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Luis Chiozza, Obras Completas. TOMO XIV. ¿Por qué enfermamos? La historia que se oculta en el cuerpo (1986-2007)

La esencia de este libro puede resumirse en una sola frase: el enfermo es siempre un ser vivo animado por una vida subjetiva, y su enfermedad, más allá de que se la comprenda, o no se la comprenda, como la descompostura de un mecanismo fi siológico, forma parte de la trama que constituye la historia de su vida.
Los acontecimientos que se relatan en las páginas de ¿Por qué enfermamos? provienen, como es natural, de tres fuentes: el estudio y la reflexión teórica, la investigación sostenida en el campo de la interrelación psicofísica, y la experiencia clínica. En los veinte años transcurridos desde su primera edición, hubo progresos importantes en los tres campos, pero ninguno de los conceptos que contiene ha quedado obsoleto. Nuevas investigaciones en diferentes enfermedades, que ensancharon el campo de nuestros conocimientos, dieron lugar a la publicación de varios libros en los cuales, junto a la enunciación de los lineamientos teóricos esenciales, narramos casos prototípicos de patologías distintas. En 1995 relatamos “Lo que ocurrió con Milena”, una niña de 5 años, con un cáncer gravísimo, que curó completamente. Frente a la tarea de preparar una nueva edición de ¿Por qué enfermamos?, nuestro editor llegó a la conclusión de que el libro y la conmovedora historia de Milena se merecían mutuamente, de modo que, de común acuerdo, decidimos incluir ese relato en la presente edición
(capítulo XVIII). No he querido alterar, reescribiéndolo de nuevo, la forma en que ¿Por qué enfermamos? nació, de modo que el libro, lo mismo que el caso Milena, conserva las referencias originales, con algunas aclaraciones en notas al pie de página, cuando resultan imprescindibles para orientar al lector.

Hemos agregado también tres capítulos más. En uno de ellos, “El alma oculta en la alteración del cuerpo” (capítulo XV), volvemos sobre las ideas fundamentales veinte años después de la primera edición, exponiendo algunos lineamientos que hemos logrado profundizar y comprender mejor.

Es un capítulo breve en el cual he procurado no omitir ningún concepto esencial. En otro, “Lo que nos hace la vida que hacemos” (capítulo XVI), abordamos una cuestión que ha vuelto a llamar la atención del consenso desde que las neurociencias, en los últimos años, han demostrado que las experiencias “esculpen” los circuitos de nuestro cerebro. Nos introducimos, en ese capítulo, en el tema de la relación entre las neurociencias y el psicoanálisis y, a partir de allí, en algunas de las cuestiones fundamentales de la teoría psicoanalítica. Aquí también se retoman, a riesgo de repeticiones, algunos desarrollos teóricos de capítulos anteriores, pero para ser reconsiderados bajo esta nueva luz. No he escatimado esfuerzos, en ambos capítulos, para tratar de ser claro, pero el tema pone en crisis, inevitablemente, una cantidad de creencias sobre las cuales muy pocas veces dudamos. En ese punto no hay compromiso posible: para divisar el nuevo panorama que el futuro ofrece al desarrollo de una medicina distinta, es necesario atreverse a salir del encierro, no siempre conciente, al cual nos someten los antiguos conceptos que han impregnado nuestra formación escolar. Acuden aquí, en mi auxilio, las palabras de Ortega y Gasset: “Cuando el hombre que se dedica a pensar llega a una cierta altura de su vida casi no puede hacer otra cosa que callar… y sin embargo me he portado correctamente, caminando por derecho a mi tema”. Un conjunto de esquemas dinámicos, dibujados en Power Point, acerca de esos dos capítulos y acerca de los seis casos que integran la segunda parte de ¿Por qué enfermamos?, publicados en la página web de nuestra Fundación (www.funchiozza.com), pueden ayudar a disipar malentendidos que son habituales1. Por fi n, el tercero de esos tres capítulos, “Lo que hace un psicoanalista cuando psicoanaliza a un paciente” (capítulo
XVII), forma parte de este libro por una necesidad diferente. La confusión que existe en nuestros días acerca de lo que se designa con la palabra psicoterapia es muy grande. Los autores que se proponen explicar en términos comprensibles para las personas que se hallan fuera de la especialidad, en qué consiste la esencia de la psicoterapia, cuáles son sus posibilidades, y por qué muchas veces se requiere que sea tan frecuente y prolongada como lo es el proceso mediante el cual se adquiere destreza en el dominio de una lengua extranjera o en la ejecución de una pieza musical en el piano, son muy pocos. Me ha parecido de pronto que este libro, que se dedica a presentar la enfermedad como un acontecimiento que se integra con el conjunto entero de una biografía que relata el entretejido de carácter y destino, no hubiera quedado completo sin presentar el instrumento que le ha dado origen y mediante el cual la comprensión y la intervención “terapéutica” forman parte de un mismo acto indisoluble.

