Conferencia «Reflexiones acerca del psicoanalizar. Arte y teoría»
22 marzo 2024
Conferencia dictada por el Dr. Luis Chiozza el 22 de Marzo de 2024 en la Fundación Luis Chiozza
REUNIONES CIENTÍFICAS DE LOS DÍAS VIERNES
Conferencia: “Reflexiones acerca del psicoanalizar. Arte y teoría”
Autor: Dr. Luis Chiozza
Viernes 22 de marzo de 2024
Bueno, antes de introducirme en las reflexiones, de los tres epígrafes que había elegido, voy a leer uno solo que me parece importante como introducción: “Las personas somos frágiles castillos de arena; los personajes, en cambio, son inmortales castillos soñados”.
Empecemos a hablar de la subjetividad, es decir, como decía Weizsäcker, los seres humanos somos seres habitados por un sujeto. Y bueno, ¿cuál es la característica principal de eso? Es lo que podríamos llamar el movimiento intencional. El alma es esa forma de la existencia nuestra que hoy, vestida con el ropaje que le otorga la ciencia, denominamos “psiquis”. Cuando hablamos de psiquis parecería que estamos hablando en términos más científicos que cuando hablamos de alma, pero en realidad son una misma cosa. Las raíces de eso que denominamos alma o psiquis se encuentran en el movimiento. El movimiento es lo que anima a un organismo y se dirige hacia un algo particular que le hace falta. A estos seres animados los llamamos animales, porque tienen alma, por un movimiento que surge de su propia iniciativa. Pero esto es grosero, porque los vegetales también se mueven motivados por una intención, lo que ocurre es que se mueven más lentamente. Bueno, aprendimos que, si bien cada cual se mueve a su manera, es posible identificar tres principales maneras en las que todos coincidimos, aunque nos suceden mezcladas en distintas proporciones. Esas tres maneras las conocemos con distintos nombres que aluden a matices parecidos: podemos hablar de querer, de poder y de deber, esas son cosas que nos mueven; podemos también referirnos a oír, hablar y ver; también a sentir, hacer y pensar. Lo interesante es que estas tres maneras configuran esas tres cosas que llamamos presente, pasado y futuro, también. Sabemos que el corazón, el hígado y el cerebro son los representantes más importantes de tres capas del embrión: el mesodermo, el endodermo y el ectodermo. Tal vez también son representantes, en la célula, del núcleo, del protoplasma y de las membranas celulares. Para decirlo de una manera burda y esquemática, es como si el núcleo fuera el corazón de la célula, el protoplasma su hígado y la membrana su cerebro. Bueno, esto que estamos diciendo podemos suponer que eso sucede por eso que decía Freud, cuando un órgano forma una parte muy importante de un proceso se presta especialmente para atribuirse la representación de ese proceso en su totalidad. Dicho sea de paso, reparemos -ahora que hemos hablado de “representante”- que el conocimiento de una presencia es lo que denominamos “presentación”. Bueno, ¿y qué es una re-presentación? Es una presentación que se repite y a la que se le reconoce una cierta identidad con una presentación anterior. Eso es una representación: la repetición de una presentación.
Bueno ahora que hemos hablado de esas tres maneras de la vida, representadas por el corazón, el hígado y el cerebro, vemos que funcionan en cada ser humano tejiendo dramas y que esos dramas oscilan inevitablemente entre las dos caratulas del teatro clásico: la tragedia y la comedia. De más está decir que, a pesar del ingenio inimitable con el cual procede la vida, hay maneras y maneras, y que no todas nuestras faltas -se trate de faltas por carencias o faltas por transgresión- construyen un libreto biográfico dotado de una misma dignidad. Hay cosas que están bien y hay cosas que están mal. En primera instancia sentimos que está bien lo que nos hace bien y está mal lo que nos hace mal. Pero claro, no siempre es tan fácil saber qué es lo que nos hace bien y qué es lo que nos hace mal en un proceso que dura. De todas maneras, la evolución de ese principio -que está bien lo que nos hace bien y está mal lo que nos hace mal- dio lugar a las costumbres que se llaman “mores” y que trazan los parámetros de la moral y condujo nada más ni nada menos que la vida civil en las ciudades y a ese desarrollo que distingue al salvaje del ser civilizado, es decir la civilización.
Veamos ahora una cuestión primaria en este asunto que nos mueve y la primera cuestión que nos mueve son los apetitos. Los apetitos son cosas que nos faltan, que necesitamos. Y la primera y más evidente de las faltas, aquella sobre la que puede decirse, como se dijo de la necesidad, que “tiene cara de hereje”, es el imprescindible requisito de satisfacer los apetitos que giran en torno, giran en torno del comer, del copular y descansar. ¿Por qué digo que “giran en torno”? Porque tanto el comer, como el copular, como el descansar, tiene algunos derivados, como se ve claramente por ejemplo con el descansar, que no es solamente dormir, es también irse de vacaciones, por ejemplo. Tampoco cabe duda de que es bastante frecuente que haya personas que se conforman con sostener que satisfacemos nuestras necesidades para poder vivir y que vivimos para satisfacer nuestras necesidades. Como ustedes comprenden esto es un pensamiento circular que de alguna manera es contradictorio. ¿Todo finaliza allí? ¿Nos conformamos con eso, con que vivimos para satisfacer las necesidades? ¿No hemos aprendido algo de Aristóteles o de Newton o de Einstein? ¿Qué pensamos de los desarrollos que, desde nuestros ancestros, la evolución nos ha dejado en cuerpo y alma?
En cuanto a eso otro, eso otro importantísimo, que nos hace tanta falta, tiene un nombre: se llama “trascendencia”. Trascender alude, por su origen, a lo que sobrepasa, a lo que excede, a lo que está o va más allá. Trascendente es lo contrario de inmanente. Inmanente se refiere a la cualidad de inherente e inseparable. Inmanente deriva de permanecer, de ir hacia adentro, “manere” es permanecer, es quedarse. Parece aludir a lo que emana, fluye o brota de manera inevitable desde adentro. Bueno, acerca de la trascendencia vale la pena reparar en unas palabras muy significativas de Viktor von Weizsäcker. Y Weizsäcker dice lo siguiente: “Conversando con uno de los más famosos fisiólogos, -subrayo, no era cualquier persona era uno de los más famosos fisiólogos- desembocamos en la pregunta por el sentido de la vida. Él opinaba que el sentido de la vida era […] la conservación de la vida. Yo […] que el sentido de la vida es la ofrenda de la vida. […] en aquel entonces -sigue diciendo Weizsäcker- yo no sabía qué difícil era comprenderlo y cuánto más difícil era actuar acorde con ello. […] Dado que […] no es posible establecer una diferencia sustancial entre lo vivo y lo no vivo, y que no tiene sentido plantear científicamente la cuestión acerca de la frontera entre vida y muerte, también comprendemos […] que la vida consista en realidad en un constante morir, en un ofrendar, en una transformación hacia nueva vida. Esta evidencia no le ofrece resistencia a la ciencia, […] se presta para obligarnos a tomar en serio este asunto. No existiría por lo tanto un concepto de vida, este coincidiría con el de naturaleza. […] Se [comprende] que, ya que existe tanto odio, el sentido de la vida se lo atribuyamos al amor, […] un amor porfiado […] porque […] en realidad es un desafío […] un regalo, una pasión, también una esperanza. No es posible definir directamente el sentido de la vida, -y acá viene algo muy fundamental que dice y que es muy conmovedor; después de haber dicho no es posible definir directamente, el sentido de la vida, agrega- “pero se lo puede experimentar y padecer con total claridad”. Bueno, tal como lo expresa Santa Teresa de Jesús: “Vivir se debe la vida, de tal suerte, que viva quede en la muerte”.
Ahora hagamos una incursión por la psicofísica. ¿Por qué la psicofísica? ¿Qué tiene que ver la psicofísica con nosotros? En primer lugar, porque la psicofísica es el origen de la psicosomática, porque, de alguna manera, no se les presentó este problema solamente a los médicos -y a los psicoanalistas, por supuesto-, sino fundamentalmente se les presentó a los físicos. Y vamos a ver qué cosa tan conmovedora es ver cómo los físicos se tienen que ocupar de las cuestiones de las cuales nos ocupamos los médicos y los psicoanalistas.Dos grandes desarrollos de la física, la teoría de la relatividad y la teoría de los cuantos, cambiaron definitivamente la ingenua pretensión humana de un ser humano embarcado en la tarea de conocer “objetivamente”, un mundo físico dentro del cual vivía durante un tiempo único y universal. Bueno, tener en cuenta esos desarrollos de la física arroja nueva luz sobre la teoría y el arte de psicoanalizar. Einsteinno sólo cambió la idea de un espacio infinito que contenía dentro de sí todo lo existente, concibiéndolo, en cambio, como un cuerpo finito pero ilimitado, formado por todo lo existente y dentro del cual la masa -lo que pesa- y la energía -lo que transforma- son dos aspectos de una misma cosa. También consolidó con enorme precisión -insisto, con enorme precisión- una concepción ya presente en Kant y en Freud, según la cual tanto Freud como Kant sostenían que no es que el hombre vive en el tiempo, sino que, por el contrario, es el tiempo el que vive en el hombre.Planck creó la teoría de los cuantos, magníficamente desarrollada luego por una gran cantidad de físicos geniales. Un cuanto es una cantidad mínima de energía o de materia, dado que ambas existen en forma de pequeños paquetes que no pueden dividirse. El universo está conformado, entonces, por una estructura granular, es un conjunto de paquetes. La física cuántica se desarrolla como una teoría absurda, plagada de pensamientos que no se pueden sostener lógicamente y constituye, sin embargo, la teoría más lograda y más fructífera en toda la historia de la humanidad. No sólo ha permitido predicciones increíblemente exactas que continuamente se confirman, sino que además ha logrado resolver dificultades que nos impedían disponer de una multitud de instrumentos, como los rayos láser o el GPS.Por otro lado, ya obsoleta la idea del observador incontaminado, la indagación científica -tal como lo ha mostrado Racker en sus estudios sobre las transferencias recíprocas entre un paciente y su psicoanalista- conduce a comprender que ya no importa la cosa “en sí”, sino la relación que se establece con ella. Los físicos cuánticos no sólo sostienen hoy que un fenómeno se manifestará como partícula o como onda según cuál sea la relación que se establece con él, sino que llegan a una afirmación más rotunda. Una entidad -sea onda o partícula- existe en su relación con otra; carece de sentido sostener que, cuando esa relación no ocurre, continúa existiendo. Conmueve comprobar que el psicoanálisis -y no sólo el psicoanálisis, sino también la literatura, como más adelante veremos- ha llegado a sostener algo semejante acerca de la existencia, no ahora de las partículas elementales que forman parte de los átomos, ha llegado a sostener lo mismo acerca de la existencia de las personas. Lo que condujo a los investigadores cuánticos hacia sus intereses psicofísicos y hacia lo que se denominó el “principio de indeterminación” ha sido, sobre todo, la consciencia de la modificación que la observación introduce en lo observado. Los físicos cuánticos, desde la psicofísica, desembocan, una y otra vez, en ese famoso guion que separa el alma del cuerpo, pero rechazan al dualismo cartesiano, al idealismo solipsista y a lo que denominan un materialismo ingenuo. Sus indagaciones los aproximan, en cambio, al psicoanálisis. No ha de extrañar, entonces, que la consciencia cognoscitiva haya permanecido siempre en el centro de sus intereses. Erwin Schrödinger, que recibió el Premio Nobel por sus trabajos en mecánica cuántica, ha escrito un libro, ¿de qué?, ¿de física? No, se llama: ¿Qué es la vida? y recorrió el mundo entero traducido a varios idiomas. Y otro, igualmente importante, titulado Mente y materia. No es el único y de más está decir que no se trata de un interés cultural y apendicular, agregado. Para mostrarlo, alcanza con señalar algunas de las cosas que los físicos cuánticos afirman.
