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Libro de gráficos » Caperucita verde. Un cuento para padres «

250PRÓLOGO Y EPÍLOGO

Dicen que los esquimales son capaces de reconocer hasta once clases distintas del color blanco, que es el que más abunda en su mundo. Los seres humanos que vivimos en el resto del planeta distinguimos, en cambio, más matices en el verde que en cualquier otro color, y no tiene nada de extraño, dado que es el color de los vegetales que abundan en el lugar donde habitamos. La vinculación del color verde con dos estados de ánimo muy importantes, la envidia y la esperanza, me condujo a la idea de relatar en Powerpoint un “cuento para padres” titulado Caperucita Verde. Si es cierto que detrás del cuento sobre Caperucira Roja y la maldad del lobo se esconden conflictos nacidos de las fuerzas instintivas, no es menos cierto que la infancia no trascurre en el paraíso que tan frecuentemente preferimos atribuirle. Mi deseo inicial fue, pues, trasmitir las penurias de Ana, una nena que sufre por los celos y el temor al abandono.

Cuando Ana creció para transformarse en una adolescente, sus penurías infantiles se tradujeron en las inseguridades que son tan frecuentes a esa edad. Una cierta falta de confianza en sí misma, y la inquieta esperanza puesta en un amor maravilloso que pudiera devolverle la autoestima que perdió cuando, en su infancia, dejó de ser la principal protagonista. En lugar de ese amor idealizado surgieron en cambio la tristeza (melancólica) frente al fracaso de sus proyectos, el enojo (paranoide) frente a la maldad del mundo y la alegría (maníaca) como negación transitoria de sus dificultades. Sólo cuando pudo (en parte) acostumbrarse a la idea de que no tendría todo aquello que ambicionaba, logró proseguir el camino saludable de su vida y conformar una familia. La resignación (mediante el duelo) del protagonismo que Ana había perdido en los primeros años de su infancia no había sido sin embargo suficiente, y había dejado remanentes que, poco a poco, lograron afectar su bienestar, y la condujeron hacia la idea de que aquello que no ha conseguido por sí misma lo vería realizado en la vida de su hija.

Cuando reflexionamos sobre el orígen de los sentimientos que Ana sufre, sobresale la idea de que si en su infancia no la hubiesen conducido a sentirse permanentemente el centro de toda la vida familiar, hubiera podido elaborar en forma paulatina la disminución en la atención de sus padres que ocurrió bruscamente cuando nació su hermanito. Menos aún habría sucedido lo que este cuento relata si no hubiera sentido que “transferian” completamente sobre el recién nacido “el cetro” que a ella, previamente, le habían otorgado. Unida a esta reflexión surge otra que constituye el principal motivo de este cuento. Detrás de la alegría de Ana , la “Caperucita Verde” de esta historia que, ya adulta, ve a su hija María como un sol resplandeciente, se esconde la esperanza de que esa hija cumpla con sus propias ambiciones frustradas por el hermanito envidiado que, en su infancia, “la había despojado del trono”. Comprendemos entonces que La historia vuelve a repetirse, (cuando no “se dispone” de ella en la conciencia), porque lo que Ana espera de su hija María es lo mismo que sus padres, por idénticos motivos, (y con el mismo, el mismo loco afán) esperaron frente al nacimiento de Ana.

La historia de Ana no es una historia muy rara, se trata de una variante “clásica” del libretto compuesto con rivalidad, celos, envidia y culpa que, de una u otra similar manera, todos llevamos adentro. Es una historia que no le ha impedido a nuestra Caperucita Verde llevar una vida razonablemente buena, a cubierto de la enfermedad y el infortunio graves, pero el hecho de que sus “sueños imposibles” no hayan sido completamente duelados, ha introducido una y otra vez en su vida errores y sufrimientos inútiles que han interrumpido el bienestar de sus mejores momentos y que, tal vez, trasmitirá a su hija.

Luis Chiozza
Julio 2010

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