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Luis Chiozza, Obras Completas. TOMO 0 a TOMO XX.

PRÓLOGO DE FIDIAS CESIO A LA PRIMERA EDICIÓN

Psicoanálisis de los trastornos hepáticos es un libro de excepcional mérito: es significativamente original. Encierra un descubrimiento. Es, también, una concepción diferente de la medicina psicosomática y una de las más destacadas contribuciones para la comprensión del fenómeno psicosomático.

Hace años que Chiozza viene exponiendo las ideas básicas de este libro a través de sucesivas presentaciones. Encontramos en ellas, siempre, este carácter original, derivado, en parte, de que en cada una agrega nuevas ideas, y, sobre todo, de que las ideas fundamentales poseen un carácter
profundo, que aun comprendidas son difíciles de asimilar a nuestro pensamiento habitual.

En una perspectiva histórico-genética, el psiquismo hepático se nos aparece como un hallazgo que ilumina una dimensión fundamental del psiquismo fetal. Nos explica procesos del desarrollo y de la patología del yo a través de sus hipótesis acerca de la participación de “lo hepático” en la “materialización” de las “ideas”, y de los trastornos de la misma con sus múltiples derivaciones, extendiendo el concepto de fijación a los niveles fetales. Más allá, la perspectiva histórico-genética que acabamos de comentar es, en la obra de Chiozza, asimismo un medio para aproximarnos a una comprensión de la participación de “lo hepático” en la estructuración actual del yo. Con ello enriquece nuestro conocimiento sobre conceptos básicos como el letargo, la melancolía, la manía y el duelo, agregando un material y una elaboración fundamentales para el desarrollo de sus ideas acerca de las fantasías específicas de los órganos y funciones. Como dije antes, el pensamiento psicosomático de Chiozza tiene el carácter de una concepción original, de una manera “natural” de pensar. Esta característica da a sus ideas la fuerza de una necesidad vital que “debe” realizarse. Con la energía derivada de esta necesidad buscó los medios para desarrollar y organizar sus pensamientos, con la visión de quien “sabe” lo que va a encontrar.

Comenzó esta búsqueda desde que era estudiante de medicina. En la sala de clínica médica que dirigía el doctor Mario Pantolini, en el Hospital Argerich, encontró el apoyo necesario y un ambiente propicio para su inquietud. Por ese entonces conoció la obra de Freud, básica en su futuro desarrollo. Otros autores le fueron significativos: Barilari, Seguín, Rof Carballo, Weizsaecker, Mira y López, Laín Entralgo, etc. Pero, entre todos, se destacó Weizsaecker. En él encontró una concepción de la medicina psicosomática que le dio una respuesta satisfactoria a sus interrogantes. La nueva visión del mundo, un libro en el que, entre otros, colaboraron autores como Portmann y Mitscherlich, ubicó sus inquietudes en el panorama de las ideas contemporáneas. No conforme, siguió buscando. El psicoanálisis fue el próximo paso. El pensamiento psicosomático, tan específico de la escuela psicoanalítica argentina, coronó esta búsqueda.

El psicoanálisis, durante los primeros años de su desarrollo en Buenos Aires, era una manera de investigar en la medicina psicosomática, al punto de que una de las primeras publicaciones de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Patología psicosomática (Rascovsky, Garma y otros, 1948), contiene contribuciones de –virtualmente– todos los miembros que por ese entonces constituían dicha institución. El pensamiento y los trabajos psicosomáticos de autores como Garma, Arnaldo Rascovsky, Langer y míos, entre otros de los que participaron en la formación psicoanalítica de Chiozza, contribuyeron de una manera importante en la elaboración de su pensamiento psicosomático. Agreguemos a estos nombres el de Racker, tan importante en la formación de Chiozza, no sólo por sus trabajos, en particular los que tratan de la contratransferencia, sino también por su relación personal con él. Por lo demás, la enfermedad hepática de Racker estuvo dramáticamente presente en Chiozza todo a lo largo de la gestación de esta obra.

Veinte años de continua búsqueda, hallazgos y trabajo encuentran su concreción en este libro. La consulta bibliográfica, la índole del material, que sólo un largo tiempo de observaciones y estudio le pudo proporcionar, la riqueza y elaboración de este material, la variedad de enfoques en que aparecen sus contenidos básicos, nos hablan del enorme esfuerzo que encierra esta realización.

El mito de Prometeo, Ocho y medio –la película de Fellini–, material extraído de tratamientos psicoanalíticos, son objeto de un agudo análisis que nos demuestra una y otra vez sus hipótesis. Lamentablemente, por razones de discreción profesional, no pudo incluir un historial, uno de sus trabajos mejor logrados –en el cual aparecen descriptos ejemplarmente los procesos que estudia a lo largo de este libro–, donde “sentimos vivas” las ideas fundamentales de Chiozza. Es una pena esta inevitable pérdida, pues la exposición de sus hipótesis en términos de experiencias transferenciales agrega al material –sobre todo para nosotros los psicoanalistas– una dimensión más humana que facilita su asimilación. Por fin, otro aporte original: la incorporación del concepto de “interioridad”, que resume muchas de sus ideas facilitando su comprensión.

Mi extensa y estrecha relación con Chiozza me coloca en un lugar inmediato a su obra, desde el cual, falto de suficiente perspectiva, me es difícil apreciarla en toda su magnitud. De todas maneras me es evidente lo trascendente de su significado, tanto por lo que se desprende de las consideraciones precedentes como por la importancia científica que ya han adquirido sus ideas y por la influencia que ejercen entre quienes participan de las mismas. La edición de este libro, en el que aparecen reunidas y elaboradas las concepciones de Chiozza acerca de “lo hepático” y de la medicina psicosomática, ha de facilitar una mejor comprensión y difusión de éstas, aumentando su significado científico y social.

Psicoanálisis de los trastornos hepáticos está escrito en un estilo personal, cuidado, que nos revela la preocupación del autor por una exposición rica, clara y precisa. Su lectura es apasionante, aunque algunos de sus conceptos, por su profundidad y complejidad, exigen un “trabajo” particular, invitándonos a releer una y otra vez los temas más significativos. Su “interioridad” vital enriquece a quien se aproxima, lo conoce y lo asimila.

FIDIAS R. CESIO
Buenos Aires, 12 de noviembre de 1969.

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