En primer lugar, sorprende que se ocupen de subrayar que una célula es una estructura cuya complejidad puede compararse a la de una ciudad; que esto lo afirmen los físicos es realmente conmovedor, y que una proteína es un castillo de átomos. Y también se ocupan de distinguir entre el significado unido a la información, que se mide en cantidad de bytes, y el significado unido a la evolución biológica, cuya significancia se mide como la importancia que adquiere el significado, en función de otros parámetros. Se trata, como es obvio, de lo que diferencia a la guía telefónica de un poema como El cuervo, de Poe.
Pero sus observaciones van mucho más allá. Afirman que las partículas viven comprometidas entre sí -la palabra inglesa que lo designa y que se ha hecho famosa es “entanglement”-, sin que importe la magnitud de la distancia que las separe. Para comprender esto bien, basta con una metáfora: Si algo entero explota en dos pedazos y estos pedazos se separan, por más lejos que estén, la trayectoria de ambos pedazos es simétrica, es decir, lo que le sucede a uno, le sucede al otro. Bueno ellos hacen de este principio algo muy, muy importante. En lugar de sostener -ahora estoy hablando de los físicos cuánticos-, en lugar de sostener, como es común, que una alucinación es una percepción falsa, prefieren afirmar, en forma rotunda, que lo que denominamos “percepción externa”, percepción externa habitual no es otra cosa, en realidad, que una “alucinación confirmada”. Es decir que nosotros nos movemos por percepciones que, en rigor de verdad, son alucinaciones. También afirman que la percepción no viaja del ojo al cerebro, viaja del cerebro al ojo, porque es el cerebro el que espera ver. Además -y esto parece sorprendente, ¿no?- suscriben una y otra vez, distintos autores y con idéntico énfasis, lo que señala Próspero: “Estamos hechos de la sustancia de los sueños”, dicen los físicos cuánticos.Nuestra breve vida está circundada por los sueños.
Bien, dejemos por el momento la psicofísica y vayamos a la psicosomatología. Frente a la lúcida afirmación del filósofo americano Erik Banks, que dijo esto: “pesar de cuán misteriosa pueda ser para nosotros la relación entre el alma y el cuerpo, debemos recordar que para la naturaleza es un problema resuelto”, muchas veces se ha sostenido:“Eso lo sabemos, pero necesitamos comprender cómo lo hace”. Veamos lo que escribe Weizsäcker: “Aprendimos que el cuerpo humano se compone de tejidos y que los tejidos se componen de sustancias químicas. Aprendimos que todo esto se modifica en las enfermedades de acuerdo a la forma y a la composición. Ahora podemos emitir un juicio: esto está enfermo. Pero el enfermo puede decir “yo estoy enfermo” ¿Es que una célula puede decir yo? ¿Es que una molécula, un átomo, un electrón, pueden decir yo? ¿Quién es aquel que dice yo? Sólo nos enseñaron cuestiones acerca de cosas que son algo. No aprendimos nada de cosas que son alguien. Pero la consulta comienza con alguien que dice: ‘estoy enfermo’”. Tal como sostiene Weizsäcker, nuestro cuerpo funciona “habitado” por un sujeto que coincide con lo que Arthur Koestler denominaba “el fantasma en la máquina”. A pesar de la confusión que continuamente se desparrama sobre este tema, la segunda hipótesis fundamental del psicoanálisis, expresada por Freud pocos días antes de morir, no sólo testimonia la profunda modificación ocurrida en su pensamiento, sino también la resolución definitiva, la resolución definitiva del famoso guion de la relación psique-soma, tristemente célebre. La conclusión, expresada en forma esquemática se resume en cuatro puntos:
Primero: Rechazo enfático del dualismo cartesiano.
Segundo: Lo que registramos como cuerpo es lo psíquico genuino.
Tercero: Lo psíquico genuino es inconsciente.
Cuarto: Hay que buscar alguna otra apreciación para los procesos conscientes.
Weizsäcker lo expresa con claridad ejemplar: “De hecho, se había superado con ello el paralelismo contenido en las series de los fenómenos psíquicos y somáticos, en la medida en que retornaba una identidad que subyacía tras las paralelas, dado que el conflicto anímico no es otra cosa que la enfermedad del cuerpo como tal. Se puede observar cómo esta conceptualización de la identidad obtiene aquí de antemano la victoria sobre la causalidad recíproca, dado que solamente el modo de contemplación separa dos series que en su esencia se basan en una identidad”.
El psicoanálisis constituye una forma de psicología que se dedica a lo psíquico inconsciente que se manifiesta en la consciencia mediante derivados. Descartes dividía el existente entre una res extensa, física y material, y una res cogitans, psíquica y mental. A pesar de que las consideraba diferentes, tuvo que aplicar a la res cogitans, los conceptos y métodos usados para crear la res extensa. En la mayor parte de su obra Freud apoyó su teoría psicoanalítica en el dualismo cartesiano, por eso la metapsicología freudiana es metafísica. Imaginó un aparato psíquico y, aunque sostuvo que era virtual, lo imaginó mediante una tópica, una dinámica y una economía, es decir que ocupaba un espacio en el cual operaban fuerzas relacionadas entre sí que se sumaban, multiplicaban, restaban o dividían. Freud concebía el psicoanálisis como una ciencia natural, pero en esa, su primera concepción, la naturaleza, separada de la cultura, quedaba reducida a una naturaleza física y material. Su metapsicología fue una metafísica, en una época en la cual la misma física, transformada por Einstein y por Planck en relativista y cuántica, inauguraba nuevos horizontes. Sin embargo, debemos reconocer que Freud siempre afirmó que su metapsicología no constituye la base del edificio, sino su coronamiento o sus andamios, y que podía ser sustituida sin daño alguno para el psicoanálisis. En 1938, ya en el final de su vida, en dos trabajos, “Esquema de psicoanálisis” y “Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis” -es conmovedor y sorprendente comprobar la enorme cantidad de psicoanalistas que ignoran que existen estos trabajos-, publicados en 1940, después de su muerte -Freud no los vio publicados, la muerte de Freud ocurrió en 1939-, Freud establece por fin lo que considera las dos hipótesis fundamentales del psicoanálisis. Según lo que consigna James Strachey, el insigne curador de la obra de Freud, tal vez en ningún otro sitio alcanza su estilo un nivel más alto de compendiosidad y claridad, por su tono expositivo, la obra nos transmite una sensación de libertad que es quizás lo que cabía esperar de un maestro como él, al presentar por última vez las ideas de las que fue creador. La primera hipótesis, que atañe a la localización, señala Freud, conserva todavía los restos de su fijación intelectual fisicalista, atemperada por la idea de un aparato extenso con imágenes virtuales semejantes a las que se generan mediante un telescopio o un microscopio. Permite concebir una doble inscripción de los sucesos en dos espacios, uno en donde reside una representación y otro para su representante. La segunda hipótesis parte de una idea anterior, es la siguiente: los procesos fisiológicos forman series completas, los procesos psicológicos, en cambio, forman series incompletas, con eslabones faltantes, porque no todos los procesos fisiológicos arrojan signos de su existencia al aparato mental. Ese fue el punto de partida, así pensaba la psicología. El proceso de digestión y asimilación del alimento, por ejemplo, que comienza con digestión oral y finaliza con excreción de orina, físicamente completo sólo se registra de manera consciente en la primera y última parte del proceso. Entonces Freud señala que la equiparación de lo anímico con lo consciente producía la insatisfactoria consecuencia de desgarrar los procesos psíquicos del nexo del acontecer universal (es importante tomar noticia y recordar bien esta expresión: “desgarrar los procesos psíquicos del nexo del acontecer universal”. Antes de la propuesta de la segunda hipótesis, el intelecto se encontraba con dos procesos que influían uno sobre el otro, pero que eran absolutamente irreconciliables) y así contraponerlos como algo ajeno a todo lo otro. “Pero esto no era aceptable, pues no se podía ignorar por largo tiempo que los fenómenos psíquicos dependen en alto grado de influjos corporales y a su vez ejercen los más intensos efectos sobre procesos somáticos. Si el pensar humano ha entrado alguna vez en un callejón sin salida, es éste” -estoy repitiendo palabras de Freud-. “Para hallar una salida” -sigue diciendo Freud-, “los filósofos debieron por lo menos adoptar el supuesto de que existían procesos orgánicos paralelos a los psíquicos conscientes, ordenados con respecto a ellos de una manera difícil de explicar que, según se suponía, mediaban la acción recíproca entre cuerpo y alma y reinsertaban lo psíquico dentro de la ensambladura de la vida. Pero esta solución seguía siendo insatisfactoria. Entonces” -subraya Freud- “a tales procesos psíquicos y somáticos, concomitantes de lo psíquico, parece necesario atribuirles una perfección mayor que a la serie psíquica, porque algunos de ellos tienen procesos conscientes paralelos y otros no”. Bueno, a partir de este punto, Freud suelta sus amarras cartesianas y emprende un decidido vuelo, enunciando la segunda de las dos hipótesis que considera fundamentales. Dado el énfasis con lo cual la formula, precisamente esa, la segunda, constituye sin duda su tesis principal. Repito, ¿qué estoy diciendo? Estoy diciendo que la segunda hipótesis es la tesis principal del psicoanálisis. Dice entonces Freud: “El psicoanálisis se sustrajo de estas dificultades contradiciendo con energía la igualación de lo psíquico con lo consciente. No, la condición de consciente no puede ser la esencia de lo psíquico, sólo es una cualidad suya, y por añadidura una cualidad inconstante, más a menudo ausente que presente. Lo psíquico en sí, cualquiera que sea su naturaleza, es inconsciente, probablemente del mismo modo” -y éste es un párrafo interesante-, “probablemente del mismo modo que todos los otros procesos de la naturaleza de los cuales hemos tomado noticia. Justamente” -sigue diciendo Freud- “con la ayuda de las lagunas en el interior de lo psíquico, en la medida en que completamos los faltantes a través de unas inferencias evidentes y lo traducimos al material consciente” -y agrega- “sobre el carácter forzoso de estas inferencias reposa la certeza relativa de nuestra ciencia psíquica. Agreguemos por fin lo que en otro fragmento expresa: “esto sugiere, de una manera natural, poner el acento en psicología sobre estos procesos somáticos, reconocer en ellos lo psíquico genuino y buscar una apreciación diversa para los procesos conscientes”. “Ahora bien” -sigue diciendo Freud- “la mayoría de los filósofos, y muchos otros aún, se revuelven contra esto y declaran que algo psíquico inconsciente sería un contrasentido. Sin embargo, tal es la argumentación que el psicoanálisis se ve obligado a adoptar y este es su segundo supuesto fundamental. Declara que esos procesos concomitantes, presuntamente somáticos, son lo psíquico genuino, y para hacerlo prescinde desde comienzo de la cualidad de la consciencia”.
