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Cuando la envidia es la esperanza


El historial que constituye la primera parte de este libro fue presentado en la Asociación Psicoanalítica Argentina para optar a la categoría de miembro adherente en diciembre de 1963, con el título Cuando la envidia es esperanza. Regresión a lo prenatal ante la pérdida de objeto, manifestándose como letargo, somatización y simbiosis. Historia de los primeros tres años de un tratamiento psicoanalítico. Su continuación, en la segunda parte, corresponde al texto de “La consumación del incesto.

Una semana de análisis tres años después” (Chiozza, 1984b [1967- 1970]), que contiene dos trabajos inéditos, “Una contribución al estudio del horror al incesto” (Chiozza, 1967a [1966]) y “Una hipótesis sobre la génesis del incesto consumado” que, en su versión original, fueron presentados a la Asociación Psicoanalítica Argentina en 1967 y en 1970 para optar a la categoría de miembro titular. Cuando este texto se publicó, por primera vez, en 1984, como Apéndice de Psicoanálisis de los
trastornos hepáticos. Una nueva contribución sobre el psiquismo fetal en la teoría y la experiencia clínica (Chiozza, 1984a [1970-1984]), decía en el prólogo del libro que “A pesar de haber sustituido, ya entonces, datos sobresalientes de la vida de Mary (la paciente a la cual se refi ere la historia) que no afectaban al propósito con el cual fue escrita (mostrar, en la experiencia clínica, la teoría acerca de las fantasías hepáticas y el psiquismo fetal), aun la remota posibilidad de que fuera reconocida por algún lector me condujo a renunciar a su publicación. Los veinte años transcurridos y algunos otros factores, entre ellos el hecho de que Mary
ya no reside en la Argentina, determinaron que las circunstancias cambiaran e hicieran posible hoy incluir esa historia en este volumen”.

También decía entonces: “Mis ideas acerca del tratamiento psicoanalítico (es decir acerca de lo que se designa con un nombre: ‘teoría de la técnica’, que hoy me parece objetable) han variado mucho desde aquellos días. No es este el lugar adecuado para intentar siquiera un resumen esquemático de la evolución de esas ideas1. Me limitaré a señalar que hoy no me parece conveniente que la formulación verbal y explícita de la interpretación al paciente se refi era permanentemente al ‘aquí y ahora
conmigo’, como creía cuando escribí el historial de Mary y su continuación posterior”.

Continuaba diciendo entonces que, sin embargo, el historial conserva su valor y justifi ca su publicación actual no sólo porque ejemplifica, profundiza y esclarece la cuestión del psiquismo fetal y hepático, “sino también porque ilustra un trabajo de interpretación de la transferencia que debe realizarse siempre, hasta constituir casi un automatismo, aunque la mayoría de las veces, según lo que hoy pienso, deba realizarse en silencio, sin hacérselo explícito al paciente de una manera directa”.
En otro párrafo del prólogo mencionado, se aborda nuevamente la cuestión de los cambios teóricos que ocurrieron en esos veinte años.

“Lacan y la Escuela Francesa, enarbolando la bandera de un ‘retorno a Freud’, heredaron el prestigio que ostentaban, en el pensamiento psicoanalítico argentino de 1963, Melanie Klein y la Escuela Inglesa.
Aparte de señalar que aquí, en el psicoanálisis argentino de aquella época, no necesitábamos ‘retornar a Freud’ por la simple razón de que no nos habíamos alejado de él, como ocurrió en algunos sectores del pensamiento psicoanalítico europeo y norteamericano, y aparte del fastidio que siempre me produjo el escritor o la escuela que se complace en ser difícil, el ‘advenimiento’ de Lacan me parece tan positivo como lo fue en su hora el de Melanie Klein, descontando los excesos habituales en
que han incurrido los partidarios de ambas escuelas. No me parece, sin embargo, que haya sido ese el cambio teórico más trascendente que ha ocurrido en estos años.

Creo que ha ocurrido un desplazamiento saludable desde la metapsicología, trazada sobre el esquema causal-mecanicista, hacia una metahistoria que completa el primer tipo de pensamiento con la inclusión de un universo simbólico-lingüístico tan primordial como el anterior, y que este desplazamiento posee raíces más profundas
que las que le brinda la infl uencia lacaniana. Completar la metapsicología con una metahistoria no implica sustituir una por otra, ni desvirtuar el carácter determinístico-mecánico de la primera, sino apuntar hacia un metamodelo común que trasciende ambos modelos. Esta actitud se traduce en un acercamiento entre los ‘planos’ biológico y simbólico, en lugar del divorcio radical de uno y otro que propugnan, en nuestra época, la gran mayoría de los psicoanalistas. No puedo, como es obvio, desarrollar aquí este tema con la amplitud que una fundamentación clara requiere. Lo menciono ahora por un doble motivo. En primer lugar, porque me parece importante explicar que si hoy quisiera reescribir completamente el historial de Mary y su interpretación teórica, enfatizaría más su carácter mítico, atemporal y sempiterno, acorde con una posición epistemológica que tiene plena conciencia de que lo que se describe son los modelos con los cuales se enfrenta exitosamente
la realidad más que la realidad misma. En segundo lugar, porque me parece necesario insistir en que el divorcio entre naturaleza y cultura, o entre ‘biología’ y ‘lingüística’, en que ha incurrido el psicoanálisis de nuestros días, condujo a una perjudicial desestimación del psiquismo fetal y de la relación psicosomática, interrumpiendo una fructífera línea que encontramos en Goethe, Groddeck y Weizsaecker, línea que, lentamente, vuelve por sus fueros”.

Reproduzcamos, por fin, siempre del mismo prólogo citado, un último párrafo. “En la época en que publiqué por primera vez estas ideas, el tema de las enfermedades hepáticas formaba parte de ‘la moda’ tanto en los pacientes como en los médicos. A veces apoyándose en diagnósticos, correctos o incorrectos, y otras veces sin necesidad de ellos, existía una especie de hipocondría hepática generalizada que llevaba a rotular de ese modo a los malestares más diversos. En las páginas de este libro se exploran los motivos que sostienen, desde lo inconciente, la elección de este órgano y su vinculación con un conjunto de fenómenos, ya típicos
entonces, que se encuentran ‘más allá de la envidia’, y cuya influencia se prolonga hasta nuestros días: la náusea existencial, la afición a lo siniestro, el aburrimiento, la abulia, la anorexia, la exasperación de la sexualidad, las toxicomanías, la vigencia de la ciencia ficción y de esa forma del humor que se denomina ‘humor negro’. El tema de lo hepático continúa siendo, pues, más actual de lo que se sospecha, y esto no sólo se revela en el aumento de la drogadicción o del alcoholismo, sino en el crecimiento alarmante, en los países más civilizados, de enfermedades como la anorexia ‘nerviosa’ o la depresión del sistema inmunitario, que
pueden ser contempladas como formas manifi estas de una profunda desesperanza encubierta”.

Sólo me resta añadir que hoy, transcurrida una nueva década desde su publicación, y más de treinta años después de haber escrito Cuando la envidia es esperanza. Regresión a lo prenatal ante la pérdida de objeto, manifestándose como letargo, somatización y simbiosis. Historia de los primeros tres años de un tratamiento psicoanalítico (Chiozza, 1963b), me siento solidario con lo esencial de su contenido y me complace que el historial completo, publicado por separado por primera vez, esté dispuesto para el encuentro con su propio lector.

Enero de 1998.

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