro, no hay una neurona presidente, las neuronas trabajan en red, como el Internet.
– Usted menciona a Chaplin y Fellini como ejemplos de la “desaparición del conflicto entre necesidad y libertad durante la gestación del acto creativo”. ¿Podría explayarse más al respecto?
– Friedrich Nietzsche dice en Más allá del Bien y del Mal (1886) que cuando un sujeto está haciendo algo en donde él se siente tan involucrado en la cuestión creativa, aunque tenga que someterse a las leyes del juego, como pintar con los elementos que tiene, por ejemplo, pinturas que duran más o que duran menos y que lo obligan a pactar con la realidad; así y todo, tiene un espacio creativo que lo hace sentirse enormemente libre.
A partir de ese párrafo de Nietzsche yo me acordé tanto de Chaplin como de Fellini, a quienes realmente se los ve enormemente complacidos, disfrutando de su arte creativo.
Hay una película documental donde habla Fellini en una larga entrevista, que se llama Soy un gran mentiroso (Damian Pettigrew, 2002). Es una cinta que no tiene desperdicio, es muy conmovedora, y esto me llevó a mi próximo libro, que lo estoy escribiendo en mi Instagram, que se llama Lo que no puedes hacer… debes contarlo, porque Fellini habla de cómo él dedicó su vida a contar un montón de cosas.
Mi hija, que es diseñadora gráfica y pintora, creó la tapa de mi próximo libro. Se ve el mar con una botella, y dentro de la botella, el mensaje de un náufrago. Porque lo que no puedes hacer, lo debes contar.
– ¿Considera que la creatividad y el arte nos van a salvar en un entorno tan inestable y cambiante como el que estamos viviendo?
Yo creo que la creatividad y el arte le dan sentido a la vida. La vida no es solamente para cubrir los apetitos principales que son comer, copular y dormir, con todas sus variantes. Muchas veces las personas tratan de exagerar estos apetitos básicos para complacerse. Lo que realmente llena la vida es que la vida vaya para algún lado, que tenga un sentido.
Una vida en la que uno se sienta realizando algo trascendente, en la que uno esté viviendo para alguien y para algo. Sin eso, no se puede disfrutar de la vida, sencillamente se sobrevive, que no es lo mismo.
Quién es Luis Chiozza
♦ Nació en Buenos Aires en 1930. Es médico psicoanalista y director de un instituto especializado en el estudio psicosomático del enfermo orgánico.
♦ En 1996 recibió el premio Konex en Psicoanálisis.
♦ Es autor de numerosos libros, entre ellos ¿Por qué enfermamos?, que ha sido editado en Argentina, Brasil, Italia, España y Estados Unidos. La editora argentina Libros del Zorzal publicó sus obras completas, que constan de 22 volúmenes.