En resumen, cabe destacar que en 1938 Freud establece las cuatro premisas que ya mencionamos y repetiremos ahora, acerca de las cuales afirma además, dicho en palabras de él, son de una significatividad enorme. Esto dice Freud de estas cuatro premisas. Las repito:
Primero: Rechaza enfáticamente el dualismo cartesiano.
Segundo: Lo que registramos como cuerpo, el supuesto concomitante somático, es lo psíquico inconsciente.
Tercero: Hay que reconocer en lo psíquico inconsciente lo verdaderamente psíquico, lo psíquico genuino.
Cuarto: Hay que buscar alguna otra apreciación para los procesos conscientes.
El germen de la idea ya estaba contenido como “conversión simbolizante” en la publicación del caso de la señorita Elisabeth von de R., publicado en 1895, en donde se encuentra el siguiente fragmento, que fue escrito en una época en la cual también sostenía otras ideas, como la “complacencia somática” o la “conversión mnemónica”, que posteriormente abandonó. Entonces decía Freud: “Llego incluso a creer que es equivocado afirmar que la histeria crea por simbolización tales sensaciones, pues quizás no tome como modelo los usos del lenguaje, sino que extraiga con él” -con el lenguaje- “sus materiales de una misma fuente”. Es conmovedor constatar que un hombre como Freud, con una trayectoria plena de realizaciones culturales geniales y fructíferas, que trascienden en el ámbito de su profesión, haya soltado sus amarras en el último año de su vida para emprender, asumiendo las consecuencias de la segunda hipótesis, un trayecto visionario hacia el portal de un territorio ignoto.
El psicoanálisis establece de este modo una psicosomatología singular. La novedad de la segunda hipótesis consiste en sostener que el cuerpo y el alma son lo mismo. William Blake, el insigne poeta inglés que murió 30 años antes de que naciera Freud, afirmó que llamamos cuerpo a la parte del alma que se percibe con los cinco sentidos. Podemos completar hoy su pensamiento diciendo que llamamos alma a la vida que anima el cuerpo de los seres que viven. Recordemos lo que señalaba Weizsäcker en “Naturaleza y espíritu”: solamente el modo de contemplación separa dos series que, en su esencia, se basan en una identidad. Vale la pena mencionar lo que lúcidamente escribe Richard Gregory en “Mind in Science”: “Se sostiene habitualmente que las explicaciones mecanicistas constituyen la explicación correcta porque, de hecho, no introducen un propósito” -eso es lo que se supone- “pero la noción de propósito se encuentra esencialmente ligada con la función, y la función es esencial para una máquina”. En otras palabras, no hay máquina que no se dedique a un propósito; el molino es para moler, la afeitadora es para afeitar. Por otro lado, la anatomía y la fisiología, en salud y en enfermedad, nunca han podido prescindir del enfoque “teleo-lógico”, que condujo al contradictorio concepto de “causa final”. Luego de formulada la segunda hipótesis, la metapsicología freudiana de corte metafísico se completa con una metahistoria. Una mirada atenta permite comprobar que la obra de Freud está llena de una metahistoria que no llegó a formular teóricamente como tal. Podemos señalar, entre los fundamentos de la metahistoria, la palabra “motivo” -sinónimo de “significado” e “intencionalidad”- que denota el factor motor que constituye simultáneamente en el presente atemporal una causa que empuja desde la interpretación de un ayer y un atractivo que succiona desde la concepción de un mañana.
Bien, esto es desde el psicoanálisis. Ahora veamos esto desde la literatura. Reparemos ahora en lo que escribe el insigne dramaturgo Luigi Pirandello en “Seis personajes en busca de un autor”, una pieza de teatro que ha sido considerada su obra magna. Relata que cuando un grupo de actores se preparaba para ensayar su comedia “Il gioco delle parti” –“El juego de los papeles”-, son interrumpidos por la llegada de personajes singulares. Son seis: el padre, un cincuentón que parece liderar el grupo y le dice al director de la obra que se está ensayando que está buscando un autor; la madre, muy afligida; la hijastra, rebelde; el hijo, soberbio; el niño y la niña. Sorprendido, el director oye del padre que vienen en busca de un cualquiera que quiera darles a ellos realidad en su obra, ya que su problema radica en que procedían de la fantasía del escritor, quien después de concebirlos en su imaginación no los pasó al papel, no los inscribió en una obra. Por eso están allí, anhelando existir y manifestar su propio destino, y como en el teatro no hay ningún autor, insisten para que el director de la compañía los vea y les ayude a darle una forma a su drama. Con dicha finalidad, le relatan sus propias historias, cada uno reviviéndola a su manera y contemplándola desde su punto de vista. Señalemos algunos datos principales para trasmitir brevemente los elementos con los que Pirandello teje la profundidad de su relato. El padre y la madre habían procreado en el matrimonio a un hijo, pero, tiempo después, había surgido un romance entre la madre y el secretario del padre, por lo que el esposo los había dejado libres. En esta segunda relación la madre tendría tres hijos con el secretario, pero una vez fallecido este, la madre hubo de retornar a la ciudad en busca de trabajo. Entre tanto, la hijastra -la primera habida con el secretario- obligada por la necesidad, trabajaba con Madama Pace, que era dueña de una casa de citas y de la que el padre era cliente por sus asiduas visitas. En estas circunstancias, por esas casualidades de la vida y sorpresivamente, la madre encuentra al padre y a la hijastra antes de que compartan el lecho. Afligido, el padre decide acoger en su casa a toda la familia. Allí el hijo mayor los trata con indiferencia, como intrusos, por lo que la madre suplica que frene su hostilidad. Simultáneamente a estos episodios la niña cae en la fuente del jardín y el niño se mata con un revólver en el escenario, en tanto que la hijastra huye la lanzando una amarga risotada. Recordemos las palabras con las cuales Becker introduce sus Rimas, porque, de manera mucho más escueta, alude a una experiencia similar. Ahora cito a Becker: “Fecunda, como el lecho del amor de la miseria […] mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de mi cabeza […] sus creaciones pugnan […] disputándose los átomos de la memoria como el escaso jugo de una tierra estéril. [….] No quiero que en mis noches sin sueño volváis a pasar por delante de mis ojos […] pidiéndome […] que os saque a la vida de la realidad del limbo en que vivís, semejantes a fantasmas sin consistencia”. Es notable la coincidencia con la actitud de Pirandello con los seis personajes. Tal como señala Pirandello, todo fantasma, toda criatura engendrada en el mundo del arte como producto de una creación artística, para existir debe tener su drama. Es decir, un drama del cual esa criatura es protagonista, y es ese drama lo que lo convierte en personaje, otorgándole la posibilidad de existir de esa manera. Afirma, desde una lucidez conmovedora, que el nacimiento de una criatura de la fantasía es un paso que se da en el umbral entre la nada y la eternidad, y puede suceder de repente, puesto que surge como gestación de una necesidad humana. Pero el insigne dramaturgo no se detiene allí, su pensamiento alcanza otra realización genial, sostiene que la naturaleza, en cuanto se la concibe sin atender a su sentido, carente de espiritualidad, se reduce a una naturaleza que, desanimada, únicamente llora. También afirma que el conflicto inmanente entre el movimiento vital y la forma en que se realiza es condición inexorable, no sólo en el orden espiritual, sino también en el orden natural en que la vida, que se fijó para existir en nuestra configuración corporal, poco a poco mata esa forma. Repito: el sentido se fija en la corporeidad y, ni bien se fija, comienza a morir. El dolor de esta naturaleza fijada en una forma es el irremediable y continuo envejecimiento de nuestro cuerpo. Sostiene, además, que un personaje también puede reírse de la muerte; morirá el hombre, el escritor, el instrumento de la creación, pero su criatura no morirá jamás. Agreguemos que esto es algo que Don Quijote y Sancho, o Mafalda, conviviendo en su mundo, testimonian. Tal como lo expresa uno de los personajes, el padre -ahora habla el padre-: “El mal, todo entero, reside en las palabras, llevamos adentro un mundo de cosas, cada cual el suyo. En las palabras que se dicen, todos ponen el sentido y el valor de las cosas tal como están en su interior, mientras que quienes las escuchan inevitablemente las asumen con el sentido y con el valor que tienen en el mundo que cada uno lleva adentro. Creemos entendernos y no nos entendemos nunca. Mire mi piedad, toda mi piedad por esta mujer madre fue entendida por ella como la más feroz de las crueldades. Horror, horror, cuando un hombre siente que ya no puede dar amor a una mujer, y cuando siente eso, debería prescindir, pero cada uno de nosotros está vestido con una dignidad, aunque sabe bien todo lo inconfesable que sucede en la intimidad de su ser. Un hecho, como una bolsa vacía, no se sostiene; para que se sostenga es necesario antes colocar adentro la razón y los sentimientos que lo han determinado”. Repito esta frase porque es conmovedora: un hecho, como una bolsa vacía, no se sostiene; para que se sostenga es necesario antes colocar adentro la razón y los sentimientos que lo han determinado. Mientras habla, su hijastra lo acusa, diciendo: “El que cae en la culpa, el responsable de todas las culpas siguientes, ¿no es siempre el primero que determinó la caída?”. Obviamente, la hija está acusando al padre. Reparemos en que uno cualquiera de los seis personajes es un ser diferente, contemplado por cada uno de los otros cinco, que dicen haber convivido con él una misma historia. Allí el dramaturgo introduce una idea que más adelante desarrollará en un libro magnífico: Uno, ninguno y cien mil. Cada uno de nosotros cree ser uno, pero no es verdad. Uno es muchos, según todas las posibilidades de ser que están en nosotros. Uno con este, otro completamente diferente con aquel, con la ilusión mientras tanto de que somos siempre uno para todos, y siempre ese uno que creemos ser en cada acto nuestro. Un hombre así en general puede ser nadie, y todas sus expectativas actuales mostrarán su cuota de ilusión mañana. Un personaje, en cambio, tiene una vida verdaderamente suya, con un carácter propio por el cual siempre es alguien definido. Es lo que Borges aborda en su magnífico ensayo Borges y yo, en donde lamenta que todo lo que él piensa, dice y escribe, termina por quedar atribuido a ese Borges que todos conocen. Cuando los personajes están realmente vivos, delante de su autor, este no hace más que seguirlos en las palabras y en los gestos que ellos justamente le proponen, porque fue necesario que él los quiera como ellos se quieren. Cuando un personaje nace, adquiere enseguida un grado de independencia de su autor, que crece junto con el grado de verosimilitud que su existencia alcanza. Puede ser imaginado por todos en muchas otras situaciones, en las cuales el autor nunca pensó colocarlo y con un significado que el autor nunca soñó darle. ¿Acaso cuando nos relacionamos con Mafalda, no la podemos imaginar en un episodio que Quino jamás escribió? En una obra de teatro no actúan los personajes, actúan los actores. Los personajes viven encerrados en el guion. En el teatro aparecerá una particular interpretación del personaje, que dependerá de cuál sea el actor que lo pone en la escena. Agreguemos que es fácil imaginar cómo podría sentirse Pasteur, si se contemplara representado en el teatro por un excelente actor como Paul Muni.