Tal vez al lector le gustaría saber algo acerca de cómo prosiguieron sus vidas los pacientes que sufrieron las vicisitudes que relatamos en estas páginas.
Acerca de Alfredo supimos, indirectamente, unos cinco años después de haber realizado su consulta al Centro Weizsaecker, que nunca había vuelto a sufrir su neuralgia, pero también supimos que lo echaron de la firma en donde trabajaba porque, finalmente, había sustraído dinero de la caja. Acerca de Guillermo supimos que, pocos años después de habernos consultado, continuaba casado con Lina. Hasta donde sabemos no había vuelto a sufrir un infarto de miocardio ni tampoco precordialgias. Hace unos seis años, uno de nosotros se encontró con Alberto en una reunión que festejaba el casamiento de un amigo. Se había vuelto a divorciar y vivía otra vez en el desorden. En el terreno profesional seguía recibiendo el aprecio que siempre había obtenido. Su melanoma no volvió a recidivar.

Aquel niño que fue José Luis es hoy un adulto saludable. No volvió a sufrir lesiones herpéticas oculares. Sonia vive ahora en el extranjero curada completamente de su leucemia. Recibimos noticias de ella a través de los numerosos pacientes que le envió a la que fue su psicoanalista durante su estadía en Buenos Aires. Acerca de Albertina no volvimos a tener noticias.

Todo induce a suponer que, tal como lo decimos en las páginas que relatan su caso, su enfermedad siguió progresando. Milena continúa en contacto con la doctora Del Pidio, quien nos ha testimoniado que es una joven “espléndida” que prosigue normalmente su vida. Su padre murió, como consecuencia de un infarto cardíaco, hace algunos años.

La primera edición de este libro apareció en Buenos Aires en 1986. Una versión portuguesa se editó en Brasil en 1987. Un año más tarde fue traducido y publicado en Italia. En 1994 se editó en Madrid, y hace siete se publicó en EE.UU. con el añadido de una tercera parte que se incorporó al libro a partir de la tercera edición en lengua castellana. Hoy, veinte años después, lo esencial de su contenido posee una vigencia que, si cabe decirlo así, es más actual que nunca. Sus numerosas ediciones testimonian el interés de los lectores por los temas que el libro desarrolla y reflejan el hecho indudable de que, más allá de la multitud de problemas que la medicina de nuestros días resuelve con un espléndido desarrollo tecnológico, existe una necesidad insatisfecha en el encuentro entre los médicos y sus pacientes, que motiva, en los enfermos, en sus allegados y en un número creciente de médicos, una búsqueda que no cesa.

Espero que esta nueva edición sirva de estímulo, como las anteriores, a todos aquellos para quienes el ejercicio de la medicina no ha sido nunca una repetición rutinaria y también para las personas que asumen valientemente su enfermedad como una oportunidad de cambio.

Octubre de 2006.

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