Anexo gráfico de Hipertensión ¿Soy o estoy hipertenso?
PRÓLOGO
El presente Anexo gráfico se propone exponer, de manera sucinta y clara, lo esencial del libro Hipertensión. ¿Soy o estoy hipertenso?, publicado en junio de 2011, que escribí motivado por cuatro circunstancias infortunadas que hoy son frecuentes y que rodean al diagnóstico de hipertensión arterial.
La primera de ellas, expresada en los términos utilizados por especialistas de reconocida solvencia, es que hoy existe una «epidemia de sobrediagnóstico».
La segunda consiste en que son muchos los pacientes que viven sintiéndose cotidianamente amenazados por riesgos que, si alguna vez acontecen, en la inmensa mayoría de los casos no se producen en semanas o en meses, sino en años o en décadas. La tercera radica en que sólo el 27% de los casos tratados con fármacos y con recomendaciones acerca de su estilo de vida logra «en la práctica» que las cifras de su tensión arterial se «normalicen». La cuarta es que el paciente hipertenso suele sufrir en la convivencia con sus seres queridos y con las personas del entorno, por un trastorno del carácter que la medicación no altera. Más allá de las cifras de la tensión arterial, esa modalidad de su carácter, que lo inclina hacia una prodigalidad que aumenta su indignación inconsciente y establece un círculo vicioso que tiende a mantener la hipertensión, se traduce en conflictos que le ensombrecen la vida.
No cabe duda entonces que es importante tener en cuenta que la hipertensión, (como sucede, por ejemplo, con la fiebre) aunque a veces sea necesario disminuirla, lejos de ser la enfermedad «completa», sólo es una consecuencia de una alteración más compleja.
Una segunda serie de gráficos, titulada Acerca del tratamiento psicoanalítico de las enfermedades «del cuerpo», expone de manera concisa y breve cuáles son los parámetros dentro de los que existe la posibilidad de modificar los rasgos del carácter que a veces se manifiestan como alteraciones en el funcionamiento y en la estructura de los órganos. Es importante destacar, en este punto, que las promesas de progresos mediante psicoterapias rápidas y fáciles, que hoy con frecuencia se oyen, hacen mucho daño, porque suelen conducir hacia la convicción, amarga y errónea, de que no hay psicoterapia que valga. En esa segunda serie recurrimos, como ejemplo, al tratamiento psicoanalítico de los enfermos de cáncer, porque con ellos la dificultad es extrema, dado que se trata de una enfermedad que muchas veces progresa en tiempos muy breves y cuyos significados inconscientes yacen profundamente reprimidos. Una descripción más extensa acerca del cáncer y de lo que inconscientemente significa puede encontrarse en el libro Cáncer. ¿Por qué a mí, por qué ahora?, que publicamos en abril de 2010.
El hecho de que aquellos pacientes con valores elevados de tensión arterial padezcan por una modalidad del carácter que no es una consecuencia de la hipertensión, sino que en realidad, por el contrario, la condiciona, nos indujo por fin a exponer, en una tercera serie, algunos de los fundamentos esenciales del tema que abordamos en el libro El interés en la vida. Sólo se puede ser siendo con otros, publicado en marzo de este mismo año.
La cuestión radica en que las enfermedades «del cuerpo» no sólo son símbolos que expresan los dramas que acontecen en el alma, sino que además, y siempre, testimonian acerca de una enajenación con respecto al espíritu que nos mancomuna en una «red» inconsciente de la cual surge el auténtico significado de los actos de nuestro diario convivir.
Espero que estos gráficos logren transmitir –apuntando al intelecto, pero también al corazón– que si nos enfermamos, no es sólo porque en el trajinar de la vida nos «comportamos mal», sino también, y sobre todo, porque llevamos adentro, de un modo irrenunciable, esa simpatía que nos aproxima y que es el germen poderoso de la humana bondad. La cuestión sólo se explica si comprendemos que, tal como lo ha expresado Racker, es el amor el que le dice al odio: ¡Mira lo que has hecho!
Luis Chiozza
Febrero de 2012