¿Por qué nos hemos detenido en lo que desarrolla magistralmente Pirandello? Creo que lo que surge de su obra, que ha merecido el Premio Nobel, arroja una luz indispensable para comprender, cada vez mejor, los escollos con los cuales tropezamos en nuestra cotidiana tarea de psicoanalizar. Agreguemos que son precisamente esos escollos los que permiten que el psicoanálisis florezca.
Veamos ahora a tres personajes que buscan su autor. Lo que escriben Pirandello y Becker, lo encontramos en Edipo, en Prometeo y en Narciso, los héroes de Sófocles, Esquilo y Ovidio. Ellos también son personajes que representan las tres maneras de la vida, con las cuales nos movemos hacia lo que nos hace falta. Nos conmueve especialmente el destino trágico de esos tres héroes fracasados y enfermos. Muy bien podrían ser tres personajes en busca de un autor, pidiendo comprensión y clemencia. Es posible decir que Edipo proclama su historia, junto con Pólibo, Merope, Layo, Yocasta, Antígona, Tiresias, Creonte, el coro y el oráculo. Algo similar podría decirse de Prometeo o de Narciso, y que nuestra tarea consiste en comparar sus historias. Sin embargo, lo que más luz arroja es contemplarlos conviviendo y reclamando en cada paciente de nuestra actividad cotidiana, allí viven. Ellos también podrían pedir, como las creaciones de Bécquer, un autor que los saque del limbo en que habitan como fantasmas sin consistencia. ¿Pero cuál es la consistencia que quieren? Algo sabemos acerca de cuáles son los asuntos de los que quieren salvarse.
Edipo mata negando, como es típico de la manía, lo que en el fondo sabe: que Layo es su padre. Y con su madre, Yocasta, procrea, en el incesto, a su hija Antígona. A pesar de Tiresias, atravesará la paranoia de la indagación al oráculo y llegará por fin al ostracismo y la muerte, unido melancólicamente con su hija Antígona.
Prometeo desafía a los dioses, los engaña y los desprecia, riendo. Mientras niega maníacamente su envidia y lo que sucederá, cohabita con su hija Pandora y a través de su otro yo, Epimeteo, se entrega con torpeza al placer de los sueños ociosos. Luego rechaza, con desconfianza, en forma paranoica, los consejos y la amistad de Océano, para finalizar vencido y sorbiendo, lleno de melancolía, sus lágrimas y su propia hiel.
Narciso, de manera maníaca -y muy lejos, muriéndose de hambre y de sed, de lo que Freud describe en su metapsicología como “narcisismo”-, niega su profunda carencia afectiva, mientras rechaza el amor de todos aquellos que, como la ninfa Eco, se enamoraban de él. Niega que le hace falta el amor de alguien, y se enajena, imaginando que podrá amarse en el espejo, ejerciendo el amor que anhela recibir, como si él fuera aquel otro, el único que puede otorgárselo. Así, en un espejismo de su propia voz, no sólo pierde a la ninfa Eco, sino que, además, contemplándose en el espejo, como si el que contempla fuera otro, en ese espejismo se enajena y se pierde a sí mismo. Luego de la paranoia implícita en el continuo rechazo del amor que le expresan, el fracaso de sus anhelos se manifiesta en una forma melancólica, cargada de premoniciones funestas, que lo conduce al suicidio.
No importa si aceptamos, o no, que Sófocles, Esquilo y Ovidio, fueron los seres humanos que los engendraron. Importa mucho, en cambio, comprender que son personajes, que, como tales, en realidad ¡existen!, y que, en esa, su manera de ser, influyen inexorablemente en nuestra forma de vivir la vida. No podemos negar su realidad, pero podemos discutir su sempiterno destino. A veces los vemos como víctimas que sufren la injusticia de un inmerecido castigo, pero no es este el principal asunto que nos importa encarar. Importa, en cambio, comprender que, atrapados, los tres, en el único propósito de aliviar su sufrimiento, sólo les quedan esas, sus maneras patéticas que, centradas en la contemplación de su propia existencia, los conducen a que en ellos naufraguen los fines que otorgan a una vida la capacidad de influir de manera vital sobre su propio entorno. Es necesario volver a la pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué, cuando contemplamos a Edipo, Prometeo y Narciso, omitimos semejante fracaso? ¿Por qué nunca los vemos como protagonistas distintos de un mismo y funesto destino, de un desenlace aciago que es menester evitar? Si nuestra relación con ellos cambiara, Edipo, a pesar del resultado trágico de su curiosidad, podría invitarnos a contemplar la realidad y a respetar sus parámetros. Prometeo, a pesar del tormento a que lo somete la magnitud de su inclinación “industriosa”, podría trasmitirnos las ventajas de la parcialidad que conduce hacia “un paso por vez”. Y Narciso, a pesar de su desdeñosa actitud hacia quienes constituyen su entorno afectivo, podría subrayarnos que su carencia de amabilidad proviene de su represión de la ternura que vive insatisfecha en su interior. Son tres perspectivas que podrían conducirnos a creer que remiten a tres cosas que son irreductiblemente diferentes. Sin embargo, lo que cada uno de los tres protagonistas ha vivido puede ser contemplado como tres aspectos de una misma cosa. Porque surgen de un único suceso que, una vez comprendido, se puede expresar en una sola frase: El contacto, grande o pequeño, de cada convivencia, deja algo que, cuando trasciende y perdura, puede, o no puede, obtener, por fin, la sabiduría que proviene de procesar adecuadamente la experiencia vivida. Mientras tanto, cada uno vive ejecutando sin querer, sin poder, o asumiendo que no debe evitarlo, los libretos de esos tres personajes que, sin duda, existen y ejercen su influencia viviendo como parciales derivados conscientes de nuestro ubicuo presente atemporal inconsciente.
Veamos ahora los tres personajes en la obra de Freud. Desde los inicios del psicoanálisis, y en el proceso de psicoanalizar sus propios sueños, Freud encontró en la leyenda de Edipo el respaldo que necesitaba para sostener su descubrimiento de la sexualidad infantil y las tendencias incestuosas. El centro de su interés en la leyenda fue ese, y no parece muy aventurado suponer que eso influyó determinando la torpeza con la cual escribe “El sepultamiento del complejo de Edipo”. Aunque parezca mentira, Freud no se ocupó ni de Edipo, ni de Narciso ni de Prometeo. De Prometeo se ocupó mucho menos, y únicamente en “Sobre la conquista de fuego”. De Narciso, en cambio, solamente utilizó el nombre para designar una dinámica metapsicológica que se relaciona muy poco con el mito de Narciso. Conviene recordar que Freud y su discípula Melanie Klein, por ejemplo, consideraban que la envidia, la culpa, la rivalidad y los celos, operaban como inevitables consecuencias de innatas disposiciones constitucionales.
En “El sepultamiento del complejo de Edipo”, Freud sostiene que: Sucumbe a la represión a raíz de las dolorosas desilusiones recibidas. Otra: Se iría “a pique”, al fundamento inconsciente, como resultado de su imposibilidad interna. Otra: Y desaparece por obra de la evolución madurativa, como los dientes de leche. Pero también sostiene que la amenaza de castración, que acompaña a la formación del superyó, es lo que envía al fundamento las investiduras edípicas. Otra: Si el yo no ha logrado mucho más que una represión, aclara, el complejo subsistirá inconsciente en el ello y más tarde exteriorizará sus efectos patógenos. Por fin señala: Si bien no ve razón alguna para denegar el nombre de “represión” al proceso, más que una represión equivale, cuando se consuma idealmente, a una destrucción y cancelación del complejo. Se trata, como es obvio, de explicaciones que se contradicen entre sí.
Freud, cuyo verdadero descubrimiento no consistió en lo inconsciente -San Agustín ya decía “lo sabes, pero ignoras que lo sabes”-, sino en el retorno de lo reprimido, se ocupó de aquellos retornos que constituyen síntomas y enfermedades. Sin embargo, no tuvo en cuenta que, en primer lugar, la envidia y la culpa, y luego la rivalidad y los celos, configuran esos “cuatro gigantes del alma” que, lejos de ser disposiciones heredadas y constitucionales, conforman un retorno derivado de un complejo de Edipo que, reprimido, continúa actuando, vivo y virulento, desde lo inconsciente.
Veamos ahora una última parte, que se titula “Que viva quede en la muerte”.
Simenon afirma, sabiamente, que un ser humano no muere “en realidad”, mientras alguna de las personas que lo ha conocido vivo continúa viviendo. Recordemos a Santa Teresa, ¿hay una forma de vivir que viva quede en la muerte? Es seguro que sí, pero, a diferencia de lo que ella expresa, no solo depende de quien muere, también depende de quienes se han relacionado con la persona cuyo corazón ha dejado de latir. La magnitud de lo que entonces sucede en nuestra relación con ella, sólo se comprende cabalmente después de entrar en contacto con lo que Pirandello descubre en su libro Uno, ninguno y cien mil y, mejor aún, después de haber leído El difunto Matías Pascal.
Pero sólo nos llega definitivamente al corazón cuando nos involucramos en la película Kaos, de los hermanos Taviani, cuya versión completa no tiene desperdicio, que no puedo reproducir aquí. En el film, Pirandello viaja en tren a su Sicilia natal y, en el trascurso del viaje, se aletarga en su asiento, hasta el punto en que su boca se llena de saliva y su sombrero cae al suelo. Cuando llega y un antiguo condiscípulo de su escuela primaria es el cochero que lo conduce a su casa de la infancia, allí se encuentra con una imagen alucinada de su madre muerta y sostiene con ella un enternecedor “coloquio”. Allí, cuando oye que su madre le dice: “No… no llores Luigi”, le responde: “lloro porque tú no puedes pensar en mí, yo no estoy vivo para ti. Si no puedo estar vivo para ti, ya no me piensas más. No estoy vivo para ti, y no lo estaré nunca más”.
Recordemos lo que Porchia afirma: “Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo”. ¿Qué clase de recuerdo seremos entonces? Eso… ¡dependerá de quién nos recuerde! No es muy distinto de lo que se lee en uno de los papelitos que contienen los Baci perugina: “Te quiero por cómo me siento y me veo cuando estoy contigo”.
Y, sin embargo, nos resistimos a creer que, coincidiendo con lo que Pirandello elocuentemente muestra, con lo que la teoría de los cuantos afirma y con lo que el psicoanálisis, bien mirado, avala, más allá de ese particular recuerdo de alguno, aunque nuestro corazón no haya dejado de latir todavía… no existimos, somos ninguno.
Porchia, una vez más, lo señala: “Y si eres alguien en lo que es el todo, eres alguien de lo que es el todo y en lo que es el todo, no alguien de lo que eres tú y en lo que eres tú. De lo que eres tú y en lo que eres tú, no eres nadie en lo que es el todo. No existes”.
Bien, muchas gracias.
DISCUSIÓN
Dra. Marina Grus: Muchas gracias por la conferencia, trajiste un montón de cosas, yo te quiero hacer tres preguntas concentradas en los últimos apartados.
