NATURA Y CULTURA. Lectores del texto que la naturaleza escribe.
Para los magos del Renacimiento, el mundo era inteligible, creativo y significativo. El desarrollo de la ciencia comenzó ofreciéndonos un mundo inteligible que no tiene significado en sí mismo. Nuevos desarrollos científicos, que trascendieron los parámetros del pensamiento lógico, condujeron a recuperar un significado “holístico” que había quedado reprimido. Desde un punto de vista metafórico, forzosamente esquemático, podríamos decir que esas tres “épocas” –que, por otra parte, no quedaron divididas por murallas infranqueables, de modo que se interpenetraron recíprocamente– corresponden a los tres procesos, primario, secundario y terciario, descriptos por el psicoanálisis.
Este libro, pues, se divide en tres partes. En la primera, se menciona una actitud mágica rica en la apreciación de contenidos inconscientes que brindan fundamento y motivo a los desarrollos del pensamiento humano. En la segunda, se hace alusión a la primera etapa del desarrollo científico, que abordó con entusiasmo la tarea de convertir la realidad en un suceso inteligible. En la tercera, se expone la recuperación de lo que había quedado reprimido en los primeros desarrollos científicos y ha vuelto por sus fueros.
Es en esta última donde el autor profundiza acerca de lo que
Katya Mandoki (en su libro El indispensable exceso de la estética) denomina culturaleza: la relación, inexorable y recíproca, que se establece como un intercambio (“matrimonial” y “patrimonial”) entre naturaleza y cultura. Allí queda puesto en evidencia que el sujeto no existe separado de las relaciones que establece con su entorno, y que natura y cultura son dos aspectos de una misma cosa.