La primera, cuando vos hablás de Edipo, Prometeo y Narciso como tres aspectos de una misma cosa, decís que surgen de un único suceso y traés una frase, que justo ayer también la vimos, pero que te quiero repreguntar, la leo porque es cortita, que dice: “El contacto grande o pequeño de cada convivencia deja algo que, cuando trasciende y perdura, puede, o no puede, obtener por fin la sabiduría que proviene de procesar adecuadamente la experiencia vivida”. Entonces mi pregunta es, ¿esto que vos expresás acá es lo que los personajes Edipo, Prometeo y Narciso precisan y no logran? ¿Este contacto, este encuentro, esta experiencia, esta búsqueda? Para entender la relación entre la frase y los tres personajes.
Lo otro que te quiero preguntar, también sobre Edipo, Prometeo y Narciso, es el tema de los cuatro gigantes del alma, porque, si son tres aspectos de una misma cosa, ¿los cuatro gigantes del alma se pueden pensar como un retorno de lo reprimido de estos tres… no sé si llamarlos a los tres “complejos”, porque vos subrayás que Freud solamente llamaba “complejo” al complejo de Edipo, pero se podría plantear así o no? Porque en el cierre de este apartado después vos hablás sólo del complejo de Edipo, vinculado a los cuatro gigantes, pero me surgía esta pregunta, de si podría ser que sean el retorno de lo reprimido del mal sepultamiento o de la mala elaboración o del destino funesto de los tres personajes.
Y lo último que te quiero preguntar del último apartado es el tema de la relación entre la muerte de uno o de otro y el recuerdo, que depende en quién quede qué recuerdo, cómo a uno lo recuerden, y esto de que uno, sin vincularse con el otro, es ninguno. ¿Es que sea que uno esté vivo o uno esté muerto, depende de la relación con el otro, cómo uno es? ¿Esa sería la vinculación o hay otra y yo me perdí? Te quiero preguntar. Bueno, nuevamente muchas gracias.
Lic. Liliana Casali: Bueno, muchas gracias por tu conferencia. Son muchas cosas, yo quiero transmitir una impresión general. Digamos, llega al corazón, en el sentido que vos decís las cosas de un modo que se sienten, requiere de un esfuerzo hepático grande, porque habría que detenerse en cada cosa, y también una tarea de comprensión intelectual, porque todo lo que vos traés es muy profundo y es una visión rica y compleja. A mí me hizo recordar las “Reflexiones sin consenso”. Vos hablás de reflexiones, obviamente esto es mucho más que reflexiones, pero escribiste las “Reflexiones sin consenso” en 1983, y ahí en un apartado decías “¿qué significa ser freudiano?”, y decías que ser freudiano no significa estudiar talmúdicamente las obras de Freud, sino identificarse e interpretar su espíritu. Y Freud era un profundo conocedor de la cultura de su época, de las ciencias, del arte y aún de la religión, como refleja su obra. Entonces en esto que vos nos traés está plasmado ese espíritu, porque traés la comprensión de la física actual, obviamente desconocida para muchos de nosotros, y aportes de la literatura, a través de Pirandello, que coinciden con afirmaciones del psicoanálisis y también iluminan conceptos del psicoanálisis. Entonces, hay un momento que vos hablás de un psicoanálisis “bien mirado”; pensaba si “bien mirado” se refiere a algo de esto, algo del espíritu que lleva a ver con otras luces conceptos que conocimos desde otros ángulos.
Y bueno, en este sentido me resulta difícil preguntar, porque tendría que preguntar concretamente muchas cosas, al estilo por ahí de lo que hizo Marina, pero tal vez solamente dos puntos. Porque digamos que queda claro desde el psicoanálisis, y en el concierto de las ciencias, la relación cuerpo y alma, son uno, son dos puntos de vista de lo mismo y vos lo traés con claridad desde todos los ángulos, científicos y literarios.
Otro tema que es tan básico como el del cuerpo y el alma, es el tema de a qué llamamos realidad. Y, en ese sentido, comprendimos, a partir del psicoanálisis, que tenemos dos formas de existencia o dos maneras de realidad, la ideal, la de que las brujas no existen pero que las hay las hay, y lo que llamaríamos la realidad material. A través de los cuánticos, de lo que vos traés y de lo poquito que he leído y me parece entender, que los cuánticos hablan de otra realidad donde la realidad son las relaciones, y donde la cuestión no es no importan las cosas sino las relaciones, sino que lo que existen son las relaciones. Y es una manera de mirar que me parece que ilumina o tiene que ver con desarrollos últimos que vos estás haciendo, que amplían, por ejemplo, la noción de “yo”, la idea de la ilusión del yo, la relatividad del yo, de que nadie está hecho de sí mismo, y de que no se puede vivir sin los otros, como muestra el feto que no puede crecer y desarrollarse si no está dentro de la madre. Entonces vos decís que esto está en el psicoanálisis cuando Racker habla de las transferencias recíprocas; la verdad que a mí me cuesta verlo, pero no sé si vos podrías hablar un poco más de esta manera de mirar.
La otra cuestión que te quería preguntar, me parece muy interesante todo lo que vos traés de los personajes y, como vos decís muy bien, Freud no desarrolló los mitos, vos traés un desarrollo de los mitos y hablás claramente de que cada uno, Edipo, Prometeo y Narciso, que nos habitan a todos, son personajes enfermos, y traés desenlaces saludables. Y hablás, en una parte, de que esta manera de entender y también la idea de Pirandello -que somos uno, ninguno o cien mil-, nos ilumina los escollos con los que nos encontramos en nuestra tarea psicoanalítica, y yo te quería preguntar si podías hablar un poco más de ese tema y bueno, y agradecerte mucho la conferencia.
Lic. Mirta Dayen: Yo también, Luis, te agradezco mucho tu conferencia, coincido con alguna de las cosas que te decía Liliana acerca de la profundidad, de la riqueza y de la tentación de preguntarte por un montón de cosas puntuales. Yo, en lugar de eso, voy a decir tres o cuatro cosas de por qué me impresiona la conferencia en su conjunto.
Lo primero que me impresiona es la confluencia de las conclusiones del psicoanálisis que vos desarrollás, la física cuántica y la literatura. Eso desde el punto de vista intelectual es muy enriquecedor y es también, digamos, uno lo ve y lo acepta.
Lo segundo, que es más difícil de creer, es el punto de que uno no existe si no es en relación con alguien. Que no es una metáfora, como vos lo estás trayendo, es una situación en la convivencia, cuando lo exploramos, cuando lo pensamos, nos emocionamos, como decía Liliana, nos conmueve, pero al mismo tiempo no terminamos de creerlo cuando decimos “bueno, pero yo soy yo”. En nuestra experiencia clínica cotidiana, a partir de la idea de que lo que importa, lo que vemos y lo que funciona realmente es la relación, después nos ocupamos de ver con cada uno de nuestros pacientes, cuál es la parte que cada uno pone, decimos así, en esa relación, sin desconocer la otra parte.
Ahora, esto me lleva a una tercera cuestión, que es la negación de que la vida es ofrenda, que también es muy lindo de decir, pero que es también muy difícil de ver en sus consecuencias. Lo que mismo vos citás de Weizsäcker, que él se sorprendió hablando con este fisiólogo y luego se sorprendió nuevamente al decir “sí, sí, muy lindo, pero la verdad que es difícil hacerlo carne y ser coherente entre lo que pienso y lo que hago”, es decir este tema de la trascendencia. Porque lo que uno ve, habitualmente -como forma de negación, entiendo yo, ¿no? justamente-, y que justamente tiene tanto consenso, es la mentada frase “me tengo que ocupar de mí”, que es todo lo contrario.
Entonces, lo que te quiero preguntar como cuestión general que yo veo en la conferencia es, a partir de lo que traés de Erik Banks, y lo que dice sobre la naturaleza, que más allá de las disociaciones que hacemos y de lo que estudiamos y los personajes, etc., la naturaleza sabe cómo se hace, nosotros queremos saber cómo lo hace, dice, ¿no? Entonces, yo me estaba preguntando, los ideales, las metas, los proyectos que tenemos, se supone que en su aspecto saludable son reflejo, justamente, de esa necesidad de trascendencia, pero viven contaminados, por ejemplo, tal como vos lo mostrás, por los conflictos que encarnan Edipo, Prometeo y Narciso. Entonces, se puede decir que lo natural que se encarnaría en cada uno como vocación de trascendencia, es decir como algo inmanente, que se sale de sí y que busca justamente esa trascendencia, eso sería lo saludable, lo que la naturaleza sabe, ¿pero es correcto decir que se ve interferido por los conflictos que expresan esos tres personajes? Por eso que decís, por ejemplo, de que hay que ir a rescatar la ternura, que es natural, es innata y la tenemos bloqueada, o como decías en aquel trabajo que citaba, “Convivencia y trascendencia”, hay que desentumecer el aparato de trascendencia, porque tener, lo tenemos todos, pero bloqueado. Bueno, muchas gracias, Luis.
Dr. Luis Chiozza: Bueno, veamos. Efectivamente, son personajes que nos habitan, es utópico pensar que vivimos sin ellos. En realidad, si no estuvieran enfermos, no merecerían ocuparse de ellos. Lo sano funciona inconscientemente y desaparece de la consciencia. Es decir, todo esto que estamos hablando parte de nuestra necesidad de resolver cuestiones irresueltas. Si no fuera por eso, estaríamos absolutamente inconscientes, sería un automatismo que funciona bien, no aparece en la consciencia y nada más. Es decir, vamos a decirlo de este modo, si alguien dice: “¡Qué bien estoy respirando esta mañana!”, es porque tiene un problema con la respiración, sino eso no aparece en la consciencia. Entonces, de todo aquello de lo cual no hablamos es lo que funciona bien. Bueno, entonces tenemos estos tres personajes, pero estos tres personajes no son los únicos, son los más, por así decir, célebres, se han ocupado grandes autores, pero yo puedo mencionar, por ejemplo, un personaje también, Maquiavelo -en este caso, el mismo autor ha devenido un personaje-, del cual no hablamos, hablamos poco, pero que existe, existe Maquiavelo. Y así como Maquiavelo, existen tantos otros. Y cada uno de los personajes, por ejemplo, Don Quijote también existe, por ejemplo, Sancho Panza también existe. Y así existen montones de personajes que, de alguna manera, en algún momento determinado entran en crisis y, por así decir, nos encontramos en lo que se diría un intríngulis. No me acuerdo cuál era el personaje, ahora se me fue de la memoria el nombre del personaje de Shakespeare que le infunde los celos a Otelo. ¡Yago! Bueno, ahí tienen otro personaje, si acá miramos en la concurrencia, algún Yago encontraremos, encontraremos también un Otelo, encontraremos un Maquiavelo y también encontraremos en un momento determinado un Narciso, no el del narcisismo metapsicológico, sino el del mito.
Bueno, y ahora viene el tema este de “ninguno”. Como ustedes comprenderán, esto dio lugar a un libro que ahora va a salir, ahora ya está en prensa, tengo acá el mono. Les voy a leer, porque creo que tiene que ver con esto que estamos hablando, les voy a leer rápidamente el capítulo 9, no se asusten que son tres paginitas (risas).
«Porchia se refiere reiteradamente a la verdad, veamos algunas de sus voces: “La verdad parte de lo recién nacido, de lo que no estaba”. Otra: “Quien dice la verdad, casi no dice nada”. Otra: “La verdad, cuando es la verdad de lo pequeño, es casi toda verdad y, cuando es la verdad de lo grande, es casi toda duda”. Otra: “Una nueva verdad es el morir de una vieja verdad”. Otra: “Y si es tan veloz el cambio de las cosas, cuando vemos las cosas, no vemos las cosas, vemos el cambio de las cosas”. Otra: “Comprendo que la mentira es un engaño y la verdad no. Pero a mí me han engañado las dos”. Otra: “La verdad que debería ser lo eterno siempre, es siempre lo recién nacido o lo recién muerto”. Y ahora, veamos algunas reflexiones. Volver a pensar, reflexionar, es corregir lo ya pensado, aunque sea un poco. Y es lo que haremos, volviendo sobre lo que significa “ser ninguno”. Sobre esto quería hablarles. Vemos que Porchia acompaña a Pirandello cuando señala: “De uno solo no hay nada, ni la soledad”. O, también: “Uno no se encuentra nunca como yo, como uno, se encuentra como cosas, como personas, como tiempo”. Escribe Porchia: “Cuando me hiciste otro, te dejé conmigo”. Y en una de sus voces afirma: “De lo que eres tú y en lo que eres tú, no eres nadie en lo que es el todo. No existes”. Sin duda conmueve comprender lo que elocuentemente nos muestra Pirandello, coincidiendo con lo que afirma la física, lo que registramos como partícula o como onda sólo existe y posee cualidades en el momento de una relación. Uno es alguien únicamente en relación con otro. Y solamente existe ligado con un entorno que no sólo le brinda calorías, sino que además lo impregna con un significado que le permite ser. En otras palabras, como señala Porchia: “Nadie está hecho de sí mismo”. Sin esas relaciones que dan forma a su vida, uno, no pudiendo ser uno, sólo puede ser ninguno. La palabra ninguno -y por esto lo leo ahora- tiene dos importantes compañeras que nos ayudan a penetrar en su sentido. Una de ellas es “vacío” y la otra, “ausencia”. Comencemos por decir que de la misma manera que todo “no” se acompaña de un “sí”, otro “sí”, que difiere del “sí” original que se niega, todo vacío se llena de algo y toda ausencia convoca otra presencia. Así como un “no dibujo” es un garabato, real o imaginario, a pesar de lo que nos muestra Pirandello, vivimos convencidos -y por esto es que me he tomado el trabajo de leer todo esto-, vivimos convencidos, insisto, vivimos convencidos, más allá de con quién nos encontremos, de que somos alguien absolutamente incomparable».
De esto a ninguno de nosotros nos cabe ninguna duda, y sin embargo todo lo que leímos y todo lo que estamos diciendo dice lo contrario, y sin embargo, seguimos convencidos. Bueno, entonces, esto es el tema del análisis de la palabra “ninguno”.
Liliana, gracias por los elogios, efectivamente, Freud tenía una amplia nutrición cultural importantísima, conocía, por así decir, todo lo que se producía en su época. ¿Y qué significa “bien mirado” el psicoanálisis? Es sencillo, yo digo “bien mirado” y a los dos minutos a mí mismo me va a parecer mal y seguramente a ustedes también. “Bien mirado” es “con otros ojos”, y uno en realidad no mira dos veces una cosa con los mismos ojos, pero a veces lo puede mirar mejor o mirar peor. En cuanto a cuerpo y alma, sí, efectivamente, una cosa es necesario decir, no cabe duda, absolutamente ninguna duda… si no lo hubiera hecho Freud, seguramente lo hubiera hecho alguien. Después de haber leído, gracias a la generosidad de Dorrit, yo diría ¿cuánto? ¿dos tercios de obra de Weizsäcker, o tal vez un poco menos tradujeron ustedes, vos y María? No encontramos nada que nos indique suponer que Weizsäcker conocía la segunda hipótesis de Freud, porque sino la hubiera citado, pero él la dice de una manera inclusive mejor que Freud. Por otro lado, no importa si lo dijo Freud o lo dijo Weizsäcker, importa que es lo que creemos, es lo que nosotros creemos, nosotros creemos que cuerpo y alma son lo mismo, y al mismo tiempo no son lo mismo. En esta aparente paradoja en realidad no hay ninguna contradicción que haga demasiado ruido. Ahora bien, qué importante es este asunto que vos del guion. Es un asunto importantísimo, que yo creo que es… casi yo diría que es la materia prima del psicoanálisis. Ya escribí un libro que está en prensa, Pensando lo ya pensado. Sobre la materia prima de la producción psicoanalítica; y para mí la materia prima de la producción psicoanalítica, en primera instancia, es la ruptura de ese guion, que, como dice Freud, reestableció la unidad en algo que había una ruptura imposible. Bueno, esa es la primera cuestión. Para mí esto es único, es fundamental, es la psicosomatología singular. La otra cuestión que vos traías, Liliana, que es interesantísima, es qué es la realidad. Esto ha sido tomado por numerosos autores, pero si ustedes quieren de veras algo enriquecedor, algo realmente conmovedor, este Rovelli, tiene un diálogo con dos eminentes, uno es filósofo y el otro creo que era un artista, dos hombres muy profundos también, junto con Rovelli, y en realidad le preguntan a Rovelli, y discuten, sobre qué es una piedra. Bueno, es interesantísimo lo que dicen, porque no es un asunto de la piedra sola vista por un físico cuántico. La piedra, lo pétreo, Pedro, que es el fundador de la Iglesia, todo lo que significa. Pero, además, lo interesante es que él, que es un físico, habla de la piedra en cualquier registro y habla de la piedra en el registro de la psicología, por ejemplo. Lo que representa la piedra, en cualquier contexto, desde la infinitesimal piedrita en el zapato que te empelota la vida, hasta el obstáculo que no te deja progresar o la cosa que te permite fundar una catedral, en fin. No me alcanzan las palabras para decir, son como dos páginas que está hablando de la piedra, y uno dice, ¡pero, caray! cuántas cosas que es una piedra, ¿no? Bueno, entonces esto me parece que es interesante por el asunto de la realidad.
La otra cuestión es que las relaciones existen, ¿no? pero esto fundamentalmente tiene que ver con el método, el que las relaciones existen. El tema de lo que dice Racker de las transferencias recíprocas es muy bueno, pero ahí recién empieza el asunto. ¿Cómo podríamos decir? Es como si fuera el primer paso en una trayectoria muy rica que ha sido recorrida conmovedoramente desde otras disciplinas de la ciencia. Por ejemplo, es conmovedor que los físicos se ocupen de cosas que aparentemente nada tienen que ver con la física. Que se haya hecho famoso Schrödinger por un libro que recorrió el mundo entero, traducido a montones de idiomas, que se llama “¿Qué es la vida?”, uno dice, ¿pero cómo? ¿El físico es físico o biólogo? Bueno. Y después está el tema de los personajes del cual ya hablé, que tiene que ver con esto.
El tema de que no existe si no es en relación con alguno también nos conduce a esta paradoja con la cual acabo de terminar de leer que, a pesar de todo esto, nosotros vivimos convencidos de que tenemos una existencia propia y esto es absurdo decir que se pueda romper, porque es una convicción sobre la cual nadie tiene la más mínima duda.
El tema de la ofrenda es muy importante, y acá quiero subrayar que, gracias a la traducción de Dorrit, quedó bien claro que Weizsäcker dice que, para llegar a esto, diríamos, hay que tener una actitud porfiada. Que no es una situación que se da, por así decir, de primera; que es necesario no perderle pisada a este asunto.
Bueno, después la otra cuestión que vos traes. Cuando vos citas a este que dice “la naturaleza sabe”, no solamente la naturaleza sabe. Einstein hablaba del buen Dios, pero cuando uno lo lee a Einstein, que era agnóstico, no tenía ningún tipo de fe religiosa tradicional, el “buen Dios” de Einstein era la sabiduría de lo que existe, que era mágica; incomprensible, pero mágica. Y uno tiene que llegar entonces a la conclusión de que estamos vivos porque Dios quiere. Y que también nos morimos y nos enfermamos y combatimos, las especies, unas con otras y nos comemos mutuamente porque Dios quiere; y que de alguna manera esto es una sabiduría que va más allá de lo que podemos comprender.
En cuanto a la trascendencia, que es natural, durante un tiempo decíamos, la mujer tiene el órgano de la trascendencia, que es el útero, que va a dar lugar al nacimiento del hijo. Y decíamos, ¿y por qué el hombre, la trascendencia en él no se manifiesta? Después nos dimos cuenta de que en realidad es muy reduccionista decir que el útero es el órgano de la trascendencia. La trascendencia es algo inherente a la sustancia viva, no la tiene solamente la humanidad. Y la trascendencia no está en el útero, está en el ovario y está en el espermatozoide, que, de alguna manera, por así decir, viajan en nosotros, como cuando nosotros viajamos en un avión para ir a otra parte. El espermatozoide y el ovario viajan adentro nuestro para ir a otra parte, porque su finalidad trasciende la nuestra. Esos son los órganos de la trascendencia. Y bueno, después decís, por qué los conflictos de los tres personajes interfieren. Obvio, porque cuando no interfieren, permanecen inconscientes. Es decir, lo que aparece en la consciencia es lo que hay que solucionar. La consciencia es el órgano que tiene que resolver, como lo decía Schrödinger, inconsciente y automático es lo que se hace bien y, cuando hay alguna dificultad, es en la consciencia donde se resuelve.
Dr. Gustavo Chiozza: Bueno, te agradezco la conferencia, traes cosas muy profundas y muy difíciles. Estaba recordando la experiencia que uno atraviesa, me acordaba en aquella época, creo que en los años 90’, por ahí, creo, que salió el tema del ojo mágico, ¿no? Entonces uno abría el libro y veía una serie de tramas y entonces ahí tenía que relajar la mirada, qué se yo, y uno decía “me están engrupiendo”, la verdad que … y de pronto, ¡pum!, aparecía ahí algo y se perdía; un contorno, un límite difuso. Y después se volvía a perder. Y después uno recuperaba, con gran esfuerzo, ese contorno y lo podía seguir un poquito y lo perdía, hasta que de pronto se le configuraba una imagen. Y después de un tiempo, uno ya podía agarrarle el truco y entonces quedarse contemplando la imagen, y ya podía mover el libro, y bueno, se le escapaba, pero ya uno podía volver. Entonces pensaba que con las ideas y con las cosas que vos planteas sucede un poco lo mismo, ¿no? Uno a veces las llega a ver medio en puntas de pie y las pierde, algunas de ellas. Otras son ideas que uno puede convocar cuando quiere y seguir bien claro su decurso y saber su contexto y su utilidad. Después están las otras ideas sobre las que uno está parado y está más plantado y funcionan en uno aún sin que uno lo piense y sin que uno se dé cuenta. Y además todas estas cosas funcionan un poco a la vez, ¿no? Pero también en la formulación de estas ideas, en la propuesta de estas ideas, también uno cree entrever que la misma persona que las propone, hay diferencia si las propone estando plantado, si las propone con esa facilidad de convocarlas cuando quiere, o si apenas las ve en puntas de pie, como, por ejemplo, esto mismo que vos contabas de Weizsäcker que dice “la vida es ofrenda, pero ¡qué difícil!”, ¿no? ¿Cómo hago? Se me escapa, ¿no? Entonces no es lo mismo una idea como cuando él dice “’esto está enfermo’ es distinto a ‘yo estoy enfermo’”. Y yo creo que hay como un gran afán de averiguar cómo las cosas son, con la ilusión de que uno puede atesorar cómo las cosas son. Y, por ejemplo, Weizsäcker discute con el fisiólogo cuál es el sentido de la vida, no cuál es para mí, cuál podría ser, en qué ocasión funciona mejor una idea… No, cuál es. La vida es conservación; no, la vida es ofrenda. O es conservación o es ofrenda. Y es como si… no es que me parezca mal que uno trate de descubrir cómo las cosas son, pero me parece mal que uno crea que puede descubrir cómo las cosas son. Entonces, de alguna manera, me parece a mí que la validez de un pensamiento tiene que ver con estar referido a un determinado contexto, surge en ese contexto y se aplica en ese contexto, y no siempre es tan fácil transportarlo a otros contextos, ¿no? Entonces, por ejemplo, uno dice, sí, el yo no existe, somos en relaciones, fuera de las relaciones no somos nadie. Porchia lo dice con sus Voces, ‘no eres nadie’, ¡pah! ¡No somos nadie! Pero a los dos minutos decimos, pero ¿qué es “ser freudiano”? Ser freudiano no es leerlo talmúdicamente, sino coincidir con el espíritu. Pero entonces ¿Freud existía? ¿Y existía un espíritu de Freud y ese espíritu de Freud es el que yo determino que es el espíritu de Freud? ¿Freud no era uno, cien o cien mil? ¿Uno, mil o cien mil? ¿Se entiende? O por ejemplo esta idea de que las percepciones son alucinaciones confirmadas. Es una idea sumamente interesante, pero, al mismo tiempo, es una idea tan rebatible. ¿Confirmadas por quién? ¿Y confirmadas cuándo? Porque el que alucina, cree que lo que alucina existe, sino no es una alucinación, es una imaginación, ¿no? Entonces, mientras soñamos, creemos que lo que soñamos es, y nos angustiamos, y después nos despertamos y decimos “era un sueño”. Entonces no se confirmó, después, pero ¿y el “después” cuándo va a llegar? Y entonces, todas estas cosas que confirmamos hoy, esta idea de “antes se creía, pero hoy se sabe”. Y, pero si antes se creía y hoy se sabe, ¿por qué no “antes se creía y hoy se cree”? ¿Se entiende? Y mañana dirán “ellos creían saber”, ¿se entiende? Entonces esta idea… el Talmud dice “no vemos las cosas como son, las vemos como somos”, que también es una idea, obviamente, también es una idea muy interesante y que parece concordar muy bien con este tema de las transferencias recíprocas. Pero después no podemos, es muy difícil no pensar en que tenemos un paciente y que somos un analista, ¿no? Entonces a veces sumergirnos en esta idea de que ol único que tenemos es un vínculo, es una idea muy fecunda, pero es como esto del ojo mágico, algo con lo que entramos y con lo que salimos, y es muy difícil permanecer en esta cuestión. Por ejemplo, en la idea de Weizsäcker de comparar el que hemos aprendido “esto está enfermo”, pero después el paciente dice “yo estoy enfermo”, este “yo estoy enfermo” es una idea muy enriquecedora, pero si uno dice bueno, pero el yo no existe… o el “yo estoy enfermo” en este contexto representa lo psíquico, pero lo psíquico consciente es el que dice “yo estoy enfermo”, pero resulta que la consciencia no es psíquica. Entonces, de alguna manera, si uno empieza a querer armar un sistema con todas estas cosas… es lo mismo que vos después leías, tanto en “El sepultamiento del complejo de Edipo”, de Freud, todas las cosas que dice, o también lo leías de lo que decía Porchia, creo que sobre la verdad. El tipo dice siete, ocho frases sobre la verdad, y a lo mejor más, ¿no? Y en cada una de estas frases hay un pedazo de verdad, pero después las frases entre sí son contradictorias, entonces es como si uno debiera decir, “bueno, esta frase me ilumina cierto contexto, pero no me permite hacer una pintura general”. No es lo mismo una idea fecunda que un sistema de pensamiento, como puede ser, por ejemplo, el psicoanálisis. Obviamente, el psicoanálisis interpretado por alguien, por mí, por cómo yo entiendo el psicoanálisis, otro lo entiende de otra manera. Y él se siente respetando el espíritu freudiano y yo me siento respetando el espíritu freudiano y cada uno pone esta cuestión. No por decir que uno no tenga derecho a decir “este es el Freud que yo entiendo”, pero de alguna manera es como que en la medida en que nos convencemos de que esa es la única interpretación posible de las cosas, otra vez es como si estuviéramos en una creencia que después entra en contradicción o termina siendo desmentida, ¿no? No sé si soy… si puedo transmitir esta cuestión tan claro. No es que yo quiera decir hoy “bueno, al fin y al cabo, nada es verdad, todo es mentira, todo es según del cristal con que se mira’”, dicho sea de paso, otra frase también sumamente iluminadora, ¿no? Pero iluminadora en un determinado contexto, yo después no vivo mi vida diciendo “nada es verdad, todo es mentira”, ¿se entiende? Uno después dice bueno, esto es lo que… después llega un momento en que el pensamiento tiene que orientar una acción y uno tiene que decidir dónde va a ejecutar esa acción, en función de qué pensamiento. Pero, al mismo tiempo, tengo la sensación de que todas estas cosas tan profundas… es como… por ahí un poco como decía Liliana, te llegan al corazón, pero después son muy difíciles… no solamente, ella dijo “el esfuerzo hepático” y después del cerebro medio que no dijo, pero faltaba que dijera “te rompen la cabeza”, ¿no? Porque no podés armonizar entre unas y otras, ¿no? Entonces me queda una sensación de haber escuchado un montón de cosas enriquecedoras e interesantes y, al mismo tiempo, es como que me termino igual quedando con aquellas en las que me siento más cómodo parado y las que conozco mejor. Dicho sea de paso, también las que conozco mejor son las que conozco mejor porque hace años que uno las viene pensando y siguiéndole los contornos, y estas son como más nuevas y de alguna manera uno dice “¿cómo armonizo las cosas?”, ¿no? Bueno, en fin, transmitir esta sensación y agradecerte la oportunidad de pensar en estas cosas.
Lic. Silvana Aizenberg: Luis, yo también te quiero agradecer mucho tu conferencia, por su profundidad, por todo lo que siempre nos brindas y nos enseñas. A mí me surge también algo así como el deseo de concretar, pero en el sentido de trasladar la importancia de todos estos desarrollos que vos nos traés, para esclarecer más acerca del arte y la teoría del psicoanalizar. Por ahí unas de las cosas que te voy a decir ahora ya las dijo Liliana, las tomó Gustavo también, cuando decimos por ejemplo que no importa la cosa en sí, sino que se trata de la relación que se establece con las cosas, ¿podemos decir también que entendemos que para el psicoanálisis entonces es como si fuera que no hay un paciente y un analista, sino una transferencia y una contratransferencia? ¿y que entonces no existe tal objetividad, entre comillas, sino que es una relación? Bueno, nosotros lo sabemos cuando estudiamos la transferencia-contratransferencia, pero me refería más a esto de que la persona objetiva no existe, por así decir, ¿no? Después también otra pregunta que no la entendí bien, que a lo mejor tiene que ver con lo mismo, cuando vos decís que, desde la física cuántica, la percepción son alucinaciones, ¿se refiere a esto de que no hay una percepción objetiva? ¿En ese sentido? Bueno, y la otra, la última cuestión que te quería preguntar es cuando vos traes que en una obra de teatro actúan los actores, no los personajes, que los personajes viven encerrados en un guion, yo pensaba, bueno, entonces todos somos como personajes en la vida, ¿no? que vivimos encerrados en un guion, entonces en la tarea analítica, también, pensaba, esta cuestión de poder encontrar qué hay detrás del personaje, o la dificultad en ese sentido, ¿no? Bueno, te agradezco muchísimo por tu conferencia.
Dr. Eduardo Dayen: Bueno, y yo fundamentalmente para agradecerte por la conferencia, un poco como decía Gustavo, por traernos el libro mágico. Solamente, puntualmente el tema que traés del motivo de la vida, la falta. Una cuestión que compromete la moral y compromete la civilización, la resolución de la falta. Y una posibilidad, como decías vos, es ocuparnos de satisfacer los apetitos. Y que, en realidad, uno podría pensar en que vivimos épocas en donde no nos llama tanto la atención el tema de la trascendencia y el tema, que han preguntado ya varios, acerca de que la vida es ofrenda. Por otro lado, esto es una civilización que estanos haciendo nosotros, no es que la civilización está ahí y nosotros somos todos trascedentes, todos tenemos resuelto el tema de la ofrenda; nosotros estamos configurando esta sociedad. Y, por otro lado, está el tema, que también trajiste, el Dios de Einstein, la consciencia universal. ¿Qué relación tendría esta concepción de la consciencia universal con que esté fracasando como está fracasando el tema de la trascendencia y la ofrenda en el consenso que estamos haciendo y en el que vivimos? Y muchas gracias.
Dr. Luis Chiozza: Bueno, este asunto del ojo mágico es muy interesante, ¿no? y es una linda metáfora que permite… y además también esto de que esto tiene que ver con las ideas fundamentales y que las ideas fundamentales operan de esa misma manera, de manera consciente e inconsciente, haciendo que de pronto veamos algo y que se presenta de pronto, como si fuera una revelación, ¿no? Es decir, son esas cosas que solemos atribuirle a la intuición y que no sabemos de dónde vienen, pero que despiertan esta cuestión tan interesante, para la cual hay una palabra históricamente famosa: se llama “eureka”. Que fue lo que le sucedió a Arquímedes, ¿ustedes se imaginan lo difícil que es medir el volumen de un ser humano como él o como yo, que uno mira y dice ‘cómo hago a ver’? Una aproximación burda. Y de repente lo tiro dentro de una bañadera de agua y me sube 5 centímetros y ese volumen de agua es el volumen de mi amigo Eduardo, miren qué maravilla, como para no decir “eureka”. Bueno, ese “eureka” no es casual, nosotros vivimos de los “eurekas”. Y, de alguna manera, parece ser consustancial a la evolución de la humanidad el pasar de un “eureka” a otro “eureka”. Y este es un tema muy interesante sobre el cual voy a volver enseguida por otra cuestión. Pero primero quiero subrayar algunas de las cosas que tienen que ver con lo que decía Gustavo, que es muy interesante.
Entendemos, sí, entendemos, ¿qué significa entendemos? Yo tengo a una madre acostada en el diván que me dice: “Mi hijo está loco”. Y yo digo, esta mujer que me dice “mi hijo está loco”, no cree que su hijo está loco, o en todo caso no lo cree de la misma manera que yo. Para mí esta mujer está diciendo que está loco, pero yo creo que está loco y ella cree que está loco, pero su creencia de estar loco es tan diferente de la mía, que no es un estar loco en la manera en que ella lo dice. Es más, si lo creyera como lo creo yo, yo puedo estar tranquilo porque no es mi hijo, ¡pero ella no estaría tan tranquila! Si lo creyera como lo creo yo. Bueno, es una manera de decir algo para entender más o menos adónde vamos con eso que muy bien decía Gustavo, de que una cosa es hablar y otra cosa es hasta qué punto creo lo que digo.
Después Gustavo dice una cosa… Weizsäcker dice “como las cosas son”, debería decir “como las cosas podrían ser”. Tal vez. Tal vez. Pero, de alguna manera, me parece que… mi vinculación con Weizsäcker me hace pensar que de alguna manera, por todas las cosas que he leído de él, para él esto sería como un implícito obvio, ¿no? No es que cuando él dice “como las cosas son”, está… está haciendo un descubrimiento. Porque hay diferencia, si no hubiera diferencia, no valdría la pena pensar. Es decir, entre todas las cosas que dicen los físicos, hay algunas en las cuales están más de acuerdo que con otras. Es cierto que después se van a demostrar que estas van a ser sustituidas por otras, y que en muchas no están de acuerdo y dicen cosas y discusiones interesantes y apasionadas. Entre paréntesis, una cosa que me conmueve especialmente, que he leído en estos días mucho de física cuántica, más bien, de las relaciones entre ellos y sus discusiones, no solamente los argumentos, sino las situaciones en las cuales discuten y con qué atmósfera, y es realmente conmovedor cómo ellos tienen consciencia de que se necesitan mutuamente para discutir, tienen una consciencia… Miren, en estos días se me hizo consciente una cosa que me conmovió. Resulta que había un amigo de Einstein, muy amigo, con el cual él discutía desde que era jovencito, que se llamaba Besso. Y que él lo apreciaba muchísimo a este Besso y discutía todas sus cosas con Besso, y le reconoce mucha… Y cuando le escribe a la viuda porque Besso murió, le dice cosas muy enternecedoras y dice que con Besso él discutía y se enriquecía muchísimo discutiendo con él. Y claro, pero Besso no era un físico importantísimo. Y de pronto me di cuenta: ¡Pero, claro! ¿Cómo no se me había hecho claro? ¿Acaso Freud no discutía todo con Fliess? Y fíjense que Fliess no tenía la talla de Freud, estaba con ese asunto de la nariz y Freud se desesperaba tratando de hacer esfuerzos por creer que algo de lo que decía Fliess de la nariz tenía algún sentido. Las cartas de Fliess son importantísimas, porque Freud lo necesitaba como interlocutor. Entonces yo creo que todo esto es importante, pero también me importa mucho decir que la diferencia hace todo, porque si no hubiera diferencias, ya no tendría sentido ni siquiera pensar. Es decir, hay cosas que, de alguna manera, tienen más… por así decir, funcionamiento que otras y dan resultados. Y una de las cosas más conmovedoras de la teoría de los cuantos es que no resiste la lógica, es absurda, es decir, repugna la lógica. Pero ellos mismos dicen… es más, el libro de Rovelli está dedicado “a quien me hizo comprender que yo no entendía la teoría de los cuantos”, ¿no? Es decir, ellos están diciendo esto es absurdo, pero resulta que funciona y funciona con una exactitud increíble. Es decir, ha permitido cosas como el GPS, la utilización de los rayos láser en medicina y muchas otras. Entonces funciona, pero resulta que no resiste la lógica. Bueno, entonces este es el tipo de cuestión… Rovelli se ocupa muchísimo de esto, ¿qué es la ciencia? ¿todo vale lo que se dice? No. De alguna manera, tiene sentido discutir y es cierto que no hay verdad absoluta, pero mientras no tenemos una mejor, estamos con esta. Y esta, de alguna manera, es mucho más errónea y a veces durante años se ve que hay un punto que no funciona y de repente aparece otro que hace un cuadro diferente donde toda la incongruencia desaparece. Hay un punto en donde podríamos decir, lo mismo que estamos diciendo de las afirmaciones teóricas, lo podríamos decir del escepticismo. ¿Acaso el escepticismo no tiene que ser demostrado? ¿Acaso el escepticismo no puede estar tan equivocado como la afirmación? ¿Acaso el “no” no puede ser tan erróneo como el “sí”? Es decir, tenemos que explicar en ambos casos la situación, para el que afirma y para el que niega. Es decir, me parece que esto… porque si no hubiera diferencias, no tendría sentido pensar. Otra cosa es esta cuestión tan importante, que cuando tengo que elegir entre dos, tengo tendencia a quedarme con lo más cómodo, ¿no? Bueno, pero muchas veces sucede que hemos descubierto que lo mal pensado es aquello que resulta más fácil, es decir, que resulta más cómodo. Y que de algún modo decimos “no, no, momento”. Es decir, tomar el camino más fácil puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Bueno, este es un tema interesante.
Ahora, concretar. Este es un asunto, Silvana, ¿cómo te podría decir? Cada uno de nosotros encontrará en esto que escribo -y en cualquier otra cosa que escriba cualquiera- la posibilidad de concretar hasta un punto y en otro punto le parecerán afirmaciones que no tienen que ver con el ejercicio práctico de su vivir o de su psicoanalizar. Todo depende del grado de compenetración y en qué punto, diríamos, uno acompaña o no acompaña lo que escucha. Y es perfectamente lógico que uno no acepte lo que no lo convence. Esto me parece que es importantísimo reconocer ese derecho, es fundamental. Una de las cosas más interesantes que dice Rovelli es que todo buen discípulo muestra su autenticidad cuando no dice todo que sí. Cuando hay cosas que no le convencen y lo dice tal cual. Pero que, de alguna manera, una cosa es decir “no” y otra cosa es decir “no y basta, ni hablemos”. No sé si me explico.
Bueno, después el tema de la relación, ¿no? Qué sé yo, con las relaciones pasa como con los matrimonios, uno conoce un pedazo de la situación y uno conoce un pedazo que es así porque es con uno. A ver si me explico, me acuerdo una vez que dijo un colega psicoanalista, lo dijo un poco en chiste, un poco en ironía, pero algo de cierto tenía, “me divorcié, me volví a casar y después de un tiempo le dije a mi nueva mujer: ‘mirá no dejes que te transforme en la primera’” (risas). Es decir que, de alguna manera, encontró dentro de sí una cierta tendencia a generar lo mismo en una mujer diferente. Ahora volvemos otra vez a lo mismo, volvemos otra vez siempre a lo mismo. Nosotros decimos todo esto, decimos “ninguno, ninguno, ninguno”, pero en el fondo, es decir, nosotros vivimos porque sentimos que existimos. Pero no solamente sentimos que existimos, también sentimos que… qué se yo, mi cuñado existe y yo tengo tendencia a creer que no es así sólo conmigo, y esto forma parte de algo que uno tiene que conciliar con lo otro y después adoptará algunas veces una tendencia y otras veces otra. Ahora bien, el tema este de los actores, ¿no? Este es un tema fundamental, porque tiene una experiencia básica. Imaginemos ahora que nosotros hacemos un sketch representando un simposium y, en vez de ser nosotros los que lo representamos, vienen unos actores profesionales buenísimos y empiezan a hacer la representación y entonces dicen “y ahora vamos a hacer la presentación del trabajo que presenta Mirta Dayen y discute Gustavo Chiozza y Silvana Aizenberg”, ¿no? Y los actores se rompen todos para hacerlo, no solamente se disfrazan lo mejor posible de ustedes, sino que además tratan de decir lo que piensan ustedes, a su mejor saber y entender. ¿Es demasiado utópico pensar que ninguno de ustedes tres va a estar conforme con la representación? ¡Imposible! Imposible que Pasteur, cuando Paul Muni, que era un gran artista, hizo la película en donde él era Pasteur, si la hubiera visto Pasteur hubiera dicho, “mirá como me representa este…” (risas). Esto es obvio, es decir, es imposible esto. Entonces, de alguna manera, estas cosas…
Y después, la otra cosa interesantísima, ¿no? Que los actores representan un guion, pero el guion no cambia, pero los actores sí. Y entonces no es lo mismo Otelo representado por Lawrence Olivier que Otelo representado por otro actor diferente. Y uno dice, bueno… Es más, en la ejecución del “Claro de luna” de Beethoven no es lo mismo Harold Bauer que Paderewski, tocaban diferente la misma pieza de Beethoven, y habría que ver qué hubiera dicho Beethoven si los habría escuchado. Hubiera dicho, “mirá como toca este lo que yo escribí”. Entonces a mí me parece que esto es importante, ¿no? Ahora, que todos estamos habitados por personajes y que esos personajes los representamos más allá de nuestra consciencia, no me cabe ninguna duda, creo que es, al mismo tiempo que el escollo, es el lugar donde el psicoanálisis progresa. Y me parece que es interesantísimo llevarlo a la consciencia. Y, por último, creo que eso, por así decir, es la segunda materia prima. Por eso digo, la relación cuerpo-alma es la materia prima del enfoque psicoanalítico, ¿pero es solo eso? No, es eso y es algo más. Ese otro algo más es que ese personaje, diríamos, que está habitando al paciente y que él de alguna manera vive la vida de ese personaje como él la ve, pero la vida que él piensa que es de ese personaje, me parece que es materia prima también del psicoanálisis.
Bueno, ahora yendo a lo que decía Eduardo, y sí, la falta es el motivo y también esto evoluciona generando una civilización. El asunto de los apetitos y de que hay épocas que la trascendencia parece no importar, yo creo que parece no importar, pero sí importa. Es cierto que en los momentos en que el asunto arrecia y un sujeto tiene sed y no tiene agua, uno podría decir, de alguna manera, se opaca su carencia de encontrarle el sentido a su vida, porque ahora en realidad el tema pasa a segundo plano, porque ahora lo que quiere es sobrevivir y esto actúa inconscientemente. Pero yo creo que, de todas maneras, eso está siempre presente y siempre importa y que de alguna manera… ¿se acuerdan de esa frase, “el que tiene un ‘por qué’ para vivir soporta casi cualquier ‘cómo’”? Yo creo que eso es importantísimo. Conocemos, por ejemplo, sujetos enfermos de muerte que han resistido, diríamos, han esperado para morirse para poder conocer a un nieto, por ejemplo. Esto es algo que se ha observado muchas veces. Es decir, esta sensación que vos tenés de que mucha gente hoy se siente viviendo sin ningún motivo, yo diría que están, por así decir, impregnados, y que todo esto permanece más oculto, pero desde el fondo opera.
Y bueno, y esto de que la vida y nuestro destino y nuestra cultura y nuestra civilización la hacemos nosotros, los seres humanos, es todo tan relativo. La hacemos nosotros, ¿y a nosotros quién nos hace? Es decir, probablemente… Y la pregunta que vos haces de la consciencia universal, qué relación tiene con el fracaso, diríamos, en determinado momento, eso no te lo sé contestar.
Dr. Eduardo Dayen: ¿Alguien más quiere hacer uso de la palabra? Bueno entonces le agradecemos mucho al Dr. Chiozza su conferencia y todas las respuestas a las preguntas.
Dr. Luis Chiozza: Y yo les agradezco a ustedes el haber estado acá escuchando lo que estoy diciendo. Gracias.